30 Amauta una componenda con el gusto ambiente sino, al contrario. Pero, es mejor que nos ordenemos un poco, y a trueque de tanto elogio, hagamos el balance: Eguren no fué poeta criollista, No fué americanista; No hizo versos conmemorativos; No fué poeta universitario; No fué poeta de arrebatos lúbricos; No fué lunático.
Fué infantil y puro; extrauniversitario e intemporal, por lo mismo sorprende más. Dió al arte categoría estética sin pretenderlo.
Le faltó vitalizar, según dogma, su estrofa. cambio de vitalización en el sentido de desgarramiento, le dió la vitalidad de la niñez. Para él y para su verso, la vida se queda en los siete años. De ahí que es imposible deducir que se aparta de la vida. Lo natural es terminar en que se aparta de la madurez.
Eguren se presenta a la literatura como un poeta niño. Si termimina así, corre el peligro de una infancia demasiado prolongada. Es una niñez no traviesa sino contemplativa: la historia del que escucha cuentos y vuela cometas sin fijarse en los pandorgos rivales que cabe cean, la cuchilla presta. Juan Volatin apareció como un reproche al universitarismo del arte de entonces. Todo el grupo coetaneo adoleleció de universitarismo. No dejaban una cita de Nietzsche y Guyau por nada del mundo. La cultura se aireaba a fuerza de pasearla por los periódicos. Pocos consentían pasearla en silencio. este Egurer apareció sin aparato cultural. Sus autores predilectos eran el Duque Nuez, Peregrin Cazador de Figuras. Entre sus protagonistas figuraban hadas madrinas. Mientras todavía se discutía la estatua de Bolognesi, el Bolognesi de Eguren se llamaba Juan Volatín. Uno de los apóstoles de su humanidad fué Perrault. Entre Rousseau y Perrault, no titubeó nunca.
Mientras los escritores acudían a describir los trajes de los invitados al baile de Mister Root, la recepción en honor de Sáenz Peña, el banquete al Comisario Regio Menéndez Pidal, él se adiestrabamás práctico al fin y al cabo si se trataba de pompa, de festejo, de animación. en describir cómo iba Duque Nuez y como se aliñaba la Princesa Ilusión. Ningún tocado se comparó al de sus amigos. Su Club Nacional estaba más concurrido que cualquier otro. El tenía escalinatas amplias, espejos de marco dorado, pajes, todo, al sólo antojo de su voz. Fué una aparición fastuosa y una vida pródiga la del poeta Eguren.
Lógicamente los demás concibieron envidia por este Poeta tan suntuosamente acompañado. Entonces le hicieron la revolución francesa, con discursos sonoros y formaron su club de jacobinos. La consecuencia, repitiendo la historia, fué el derrocamiento del Duque Nuez, pero quedó su dueño mirando absorto como se guillotinaban entre si los otros. De entonces acá han quedado muchos sin cabeza. Eguren conserva todavía la suya, y no se ha hecho el auto de fe que pidieron, con sus versos. Si al contrario, los estamos reeditando, releyendo, resucitando.
Como no cantó en tono mayor, dijeron que no se le oía. El otro día, un fonógrafo tocaba Ramona y otro la Pavane pour une infante defunte. Naturalmente el voto mayoritario, casi unánime fué: Ra