Amauta 27 consciencia y la fugacidad de la infancia. junto a la personificación de los juguetes, gusta la de los escenarios vetustos o ruinosos. La noche sobre todo, interviene en sus visiones. Acaso no siempre le guía la niña de la lámpara azul en la noche, ya que ella cobija las lágrimas de los difuntos del convento en el templo del olvido, la ronda de espadas, la cena del dominó vacío pero animado, las señas que lo llaman en la purpúrea y festiva noche, el monje de la plazoleta. No es, pues, el de la cometa que goza de verse esclava y Va cantando felices supersticiones. leit motiv predilecto. De su verso dice: Tú lo puedes oir porque has pecado. Pero para entenderlo se necesitaría según su frase en Los Delfines. sufrir por el pecado de la nativa elegancia. Es Eguren un humorista? Es más bien un miniaturista sutil, en cuyo pincel diminuto la ironía es un color más. No es humorismo lo que hay en la poesía de Eguren, aunque tenga el sentido de lo grotesco en el detalle: lo que hay es gracia. Algo indefinible que no es precisamente lo mismo que la donosura o el garbo. No provoca, ni siquiera, la sonrisa en el rostro: quien sonríe es el espíritu. Es una forma del gusto En el valor atribuído a la metáfora, es fácil notar otra diferencia en tre Eguren y los nuevos. El procedimiento de las imágenes juntas que él emplea, no es fácil asidero para la metáfora inconexa, hoy en boga.
También en contraposición del arte nuevo, para el cual la palabra ha perdido su valor de calidad, de distinción, hay en la poesía de Eguren esencialmente un valor musical. De la música de Darío puede decirse que fué música de orquesta, pues hasta en las notas civiles o épicas, supo poner el lirismo de flautas y violines. La música de Chocano es a veces, no siempre, música de banda. La música de Eguren evoca sólo a un instrumento pero arcaico. Es un armonía a la sordina que, sin embargo, llega a lo recóndito mejor que todo ostentoso estruendo. No parece que estuviera escrita en castellano por la tradicional rudeza de este idioma que Unamuno llamara huesudo; y porque los hombres vulgares lo oímos y lo usamos todos los días. En verdad, aún si estuviera escrita en el idioma más armonioso y suave, siempre daría esa sensación, porque con frecuencia sus palabras parecen notas. Mendelssohn, Schumann, Chopín, podrían ser los compositores a citar ahora pero no los nuevos: ni Strawinsky, ni Satie, ni Ernest Sehelling. La riqueza melódica no sólo proviene del compás de las sílabas, de inverosímil suavidad y tan armoniosas a pesar de desasirse a veces de la métrica común, sino de las palabras mismas. Eguren nada tiene de bardo; no hace cantos sino poemas; y su estética que es verdaderamente estética rechaza todas las palabras plebeyas (en una anécdo.
ta burlona aparece calificando botón como palabra mala)
Sutiliza el castellano en mucho mayor grado que Darío; no lo enjoya ni lo adorna, lo refina, lo enferma. veces no asimos el sentido de su balbucear porque somos demasiados burdos o porque es harto evanescente. Desde el ángulo de la vida esta poesía aparece como una poesía larvada, envanescente, enfermiza. Pero a la villana pesquisa de dislates es preferible la constatación de aciertos geniales que fluyen de la limitación misma. Resultaría banal, por ejemplo, buscar las veces en que la a