Amauta 25 a ni es el reflejo de las formas exteriores de la realidad. Ha suprimido la áspera impureza de las cosas. Poesía de correspondencias. distante de todo intelectualismo. Nunca está en trance de explicar. Nunca ofrece soluciones. Trae a la literatura peruana el esoterismo. Poesía generalmente hermética, a la vez que exenta de todo afán teorizante y de toda solemnidad de rito. La aridez le está vedada por su sentido del color y de la música verbales.
Finos y trascendentales son estos poemas. Se prueba aquí que la delicadeza no sirve sólo para urdir banalidades de salón y que la hondura no sólo cabe en el acento solemne o rijoso. Con Eguren escribe José Carlos Mariátegui aparece por primera vez en nuestra literatura la poesía de lo maravilloso. Pero también aparece por primera vez un vital acento trágico. No de lo trágico del suceso, de la peripecia: es lo trágico interior. En su mundo encantado, poblado de múltiples seres sólo por él vistos. las Señas, la Dama I, Pedro de Acero, Synha la blanca la Tarda, la niña de la lámpara azul y tantos más) cabe hallar un escalofrío cósmico. Poesía de visionario y de intuitivo que ha visto seres y cosas que nadie vió jamás, representando lo que se halla en el fondo más íntimo de todos. Baratijas que desgarran. un lado está el hecho eterno, vital, rudo; y al otro lado, la figulina deliciosa. El nexo entre ambos corresponde captarlo a la sensibilidad del lector. Para expresar, por ejemplo, y yendo a aquellos momentos dentro de los poemas de Eguren en que hay un sentido fácil y casi expreso, la burla que hace la mujer del hombre, no habla de la ingrata de pecho de piedra. pinta al pelele de la giba redonda quien las princesas rubias marean en cálida ronda. Para referirse a la lucha, que es el fondo de la vida, no prorrumpe en exclamaciones sobre la crueldad de la naturaleza: pinta a los reyes rojos combatiendo desde la aurora. Se ha operado una trasmutación mágica. La obra de arte busca sus máximas posibilidades de depuración, no tiene nada de las bazofias que nos rodean en la vida cotidiana; y, al mismo tiempo, en su mundo imprevisible, independiente, está reflejando en forma más efectiva que en la fase elocuente, la realidad con que chocamos cada instante. Los muñecos de Eguren se mueven como los seres corrientes; pero tienen un innata nobleza estética, un absoluto alejamiento de la imitación realista. Pertenecen al mundo de los cuentos. Crearlos es ya obra de belleza; y ponerles bajo la sedería de sus vestidos faustuosos un latido vital, es hacer culminar esa obra de arte.
Talvez, por ello, el nombre certero para este sector de la poesía de Eguren no debería referirse al simbolismo, palabra que se presta a equívocos por su generalizada aplicación en un momento de la historia literaria del mundo; quizá podría decirse que es una poesía alegórica. Gramaticalmente, la alegoría sirve para hacer entender una cosa expresando otra cosa diferente. Usada en literatura viene a significar la metáfora continuada. Es muy antiguo el uso de este medio de expresión literaria; y los manuales de Retórica citan siempre la célebre oda de Horacio en la que el emblema de una nave entregada los embates de los vientos y las olas, muestra a la República próxima a sumirse en los horrores de la guerra civil, así como el romance de Lope La barguilla y los versos de Fray Luis de León, pintando la vida del cielo que empiezan: Alma región luciente prado de bienandanza que mi anhelo.
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