22 Amauta van a reparticiones de premios a veladas conmemorativas, a fiestas cursis, pueden estar seguros de que no oirán nunca declamar sus poemas. Quizá si la declamación misma fracasa ante ellos.
La mayoría. por eso, lo ignora. En su admirable ensayo, des.
pués incorporado como prólogo a La canción de las figuras. Enrique Carrillo recogía ya la pregunta común. Pero hay un poeta Eguren? Pero aún gente valiosa ha solido escatimarle su reconocimiento. La generación imperante en la época en que Eguren publicó su primer libro, era temperamentalmente distinta de él. Con resabios historicistas, que iniciaron la moda nacionalista: influída en sus sectores europeizantes por un francesismo que no ahondaba en el simbolismo como lo evidencia su tácito culto de la claridad, los versos de Eguren no la entusiasmaron. Eran demasiado arbitrarios, demasiado obscuros, demasiado abstrusos. José de la Riva Agüero concluye su elogio a Garcilaso sosteniendo que el genio literario peruano es fundamentalmente clásico y que cuando se ha querido apartar de sus reglas simétricas, solo ha producido engendros. Ventura García Calderón, sin dejar de ser por ello acaso el primer crítico literario de América, omite el valor de Eguren en sus ensayos sobre nuestra literatura y en su antología. Clemente Palma pone una nota dejando constancia de su disconformidad con el elogio que de Simbólicas hace Pedro Zulen en Ilustración Peruana. Pocos son los que toman en serio al poeta, inicialmente. Hay que citar, en primer lugar, a Enrique Bustamante Ballivián que en su revista Contemporáneos acoge sus primeros versos de madurez, ya que dos o tres composiciones juveniles habían sido publicadas anteriormente en Lima Ilustrado. y que en Balnearios. pequeño periódico de un pueblo vecino a Lima, hace el primer estudio sobre Simbólicas. hay que citar, también, a Pedro Zulen, a pesar de que no era un literato profesional, sino un hombre de biblioteca, un cultor de estudios filosóficos, un agitador de la redención indígena. Zulen, además de su estudio en Ilustración Peruana. contribuyó a la difusión de Eguren en Estados Unidos y, poco antes de morir, desafió el tradicionalismo universitario dedicando un número del Boletín Bibliográfico de la Universidad a una antología de los poemas de Simbólicas. La canción de las Figuras y Sombra. daderamente imposibles de conseguir ahora. El esfuerzo de estos leales amigos y de unos cuantos más, es uno de los episodios gallardos de la literatura peruana.
Pero la generación que aparece en los primeros años de la guerra europea tiene una contextura nueva. Su movimiento intelectual no se desarrolla en la Universidad, como el de Riva Agüero, sino en el periodismo. Es ésta una generación más puramente literaria que la anterior que estuvo un poco afectada de eruditismo; exenta de proyecciones políticas: más audaz al seguir las influencias europeas: más rebelde, pero con una rebeldía estética, reducida al descubierto consumo de drogas, a la actitud egolátrica y a la admiración de González Prada y de Eguren. La revista Colónida que señala un momento de esta generación, acoge el estudio de Enrique Carrillo sobre Eguren. Abraham Valdelomar, la figura más destacada de los nuevos de entonces, contribuye a ponerlo de moda. Poco después aparece el estudio de Isaac Goldberg; el crítico Train en el suplemento literario de The Times de Londres estudia igualmente al poeta de Simbólicas y de La Canción de las Figuras.
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