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Amauta 67 trar que el capitalismo tiene aún un prometedor camino a recorrer, la situación mundial de la burguesía es de zozobra. Su aparente fortalecimiento, a la vez que prepara el advenimiento de un orden socialista, no descansa sobre base efectiva alguna. Las contradicciones se agravan a medida que esta aparente estabilización aumenta, acumulando al capital, centralizando el poder político y económico en manos de unos cuantos potentados. Este ejemplo basta a probarlo: La elección de Hoover a la presidencia de los Estados Unidos, es un hecho lógico en las actuales circunstancias. La república yankee necesitaba a Hoover, el hombre de los trusts, quien constituye una expresión política del proceso de fusión entre las organizaciones trustificadas del capital y las organizaciones gubernamentales políticas de este último. 3)
Aumenta, es cierto, la producción capitalista, el comercio exterior el cambio internacional se levanta. Pero de otro, tenemos superproducción, lucha por los mercados y zonas de influencia, decrecimiento del poder adquisitivo de las masas, intensificación de la guerra de clases, rozamientos pronunciados entre los estados, existencia de la Unión Soviética, contribuyendo a que la situación actual del capitalismo sea poco envidiable.
El factor más importante que hace imposible una estabilidad perfecta, es, sin la menor duda, el creciente antagonismo entre el joven imperialismo yankee, quien dispuesto a ganar la batalla coloca al frente de su gobierno a un hombre de negocios, dinámico, agresivo, y el anciano poderío inglés en decadencia. El antagonismo anglo americano es actualmente el eje de todos los antagonismos que existen entre los Estados capitalistas. En torno de estos dos poderosos enemigos se polarizan ambiciones igualmente decisivas. Renace Alemanía, surge con una vitalidad exhuberante de la ruina de post guerra, incuba nuevas ambiciones coloniales. El Japón lucha por dominar en China, en competencia con Inglaterra, Estados Unidos, Francia.
Los países coloniales y semi coloniales se estremecen con un impetu nuevo que romperá definitivamente el yugo que les oprime. China, la India, América Latina, se aprestan a luchar contra los imperialistas. La agitación en los países americanos aumenta día a día. La salvaje ocupación de Nicaragua contribuye a robustecer este justo sentimiento anti yankee, impulsando el avance de las masas proletarias hacia la izquierda.
Las potencias imperialistas de todos los grados desconfían unas de otras. Se votan grandes partidas en los presupuestos para gastos de guerra. Se firman pactos secretos de agresión y defensa. La diplomacia internacional se agita para asegurar una tregua que garantice el afianzamiento financiero. El pacto Kellogg es, en parte, el temor de la burguesía a la guerra, temor claramente justificado, pues ella aceleraría el triunfo de la revolución proletaria. Los pueblos tienen que soportar el aumento ilimitado de impuestos, la disminución real de los salarios, la pérdida de sus conquistas sociales anteriormente ganadas.
Se dictan leyes que colocan la defensa de los obreros en el terreno de la ilegalidad: arbitraje obligatorio, prohibición del derecho de huelgas, aumento de horas de trabajo. Con la racionalización millares de trabajadores son arrojados de las fábricas, condenados a la miseria.
La explotación de las mujeres y niños llega a excesos verdaderamente criminales.