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14 Amauta sa.
dores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no se alimen: ta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y heroico de su ascención, el proletariado debe elevarse a una moral de productores. muy distante. y distinta de la moral de esclavos de que oficiosamente se empeñan en proveerlo sus gratuitos profesores de moral, horrorizados de su materialismo. Una nueva civilización no puede surgir de un triste y humillado mundo de ilotas y de miserables, sin más título ni más aptitud que los de su ilotismo y miseria. El proletariado ingresa en la historia, políticamente si no como clase social, en el instante en que descubre su misión de edificar con los elementos, allegados por el esfuerzo humano, moral o amoral, justo o injusto, un orden social superior. Ya esta capacidad no ha arrivado por milagro. La adquiere situándose sólidamente en el terreno de la economía, de la producción. Su moral de clase depende de la energía y heroísmo con que opere en este terreno y de la amplitud con que conozca y domine la economía burgue.
De Man roza, a veces, esta verdad; pero en general se guarda de adoptarla. Así, por ejemplo, escribe: Lo esencial en el socialismo es la lucha por él. Según la fórmula de un representante de la Juventud Socialista alemana, el objeto de nuestra existencia no es parasisiaco sino heroico. Pero no es ésta precisamente la concepción en que se inspira el pensamiento del revisionista belga quien, algunas páginas antes, confiesa: Me siento más cerca del práctico reformista que del extremista y estimo en más una alcantarilla nueva en un barrio obrero o un jardín florido ante una casa de trabajadores que una nueva teoría de la lucha de clases. De Man critica, en la primera parte de su obra, la tendencia a idealizar al proletario como se idealizaba al campesino, al hombre primitivo y simple, en la época de Rousseau. esto indica que su especulación y su práctica se basan casi únicamente en el socialismo humanitario de los intelectuales.
No hay duda que este socialismo humanitario anda hasta hoy nó poco propagado en las masas obreras. La Internacional. el himno de la revolución, se dirige en su primer verso a los pobres del mundo. frase de neta reminiscencia evangélica. Si se recuerda que el autor de estos versos es un poeta popular francés de pura estirpe bohemia y romántica, le veta de su inspiración aparece clara. La obra de otro francés, el gran Henri Barbusse, se presenta impregnada del mismo sentimiento de idealización de la masa, de la masa intemporal, eterna, sobre la que pesa opresora la gloria de los héroes y el fardo de las culturas. Masa cariátide. Pero la masa no es el proletariado moderno. y su reivindicación genérica no es la reivindicación revolucionaria y socialista.
El mérito excepcional de Marx consiste en haber, en este sentido, descubierto al proletariado. Como escribe Andriano Tilgher, ante la historia, Marx aparece como el descubridor y diría casi el inventor del proletariado; él, en efecto, no solo ha dado al movimiento proletario la consciencia de su naturaleza, de su legitimidad y necesidad histórica, de su ley interna, del último término hacia el cual se encamina y ha infundido así en el proletariado aquella consciencia que antes le faltaba, sino ha creado, puede decirse, la noción misma, y tras la noción, la rea lidad del proletariado como clase esencialmente antitética de la burguesía, verdadera y sola portadora del espíritu revolucionario en la sociedad industrial moderna.