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Amauta 13 DEFENSA DEL MARXISMO, por José Carlos Mariátegui. Véase los números 17, 18 y 19 de Amauta. ODOS los que como Henri de Man predican y anuncian un socialismo ético, basado en principios humanitarios, en vez de contribuír de algún modo a la elevación moral del proletariado, trabajan inconsciente, paradógicamente, contra su afirmación como una fuerza creadora y heroica, vale decir contra su rol civilizador.
Por la vía del socialismo moral. y de sus pláticas anti materialistas, no se consigue sino recaer. en el más estéril y lacrimoso romanticismo humanitario, en la más decadente apologética del paria. en el más sentimental e inepto plagio de la frase evangélica de los pobres de espíritu. esto equivale a retrotraer al socialismo a su estación romántica, utopista, en que sus reivindicaciones se alimentaban, en gran parte, del resentimiento y la divagación de esa aristocracia que, después de haberse entretenido idílica y dieciochescamente en disfrazarse de pastores y zagalas y en convertirse a la enciclopedia y el liberalismo, soñaba con acaudillar bizarra y caballerescamente una revolución de descamisados y de ilotas. Obedeciendo a una tendencia de sublimación de su sentimiento, este género de socialistas, al cual nadie piensa en negar sus servicios y en el cual descollaron a gran altura espíritus extraordinarios y admirables recogía del arroyo los clisés sentimentales y las imágenes demagógicas de una epopeya de sans culottes. destinada a instaurar en el mundo una edad paradisiacamente rousseaụniana. Pero, como sabemos desde hace mucho tiempo, no era ese absolutamente el camino de la revolución socialista. Marx descubrió y enseñó que había que empezar por comprender la fatalidad de la etapa capitalista y, sobre todo, su valor. El socialismo, a partir de Marx, aparecía como la concepción de una nueva clase, como una doctrina y un movimiento que no tenían nada de común con el romanticismo de quienes repudiaban, cual una abominación, la obra capitalista.
El proletariado sucedía a la burguesía en la empresa civilizadora. asumía esta misión, consciente de su responsabilidad y su capacidad adquiridas en la acción revolucionaria y en la usina capitalistacuando la burguesía, cumplido su destino, cesaba de ser una fuerza de progreso y cultura. Por esto, la obra de Marx tiene cierto acento de admiración de la obra capitalista, y El Capital. al par que las bases de una ciencia socialista, es la mejor versión de la epopeya del capitalismo (algo que no escapa exteriormente a la observación de Henri de Man, pero si en su sentido profundo. El socialismo ético, pseudocristiano, humanitario, que se trata anacrónicamente de oponer al socialismo marxista, puede ser un ejercicio más o menos lírico e inócuo de una burguesía fatigada y decadente, más nó la teoría de una clase que ha alcanzado su mayoría de edad superando los más altos objetivos de la clase capitalista. El marxismo es totalmente extraño y contrario a estas mediocres especulaciones altruístas y filantrópicas. Los marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incumba amorfa masa de parias ni de oprimidos, guiada por evangélicos predicaa una