Individualism

Amauta 47 espíritu se proyecta con fuerza y poder crecientes, pesa entre los nuevos pintores mexicanos, y en sus obras se marcan ya, con signos inequívoces, su presencia y sus huellas. Ya costa de interesarse estéticamente por él, de escudriñarlo y auscultarlo, de sentir su sugestión apasionadora, los pintores se sienten vencidos por la grandiosidad de ese escenario, llegan a descubrir su gran fondo humano, su enorme potencial, su valor social y moral, las raíces mexicanistas de este gran acontecimiento que ven desfilar y viven día tras día. si antes la revolución era para ellos una fuente de interés y de posibilidades estéticas, acaban por apasionarse por ella, a identificarse con sus latidos y palpitaciones, consagrándose, ellos y su obra, a los ideales y grandes fines humanos que aquella persigue.
Es en este segundo momento, que señala un paso de incalculable trascendencia en el proceso de la pintura mexicana, que surge la pintura pedagógicamente revolucionaria, ilustrativa, utilizada como arma de propaganda. Un cambio profundo se produce en el espíritu y los propósitos de la pintura mexicana, al situarse en ese camino: el indio mexicano, la revolución, los escenarios de la vida mexicana, no son ya, como hasta entonces ocurría, simples fuentes de curiosidad estética, un mero pretexto de realizaciones plásticas, de anecdotismo local, o de pictoricismo descriptivo. Identificados con el espíritu de la revolución, con sus héroes y sus gestas, los pintores mexicanos se ponen a su servicio y hacen de su obra un instrumento valioso y eficiente de propaganda y edificancia revolucionarias: cantan y exaltan los hechos culminantes y propiamente significativos de la revolución y sus héroes, hacen una crítica acerba e implacable de sus enemigos y de las clases e instituciones que la revolución viene a combatir, el terrateniente, el hacendado, el politicastro, el intelectual aburguesado. Se convierte, de hecho, la pintura mexicana, en un arma pedagógica de inapreciable valor, en un instrumento de ilustración colectiva, eminentemente popular. Tal es el valor y el principal interés, dentro de ese proceso, de los frescos de Leal, Alva y de Canal y Revueltas en la Nacional Preparatoria, de los de Rivera con los patios de la Secretaría de Educación, de los de Clemente Orozco, casi todos los que se pintaron en este momento interesantísimo de la nueva pintura mexicana. Cuáles son los orígenes y motivaciones de esta corriente y cómo se llega a este punto. Es el acerbo y el impulso colectivo, trascendiendo al campo artístico, los que imponen esa dedicación pedagógica entre los pintores, haciéndoles sentir la necesidad de un arte social, e impulsándoles a él? No, ciertamente. Integran esta falange, y afluyen a ella, los más destacados y valiosos pintores mexicano a impulsos de estímulos y reacciones puramente individuales, llevados, únicamente, por un sentimiento individualista y un estímulo individual exacerbado y alerta. El interés y la curiosidad que despertaron los temas y el escenario de la revolución, en sus primeros momentos, cuando los pintores trataban de acabar con las viejas rémoras y abrirse a nuevas posibilidades, fueron determinados por la necesidad individual, por el afán que todos ellos sentían de renovar las fuentes y posibilidades artísticas, de descubrir nuevos horizontes y nuevos caminos, de producirse libremente, sin lastres, de ser ellos mismos y ser mexicanos. Este afán y esa curiosidad, guían sus primeros pasos, les ponen sobre el camino, y a medida que ahondan en éste, y entran dentro del ambiente creado por la revolución en la sociedad mexicana, divisando en todo su alcance la trascendencia enorme que, social y humanamente, por sus