Subversive

Amauta 45 con sus y xico, y el caudal de sus posibilidades para el futuro. El ambiente de la revolución, creó, pues, un nuevo escenario, que se ofrecía a los ojos del contemplador y solicitaba la curiosidad de las gentes de México, de sus artistas, con la atracción irresistible de su enorme sugestividad y su apasionante humanismo, mexicanísimo.
No se hicieron sordos a esta solicitud los artistas y pintores mexicanos. Necesitados y ávidos de nuevos horizontes, de nuevas fuentes de interés, de nuevas posibilidades estéticas, este escenario, sugestionante, fuerte y, truculento, de una emocionante y vigorosa plasticidad, les dió temas y materia suficientes para satisfacer y saciar ese afán, proporcionándoles estímulos bastante poderosos y apasionantes para acabar con los viejos moldes académicos, convencionalismos y artificios, e intentando, frente a ese escenario, un arte de honda raigambre humana, nuevo desde sus raíces, saturado de una emoción fecunda, viva y palpitante, arrancada de una realidad próxima y de apasionante sugestividad.
Pueden fácilmente marcarse, dentro del proceso de la pintura mexicana y post revolucionaria, dos momentos, que señalan dentro de él la sucesión de dos procesos que, concurriendo unas veces y otras interfiriéndose, nos permitirán llegar al actual momento de la nueva pintura mexicana, logrado ya, de una poderosa substanciación humana revolucionaria.
En el primero de esos momentos, cuando la revolución provocó en el campo artístico un cambio de estímulos y de intereses, el ambiente creado por ella y la nueva escenificación constituyen para los pintores mexicanos simples temas de curiosidad y de interés estético.
Se ha producido un cambio escénico, salen a escena nuevos elementos y factores, y el pintor es seducido y llamado por la novedad, por la sugestión y el estímulo, puramente estético, plástico, que encierran esos temas y este nuevo ambiente. La revolución alterando desde sus cimientos la vida mexicana, provocando manifestaciones insospechadas, sacando a superficie cosas hasta entonces ocultas, ofrece nuevas posibilidades de emoción, nuevas fuentes de interés y de curiosidad, y los pintores echan mano de ellas para saciar su afán renovador, para satisfacer la necesidad que les urgía de nuevos moldes y formas nuevas.
afán y necesidad meramente estéticas, sin trascendencia extrartística, que el espíritu subversivo y revisionista de la revolución infiltró en todas las conciencias, a manera de un poderoso y tonificante revulsivo individual. De esta forma, la revolución repercutió en el campo artístico: la grandiosidad de su escenario, el tumulto de pasiones que ella provocara, no cabían dentro de los viejos moldes académicos, exigían y pedían una expresión directa, viva, de raíces mexicanas, es decir, una completa renovación del material plástico y de las posibilidades expresivas, y así, determinada por exigencias de orden artístico, de plasticidad, es que surgió el primer intento y el primer esfuerzo de renovación.
Es indudable que la revolución trascendió inicialmente al campo artístico, como un movimiento y un intento limitado, intrartístico, exclușivo. Se rompe con los viejos moldes, un afán instintivo de libertad sacude todas las conciencias, y cada pintor busca sus propios derroteros y los caminos que su instinto le indican. Muchos de los pintores de la nueva generación forman en las filas revolucionarias, y en una u otra forma, todos ellos son actores de esta gesta, tumultuosa y apasio