Individualism

sus 44 Amauta dieron carne a la revolución y nutrieron, constantemente, pidiendo tierra y arrancándola al terrateniente, sus filas. Confusos, guiados más por un ciego instinto y un anhelo de justicia y de igualdad que por la clara visión de una fórmula política que las consagrara, dando formalidad a los hechos consumados por las armas, pronto surjen los caudillos y voceros de esos anhelos de entre las filas revolucionarias, y el grito de tierra y el rescate de las tierras constituye pronto el fin esencial e inmediato de uno de los períodos más interesantes y trascendentalmente fecundos de la revolución. Es lo que ocurrió con el agrarismo de Emiliano Zapata, que sin tener ni encontrar una fórmula legal aplicable y hábil, sobre el mismo campo, imponiendo la fuerza de los hechos consumados, reparaba la profunda e inhumana injusticia del latifundismo, distribuyendo las tierras entre gentes.
armándolas con el arado al par que con el fusil.
Surgida y desarrollándose dentro de ese ambiente, caótico, confusionario, dentro de esa atmósfera saturada de pasiones y sed de venganza y reparación, difícilmente refrenables, se desataron turbulentamente las pasiones y los instintos populares, de la masa, de la indiada, y atropelladamente, avasalladoramente, el alma mexicana desplegóse y se desbordó con ella, y con ella caminó. Tras largos años de contención, de silencio y pasiones concentradas, años que para la indiada fueron cuatro siglos de sumisión y vasallaje, los sentimientos y pasiones populares se desataban y al hacerlo, lo hacían avasalladoramente, impetuosamente, mostrándose el alma popular al desnudo.
tal cual ella es, a carne vive. El indio, convertido en héroe principal factor de la revolución, fué, en aquellos momentos, la verdadera y fiel revelación y fiel testimonio del alma mexicana.
Esta desorientación inicial, esta serie de problemas que, de pronto, salían a superficie, atropelladamente, la acción apasionada y desbordante, que imponía la revolución y su marcha irrefrenable, produjeron, necesariamente, una fuerte y vigorosísima exaltación individual. En este medio anárquico, desconcertante, confusionario, en que se caminaba sin guía, confiándose al instinto, sin cabal conciencia de los fines que se perseguían, esta exaltación individual y las manifestaciones del más impulsivo y exacerbado individualismo tenían que producirse, necesariamente, y así ocurrió: los impulsos individuales, el instinto, la curiosidad y la iniciativa individuales se desataron, manifestándose en forma irresistible y avasalladora.
Unase y asociese a este cambio profundo de la conciencia y ese desbordamiento de instinto y pasiones despertados por la revolución, el cambio de escenario que ésta trajo consigo. En efecto, la revolución, cambió radicalmente, de una manera total, el escenario y los personajes de la vida mexicana, sus tragedias y sus héroes. Una subversión de la magnitud de la que en México se producía, tenía que ocasionar a su vez, un cambio total en su vida y en su escenificación, Para el observador, para el contemplador, para el artista, la revolución, como sus gestas, sus pasiones, su profunda y humanísima tragedia.
constituye una fuente completamente virgen, apasionante y sugestiva, de emociones y vivísimo interés. Sus héroes, sus protagonistas, huestes, salen de la indiada, otro factor que impone un cambio profundo en la vida mexicana, puesto que, en él, el indio mexicano deja de ser un simple objeto de curiosidad histórica o folklórica, pasando a ser un agente vivo y decisivo de un momento álgido de la vida de Méa sus