LeninMarx

Amauta 33 tre las dos figuras religiosas más grandes de Rusia, entre Tolstoi y Dostoiewski, seguramente el espíritu de la revolución está más cerca de Tolstoi que de Dostollewski; pero fué Tolsoi el que más ardidamente habló de Cristo, no obstante, su cristianismo fué una equivocación. pesar de predicar su no resistencia al mal, Tolstoi era un Revolucionario. Entre Lenin y Tolstoy no hay más diferencia que la le se puede establecer de una manera algo drástica, entre el hombre de pensamiento y el hombre de acción. Para ambos, Marx fué, indudablemente, la encarnación del Verbo de la revolución.
Desde entonces, desde que se encendió la llama bíblica de esa fe nueva, la inquietud, la angustia, la agonía como diría Unamunose han intensificado en todas partes. Los descontentos con el clericalismo oficial, que ya no es religión propiamente se exacerban por todas partes y, sobre todo, allí donde este clericalismo es el copartícipe del Poder, y pone en debate esta cuestión: Separación de la Iglesia y el Estado.
ІІ a Hemos hecho esta larga referencia sólo con el objeto de orientar el curso de nuestro pensamiento, al concretarnos a lo propiamente constitucional, y más concretamente aún cuando nos referimos nuestra propia vida dentro del Derecho político.
En toda nacionalidad, que no es un simple agregado biológico de seres humanos, existe una constitucionalidad, una regla de derecho que vive subjetivamente dentro de los individuos ceterminando sus actos públicos y que no está escrita. Junto a esta carta existe la Carta escrita, el fundamento objetivo del Derecho político, pero siempre supeditada a la otra. Podemos decir que aquella es la naturaleza viva lo vital. y ésta, la interpretación esquemática lo conceptual. Ambas coexisten modificándose a través de las edades. En ellas está grabado el fin de la existencia colectiva, la entelequia aristotélica del grupo humano que anhela realizar su forma propia de vida, su propia religión, su propia historia futura.
El vasto Imperio de los Incas, con una población aproximadade quince millones de habitantes, tuvo, desde luego, esa constitución no escrita la cual dió forma a su vida colectiva y cuyo ápice visible fué la figura teocrática del Inca (sobre todo en la primera dinastía que nos ha conservado la tradición con el nombre de la Dinastía del Hurincusco. La religión fue, en ésta como en toda teocracia primitiva, el principal factor constitutivo de la sociedad del Tahuantinsuyo. Desde luego, al hablar aquí de religión en el Imperio Incaico, hablamos en términos generales de aquel sentimiento subjetivo que afirma la posición espiritual del hombre sobre el mundo, y ese sentimiento como manifestación de un proceso cultural, difiere según los diversos grupos étnicos, según el paisaje, según el clima. Así, surgieron en el primitivo Perú multiplicidad de religiones, diversidad de cultos, de dioses lares, de todo lo cual no han quedado sino nombres indescifrables y oscuros y que todavía la filología no ha desentrañado su significación exacta. Pachacamac, Viracocha, Inti, Pacliayachachic, Con, no constituyen, como han creído los cronistas, la teoría mitológica de un politeísmo incaico, sino, más bien, el mito simbólico de la religión particular de un grupo, de una región, de un suyo,