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30 Amauta fabricante se vé obligado a ceder a sus intermediarios. El capital bancario, en consecuencia, necesita de la industria como de su savia vital. De otro lado, la industria tiene cada vez mayor necesidad de fondos y de créditos para incrementar y acelerar la producción. El capital industrial pertenece cada vez menos a los industriales que disponen de él. Estos no lo obtienen sino gracias al banco, que, respecto a ellos, representa el propietario del capital. Por otra parte, el banco se vé obligado a invertir más y más fondos en la industria. Consiguientemente, deviene, cada vez más, capitalista industrial. Este capital bancario, este capital dinero, convertido en capital industrial, lo llamo capital financiero. El capital financiero es aquel del que disponen los bancos y que los industriales emplean en la producción. 16)
Las inversiones bancarias en lo industria, aumentan día a día, en progresión incesante; el establecimiento de toda nueva empresa industrial requiere, como condición ineluctable, el auxilio y la protección de los bancos; la moderna sociedad por acciones no puede funcionar sin su intervención y su concurso. De esta necesidad mútua, de esta constante inter relación de sectores concurrentes que se disputan encarnizadamente la plusvalía, se desprende una de las contradicciones internas del capitalismo: el banco ambiciona ser más que un simple cliente del fabricante y éste trata de liberarse de la tutela del banco.
La antinomia plantea una lucha intestina, que se agudiza intensamente en la etapa del monopolio. Ambos sectores buscan y enfocan la solución del problema: el banquero se convierte en propietario industrial y el fabricante trata de fundar su propio banco o de controlar o apoderarse de los existentes, deviniendo banquero, además de industrial. Tal solución solo es factible en una etapa avanzada del capitalismo. En el período en que la industria ha llegado a saturar los mercados de consumo o cuando la amplitud de sus recursos propios, acrecentados a causa del monopolio de la producción, consiente el empleo de éstos en una empresa diversa de la industria en sí. En el periodo en que los bancos, de simples intermediarios, llegan a convertirse en árbitros del dinamismo económico, merced a los cuantiosos capitales centralizados mediante el monopolio.
Corresponda la victoria a uno u otro de los gestores del capitalismo, el resultado económico es idéntico: capital industrial y capital bancario se funden en una sola entidad. La industria termina predominando, puesto que ella es la única que engendra y suministra la plusvalía. De cliente, muchas veces insumiso, el banco se convierte en uno de sus instrumentos de expansión, en una simple dependencia burocrática de la usina. La solución de esta antinomia, la síntesis de esta contradicción, la nueva modalidad que adopta el capitalismo en esta época, ha sido designada por la Economía Socialista, Capital Financiero en su acepción novísima y caracteriza la etapa de pletórica y objetiva madurez del capitalismo.
Solucionado este problema en el seno de la burguesía, sólo quedan en pié las contradicciones irreductibles: la concurrencia de los monopolios nacionales en el mercado mundial, cuyo corolario histórico es la guerra, y el antagonismo inconciliable de la lucha de clases. El avance victorioso del capital financiero implica la alta tensión del monopolio y éste no es sino el aplastamiento, la desaparición de las capas sociales intermedias o ancestrales. Dos clases quedan frente a