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26 Amauta La necesidad creciente de materias primas para alimentar la manufactura y el comercio, a fin de obtener mayor lucro, condujo la expropiación a sus límites extremos. Las comunidades primitivas, el ayllu peruano, el callpuli mexicano, fueron aniquilados en todas las regiones en donde pisó el hombre de la nueva época; las formas tribales y patriarcales fueron reemplazadas por la trata de esclavos, por las encomiendas, las reparticiones y las mitas y los pacíficos cultivadores de la tierra fueron arrastrados por la fuerza al trabajo de las minas para extraer los metales codiciados. Los piadosos descendientes de los pilgrim fathers emprendieron la caza de los pieles rojas, poniendo precio, por decreto, al cuero cabelludo de los indígenas y alzando sus plantaciones de caña, tabaco y algodón, sobre los escombros de las cabañas. La sangre abonó el crecimiento de la nueva sociedad, tiñendo la aurora del capitalismo. Las protestas de los humanitaristas, como Howitt y Bartolomé de las Casas, quedaron como preciosos testimonios históricos. El Africa fué convertida en un vivero de esclavos, en una vasta yungla de caza del negro por el negrero. Los devotos puritanos sajones fueron quienes sobre todo después de la paz de Utretch ejercieron el monopolio de la trata de hombres. Tales fueron los beatíficos procedimientos empleados en los países coloniales. En las metrópolis manufactureras los métodos solo se distinguieron por la forma: los antiguos campos de labranza fueron transformados en praderas para alimentar el ganado y obtener lanas y cueros y, en consecuencia, los hogares fueron asolados y el agricultor expulsado del terruño. Millares de niños poblaron los nuevos talleres y hasta se les empleó en las galeras de las minas. El trabajo a domicilio ese mismo trabajo que la humanitaria señorita Gabriela Mistral propicia hoy, como una reivindicación, para las mujeres de América Latina fué la modalidad en la que el capitalismo se introdujo en el hogar para despojarlo, para sojuzgar a la mujer, preparando su ingreso a la fábrica futura, en calidad de obrero hábil.
Paralelamente, el capital usurario transformó su rol de manera sustancial para adaptarse a los imperativos de la nueva era.
Los usureros de los pueblos comerciantes ascendieron a la categoría de prestamistas y acreedores del Estado. Al calor de los empréstitos, ayer como hoy, se incubó la Deuda Pública y a la sombra de ella emergió el Banco moderno, factor del crédito, con la prerrogativa de emitir moneda fiduciaria. Los banqueros iniciaron la construcción del edificio financiero sobre la base de la especulación, verdadero pillaje del peculio de todas las gentes, cuento del tío organizado en gran escala.
Basta citar las famosas especulaciones de los tulipanes en Holanda, en 1634 y la de la Banca Law en Francia, en 1719, para dar una idea de las formas escandalosas de despojo empleadas por la finanza contemporánea, desde el día de su nacimiento. La organización de la Deuda Pública determinó el moderno sistema de impuestos, los que cayeron sobre la gran masa empobrecida y esquilmada, agudizando su miseria, acelerando aún más, este brutal proceso de expropiación. finalmente, el proteccionismo aduanero, determinado por la concurrencia de las metrópolis manufactureras, impulsó el avance capitalista, al mismo tiempo que, encareciendo la vida, succionaba el último recurso de las manos de todos los expropiados.
El devenir y el escenario histórico sufrieron la transformación más profunda y más trascendental de todos los tiempos, transforma