Capitalism

24 Amauta de los Eddas, denominado por Carlyle la profecía saljave del antiguo Edda (6. Las relaciones sociales, la producción y la vida, tomaron durante el Medioevo un cariz bien diferente del que predominó en períodos anteriores La vida económica estaba subordinada al principio de la satisfacción de las necesidades. Campesinos y artesanos buscaban, mediante su actividad económica normal, la manera de asegurarse la subsistencia y nada más (7. Las Cruzadas, que no fueron sino guerras comerciales, bien que disfrazadas bajo el signo de la cruz, no acaecieron sino en el siglo XI cuando Génova, Florencia, Amalfi y Venecia, iniciaban su desenvolvimiento económico. Desde el punto de vista sicológico es incontestable que la codicia del dinero, característica específica de la época capitalista, no dominó el espíritu, ni rigió los destinos de la sociedad del Alto Medioevo. Solamente después que la economía a base de dinero ha devenido la forma general de la vida éconómica, el dinero ha podido conquistar el lugar preponderante que no ha cesado de ocupar desde entonces y que explica, a su vez, el gran valor que se le atribuye (8. En consecuencia, no es posible buscar en la sociedad antigua, la génesis del capitalismo contemporáneo. De manera análoga que si estudiamos los orígenes del vapor, como fuerza económica, no iremos a buscarlos en la vasija bullente del hombre primitivo, ni siquiera en los inventos de Papin y Newcomen, sino en su aplicación a los telares manufactureros de Arkwright y James Watt.
En el estadio pre renacentista, Génova y Venecia en el Mediterráneo, la Liga Hanseatica en los mares Báltico y del Norte, abren la etapa del apogeo del comercio antecesor genuino del capitalismo contemporáneo. El descubrimiento y la ocupación de América, la colonización de Africa, el paulatino sojuzgamiento de Asia, transforman el restringido mercado europeo en mercado mundial. La circulación de mercaderías toma entonces la contextura de un fenómeno cosmopolita y ecuménico. La alquimia abandona sus envolturas de sortilegio para orientarse hacia la piedra filosofal. La fiebre del dinero abraza a esta sociedad, sacudida, como un cataclismo, por los tesoros de Atahualpa y Monctezuma, por las especias de la India y las riquezas del litoral africano.
La moneda deviene instrumento general de pago e intermediario universal de la circulación. Los monjes templarios se convierten en prestamistas internacionales. El valor venal gana los más nobles resquicios humanos. Las religiones se ponen ávidamente al servicio del nuevo dios: documentos bien antiguos prueban que comenzaba a criticarse el amor vergonzoso al lucro de parte del clero. Un observador imparcial y sereno como Alberti Libri della famiglia. dice que en su tiempo no había un solo sacerdote a quien no pudiera reprocharse un amor excesivo al dinero. He aquí, por ejemplo, lo que dice del papa Juan XXII tenía muchos defectos, entre otros el que hoy día es común a todos los clérigos: ama el dinero sobre todo, al punto de estar listo a vender todo lo que se halla a su alcance (9. El historiador Michelet resume así la historia del siglo XIV: la época a la que hemos llegado debe ser considerada como la del advenimiento del oro. Es el dios del mundo nuevo en el que entramos. Fisco y Pueblo no tienen sino un grito: el oro! Cristóbal Colón, en carta a Isabel la Católica, resume magníficamente el estado de alma de su tiempo: el oro es excelentísimo. Con él