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Amauta tan. Oh no se trata aquí de leyes sociales ni de esfuerzos profundos, ni de progreso por conquistar pacientementel En torno vuestro, todas las almas se han establecido en otro plano. Violentamente empujada por la mano de Lenin hacia los problemas económicos del Occidente, Moscú, en un instante, recorre un camino en sentido inverso: Moscú, tirado a ciento cincuenta leguas al Este por el hilo de estas voces asiáticas. Estas gentes que os rodean iqué a su gusto están en Asial.
Se ha extinguido la música. Un lindo rostro, en el que baten cejas pintadas con Rimmel, se vuelve a vuestro lado hacia un americano. Arrullo eslavo en el que se funden las duras sílabas inglesas. Ella pretende encontrarlo tan bello, tan vigoroso a este hombre; totalmente distinto de los pálidos seres de acá, le asegura. cuando el hombre, primero receloso y erizado, se entrega y exhibe en todo sus rasgos, la vanidad satisfecha, iqué súbito restallido de risa de una magnífica insolencial ¡Y qué alegría en todos los rostros que espiaban, desde el rincón del ojo embridado, la comedia representada a pesar suyo por el gran fantoche rubio. Salid. veinte pasos del cabaret de lujo, taberna popular. Risas de hombres ébrios. El paso de los guardias se acerca.
Prostitución. Cabarets. Todo esto existe, es cierto, en Moscú, pero ocupa un lugar singularmente pequeño. Nos burlamos en Francia del extranjero que va a buscar en las salas de Montmartre luces sobre la verdadera vida francesa. Qué decir del repórter que cree haber encontrado la llave del inmenso cambio y la medida de las ideas revolucionarias en este Arbat que en la capital rusa, repito, ofrece una importancia veinte veces menor que Montmartre en París?
La verdadera Rusia no está ahí más que en el Casino Moscovita donde delante de la ruleta y el bacarat, se mezclan blusas obreras y trajes de hace quince años. Un eterno banco fija por instantes en grupos de cera a los lúgubres fantoches del Smolienski.
una Respecto a las leyes y costumbres sexuales, como en varios otros asuntos, la Rusia a pesar de ciertas semejanzas superficiales, se encuentra exactamente a las antípodas de los Estados Unidos.
Uno y otro de estos países pretenden haber resuelto el problema de los sexos. Seguramente, dándoles soluciones bien opuestas.
El nuevo mundo fué el primero en emancipar a la mujer: no hay que quitarle el mérito. No obstante, elevando a la americana sobre un trono donde se encuentra humildemente servida por el varón. no compromete en ella toda esa gama de cualidades femeninas que va de la generosidad a la devoción? Es una absurdidad ciertamente reducir según antiguos yerros el rol de este sexo que tiene derecho a su propia vida a un perpétuo donde sí mismo, ofrecido al marido y al hijo: peor absurdidad, acaso, que arriesgarse a erguir a los lados del hombre, a fuerza de adoración, a una Diosa egoísta y estéril. Es la igualdad en el esfuerzo tanto como en la recompensa, es la participación al mismo tiempo en las dificultades y en las grandezas de la existencia, lo que noblemente se ha otorgado a la mujer eslava.
En cuanto a las cuestiones sexuales, se sabe bien que el Nuevo Mundo, guiado todavía, a pesar de su magnífico crecimiento, por las ideas