Soviet

2 Amauta electora y elegible como el hombre. De hecho, de un extremo al otro del sistema gubernamental desde los Soviets municipales hasta el Comité Central Ejecutivo donde ocupa aproximadamente la cuarta parte de los asientos, hasta el Consejo de Comisarios del Pueblo la ciudadana tiene realmente el lugar que en derecho le corresponde. Salvaguardar el orden de la casa: misión natal de la mujer, aún cuando el orden por vigilar es el de la ciudad o la nación.
Por trabajo igual, salario igual. Los derechos y los prestigios son iguales. Nada distingue la posición de la mujer de la del hombre en las ruedas del Estado. Cooperación o justicia, asistencia o administración: donde penetréis, encontraréis indiferentemente a uno u otro sexo, encargado de la dirección o del detalle. Reintegración de una mitad de la especie humana en las obras que interesan al conjunto.
En la Intelligentsia el rol de la mujer es considerable. Más de la tercera parte de los estudiantes en las Universidades. Más de la mitad de los médicos. En todas partes, trabajo femenino, trátese de laboratorio.
de prensa o de arte. Es verdad que estas costumbres nuevas empujan a veces fuera de su sexo a la mujer, cuya vida acaparan los cuidados de la política, de la ciencia, de la administración y que a veces estos cuidados hacen de ella un ser amorfo y sin gracia. Pero, se encuentra tantas figuras a las que un poco de negligencia en los artificios del tocador no privan de sensibilidad ni de encanto! Y, frecuentemente, el enlace perfecto de las actividades más diversas, un equilibrio que cela la armonía interior en tal cirujana, o tal trabajadora de usina o de laboratorio.
Habéis constatado en la calle el intervalo que en la causa una tan súbita liberación, entre las antiguas generaciones femeninas y las nuevas. Se puede decir que estas costumbres han cambiado los rostros. La autoridad, la vigilancia, el saber, las altas inquietudes, afecciones que han cesado de restringirse a un puñado de seres, parecen hoy, en la máscara atrayente de las mujeres eslavas, rechazar los límites, trazar rutas desconocidas, revestir de los atractivos del deseo mucha cualidad que, en Occidente, no pasa por femenina.
Para los matrimonios, simple oficina de registro. Oficina totalmente parecida a las otras. Ni músicas con sus ecos de infinito y de eternidad, ni ceremonia laica orlada de alocuciones abstractas. Oh! no se remueve ya cielo y tierra. Dos seres desean asociarse? Esta voluntad común se declara tan fácilmente como una carta con valores.
Un registro. Un escriba. Vos tenéis, al menos dieciocho años, ella dieciseis, y queréis unirnos bajo la forma del matrimonio. Sea!
Ninguna autorización, ni de padres ni de nadie, es requerida. Vuestros papeles de identidad. Vuestras firmas. Pagad un rublo. Tomad este certificado. Está hecho.
Hay que decir que la sala vecina, la de los divorcios, es igualmente frecuentada. El día en que querráis romper la unión, no os costará sino una treintena de kopecks y no tendréis necesidad de incomodaros los dos. Para el divorcio basta la simple declaración de uno de los cónyuges. Si el otro ignora esta separación, una simple carta se la comunicará.
Los esposos, los precarios esposos, pueden, a su gusto llevar el nombre del hombre o el de la mujer, o a la vez uno y otro, unidos en