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tica, al lograr su más alta y acabada perfección expresiva, algo que corresponde, creo yo, a ese momento y ese espíritu de orden de que usted nos habla, significa y entraña la culminación, la síntesis, la más alta expresión, fruto de una superación constante y una depuración lenta, incesante, de esa actitud orgánicamente defensiva, inmunizadora, de un pueblo o una época. Inicialmente, pues, toda cultura no es un producto estético, artístico, es decir, un producto superior de las actividades expresivas, sino expresión simple, elemental, inmediata, vital y creo también, que toda cultura, si quiere tener sentido propio, si quiere ser ella misma, si no quiere anularse, tiene que buscar esa perfección, esta síntesis, esta forma superior, artística, dentro de ella misma, superándose, depurando y elevando a planos superiores de la expresión sus formas y elementos constitutivos. Dice usted, refiriéndose a las culturas occidentales, que. lo que yo pido es la absorción de aquel espíritu de orden, de harmonía, de humanidad perfecta y de humanísima razon. Pero, este humanismo, es y significa una actitud vital, constitutiva, encierra todo un sentimiento de la vida, y cuando este humanismo surja en Indoamérica, que surgirá, será un humanismo específicamente indoamericano, sin nada de común con aquellos. Cómo, creyendo en el anonimismo de las creaciones artísticas, en el alma colectiva, siendo deterministas, podríamos, a priori, elegir y fijar algo que corresponde a la eclosión y al momento final, de un largo proceso y desenvolvimiento de una cultura? Si usted, como yo, crée que en nuestros países hay posibilidades humanas latentes, de las cuales pueden surgir nuevos módulos y formas de cultura y de pensamiento. cómo podríamos, de antemano, precedir lo que ellas han de darnos, y no haremos por estimular sus manifestaciones, su desenvolvimiento, esperando que si hoy tienen un valor y un interés, para no.
sotros apasionante, como pura expre sión humana, como posibilidad y revelación, mañana, un mañana algo remoto, tal vez, pero cierto, tengan ese valor artístico y ese sentido de humanidad perfecta, que para ellas pide usted. Creo, amigo Tamayo, que toda universalismo y toda forma de universidad, se reducen a una simple proyección, centrífuga, de unas posibilidades y unas formas iniciales. Intentaré explicarme. Inicialmente, toda cultura.
se reduce y circunscribe a un círculo limitado de soluciones, de intereses, de valoraciones humanas: poco a poco, este círculo va ensanchándose, concéntricamente, y estas soluciones, esos intereses, extienden su radio, sus posibilidades de comprensión, su alcance y sus límites, hasta universaliLa universalización de toda cultura, su espíritu de humanidad perfecta. responde y se produce, pues, por un movimiento contrífugo, de dentro para afuera, pero, en ninguna manera, en ningun caso, de fuera adentro. Porque entonces, por mas vigorosa que sea la fuerza asimiladora de una cultura, siempre se desvirtúa y contradice su ley de crecimiento, ese determinismo, esa alma colectiva, de que usted nos habla. Por ello, admiro yo, profundamente, apasionadamente a México, y por ello mi fé profundísima en la fecundidad del esfuerzo que se está llevando a cabo en este maravilloso país. No son motivo de mayor admiración para mi, querido Tamayo, las ruinas: la arqueología no es mi gran pasión, pero admiro, si, con fervor, con gran fervor, al indio que lleva en si, concentrado tras tres siglos de barbarie española, todo su ancestralismo racial, todo el peso de su sangre y su ascendencia, y que, hoy, abre de par en par, su ávida curiosidad: admiro la obra, llena de expresión y de sentido, de los pintores indígenas mexicanos: admiro la labor que se viene realizando en la Casa del Estudiante Indi