BourgeoisieCapitalismIndividualism

68 Amauta Navarro Monzó, para quien San Francisco de Asís, Diógenes y el propio Jesús serían la sublimación de esta estirpe espiritual, dice que el bohemio es la antítesis del burgués. Charlot es anti burgués por excelencia. Está siempre listo para la aventura, para el cambio, para la partida. Nadie lo concibe en posesión de una libreta de ahorros.
Es un pequeño don Quijote, un juglar de Dios, humorista y andariego.
Era lógico, por tanto, que Chaplin solo fuera capaz de interesarse por la empresa bohemia, romántica, del capitalismo: la de los buscadores de oro. Charlot podía partir a Alaska, enrolado en la codiciosa y miserable falanje de los que salían a descubrir el oro con sus manos en la montaña abrupta y nevada. No podía quedarse a obtenerlo, con arte capitalista, del comercio, de la industria, de la bolsa. La única manera de imaginar a Charlot rico era esta. El final de Gold Rush. que algunos hallan vulgar, porque preferirían que Charlot regresara a su bohemia descamisada. es absolutamente justo y preciso. No obedece mímicamente a razones de técnica yanqui.
Toda la obra está insuperablemente construída. El elemento sentimental erótico interviene en su desarrollo en medida matemática, con rigurosa necesidad artística y biológica. Jin Mc Kay encuentra a Charlot, su antiguo compañero de penuria y de andanza, en el instante exacto en que Charlot, en tensión amorosa, tomará con una energía máxima la resolución de acompañarlo en la busca de la ingente mina perdida. Chaplin, autor sabe que la exaltación erótica es un estado propicio a la creación, al descubrimiento. Como Don Quijote, Chaplin tiene que enamorarse antes de emprender su merario viaje. Enamorado, vehemente y bizarramente enamorado, es imposible que Chaplin no halle la mina. Ninguna fuerza, ningún accidente, puede detenerlo. No importaría que la mina existiera.
No importaría que Jim Mc. Kay, oscurecido su cerebro por el golpe que borró su memoria y extravió su camino, se engañase. Charlot, hallaría de todos modos la mina fabulosa. Su pathos le dá una fuerza suprarreal. La avalancha, el vendabal, son impotentes para derrotarlo. En el borde de un precipicio, tendrá sobrada energía para rechazar la muerte, y dar un volatín sobre ella. Tiene que regrede este viaje millonario. quién podía ser dentro de la contradicción de la vida el compañero lógico de tura victoriosa. Quién sinó este Jim Mc Kay, este tipo feroz, brutal, absoluto de buscador de oro que, desesperado de hambre en la montaña, quiso un día asesinar a Charlot para comérselo?
Mc Kay tiene rigurosa, completamente, la constitución del perfecto buscador de oro. No es excesiva ni fantástica la ferocidad que Chaplin le atribuye famélico, desesperado. Mc Kay no podría ser el héroe cabal de esta novela, si Chaplin no lo hubiese concebido resuelto, en caso extremo, a devorar a su compañero. La primera obligación del buscador de oro es vivir. Su razón es darwiniana y despiadadamente individualista.
En esta obra Chaplín, pues, no sólo se ha apoderado genialmente de una idea artística de su época, sino que la ha expresado en términos de estricta psicología científica. The Gold Rush confirma Freud. Desciende, en cuanto al mito de la tetralogía wagneriana no sar su avena