Amauta 57 cana precolonial del mismo modo que de las culturas occidental y oriental. ese anhelo es falso que responda en ningún momento a la inquietud de otra raza que no sea la mestiza y menos aún a la del indio de anteconquista que carece de inquietud y vive relegado a un rol de indolencia, de inactividad espiritual e intelectiva, casi de muerte. El indio aborígen, sometido en la conquista, no ha pretendido hasta este momento NADA. Puede decirse que ese ente ha desaparecido del escenario creador de América. Pues, en los cuatro siglos que siguen a la conquista, toda la actividad ideológica, espiritual e intelectiva de América, pertenece exclusivamente al mestizo. La consciencia americana palpita en el tipo mestizo.
Por otra parte, ese indio de la raza de preconquista, actualmente resulta en América un rara avis, puesto que las nueve décimas partes de americanos están formadas por mestizos, aun cuando en Perú y Bolivia las tres cuartas partes de la población se formen de indios numéricamente, que cualitativamente importan una insignificancia.
Es sarcástico que la literatura sentimental y exótica niegue la personalidad racial poderosamente creadora del neoamericano: mestizo. para exaltar el falso valor actual del indio tipo de la raza precolonial y le involucre toda la inquietud de aquél.
Todas las grandes figuras del Continente. pensadores, artistas, políticos, revolucionarios, inventores, industriales, etc. en los cuatro siglos posteriores a la conquista en el caso del Perú, desde el primer cronista americano, Garcilaso de la Vega, hasta el doctor Valcárcel, por ejemplo. son mestizos. Sin embargo, para el doctor Valcárcel, por ejemplo, en América todo lo bueno que se ha producido, responde al indio, y todo lo malo al mestizo o al blanco. Toda la actividad revolucionaria que agita al Continente, sabemos todos y muy bien, que se debe al pensamiento mestizo de los americanos; pero, muchos, como el doctor Varcárcel, pretenden que parte del indio. El mestizo, porque algunos tipos de la raza son gamonales. tinterillos. mandones. resulta genéricamente vil, malo, inmerecedor de formar la personalidad americana; el indio, en cambio, porque alguna rara vez ofrece el caso de un ente que llega a la escuela y se alfabeta, o al cuartel para acabar en policía o gendarme, alcanza a ser cura de aldea, o, por una viciosa exigencia sexual de su patrona, cohabita con ella y se hace mayordomo del latifundio, o, como único caso estimable, logra alguna, siempre escasa, cultura merced al fanático interés del adventista, es presentado como el tipo non plus ultra del personaje americano.
Hay una terrible ceguera para tratar la cuestión racial de América, ceguera que nace en un apasionado y anacrónico modo de ver la civilización inca. Porque el indio americano antes de la conquista, mediante sabe Dios qué proceso evolutivo alcanzó una civilización magnífica, se cree que, ahora de un momento a otro, después de cuatrocientos años de pasiva esclavitud, de estancamiento intelectivo, de vida animal de que no ha pensado ni piensa redimirse, por arte mágico ha de ponerse a la cabeza de nuestras inquietudes y conducirnos a donde precisamente nosotros nos sabemos obligados a conducirlo, no sólo nos sabemos obligados, sino estamos capacitados.
El indio de la antigua raza americana, no es pues el personero de la nueva raza de América. El neoindio no es ningún Huamán o Kes