26 Amauta Alma mía contestéiqué me quieres?
Mi alma, mi buena alma casta, preguntó. Vas bien, chiquillo. Tiemblas. Sufres. Acaso quieres dormirte ya. Sabes dónde para el viento. Quién eres?
Por largo rato zambullía estas preguntas en el lago hondo y salobre del horizonte. Desconozco mi deseo, alma mía, y no quieres que me ignore. le increpé, trémulo.
La montaña o su espíritu vino en mi auxilio. Revestía la forma de su pensamiento, achachila colérico: ojos que tienen serenidad; música que se vuelve palabra. He aquí una charla de amor dijo digna, por cierto de amable compañía. al ver que me tomaba el espanto. No te inquietes, chiquillo profirió, en una carcajada de torrente. No te inquietes; toda mi pesada barriga, vieja de nutrición, siempre madre de nuevos abortos, vale bien una espiritual cachaza Soy como tú un locuelo rapaz, amante de doncellas y de besos ¡Cuántos hímenes desflorados conocieron mi naturaleza en la doncellez florida! Tengo el espíritu alegre. no ves en el laborioso secreto de mis órganos. Si, puedo sustentarte, vivo y funciono!
Mi alma le miró con el sentido de lo bello; pero hacia ella embocó esta vez sus cornetas solares. Por qué le aturdes, alma de cántaro. No sabes que la ignorancia es principio necesario a la vida. Si vives, ignoras!
Mi alma, mi buena alma casta se alejó inmersa en el lago salobre de mis ojos. Me llegaba su voz, pero yo la sentía agena. Tú el ave del armonioso vuelo gritaba, alejándose, alejándose tú la marioneta que presto desaparece.
Tocome entonces en suerte la palabra gritada y azotada de la montaña disforme, de la montaña que se alzó desde mi niñez al pié de mi cuna, canción plañida en el seno materno. Lee; analiza, feto! grandes gritos vociferaba la montaña. Naciste para retener la eternidad! Eres la afirmación del viento, germen de palabra. Tú llegarás a dios, con solo ejercitar el penel ¡Engreído, eres un engreimiento de tempestad y un principio de relámpago!
El horizonte temblaba de una intención de sexo. El instante tenía chispa fúlgida. La vida accionante provenía de la estática de una voluntad superior al pensamiento. El Tiempo era grano de esa voluntad. Lo que avanza y lo que regresa eran entonces comprensibles. supe cómo el árbol inmóvil, camina. Pueblo atajado, es pueblo que Hambre que no gime, devora. el hombre, este temblor perpetuo de futuridad, clavado en el áscua de la noche como el sabañón en el trasero del asno SENSACION DEL IDOLO avanza.
Es un bosque henchido de luceros a la hora de la primera alba.
La humedad palpita en el silencio. Roncan el insecto fosforescente y el cuadrúpedo que se lame la garra.
La penumbra parece cuajarse del hombre.