Amauta 25 mentarlo mandaba consultar en la asadura del llamo sacrificado, inquiriendo por el remedio.
En buena porción los hombres eran diligentes y las mujeres caminando por sendero limpio descubrían las ventajas de la honestidad.
Unos hacían las usutas; otros hilaban maravillosamente lana para el cumpi.
Pero esto no le tranquilizaba. Ninguna preocupación era mayor para él que la relacionada con la enfermedad de sus jóvenes Solía mandar a grandes voces. Mata. Descuartiza. Ahorcal iQuítame tan feas costumbres!
No des tregua a tu severidad! los servidores tornaban desconsolados. Anka phaway, tatay. Tatay, Apu İnti! Imprecaba al Sol: Padre mío, aconséjame.
Al verle pasar los chacareros detenían su labor y él los bendecía con sonrisas paternales. Se estaban disponiendo a sembrar. Hundían la tajlla unos, otros rociaban escremento; las mujeres dejaban caer las semillas y cubrían los surcos. pensó el Inka. El wano entona al polvo y el grano crece. Gran sabiduría de los achachilas! Ya nada produciría Mamapacha si el hombre no la ayudara, įhasta ella pierde sus buenos recursos!
Obsesionado llegó a la finca donde lo esperaban los Amautas. Los signos revelan que tus antepasados mezclaban los pueblos de su dominio, para que estando separados de sus lugares olvidaran sus vicios, contagiándose las virtudes del gobierno.
No cabía duda. Las palabras del joven lector de kipus eran la voluntad del Sol.
Cierto día pregunto. Los kollawas son ya sumisos al destino superior del hombre. Ahora son bravos y duros, como siempre, tatay, Apu Inka, pero además son alegres y están sanos.
Otro día con aire imperioso ordenó. Echad kollas al ayllu corrompido!
Los kollas dejaron sus lugares, su lengua tosca y sabia, los riscos ásperos de su tierra, los fríos intensos de sus noches, el rayo y el trueno, la parquedad de sus chujllas. la tibieza de sus valles albergó simiente de hombres serios!
Ya entonces el mitmak era fórmula para llegar al hombre cósmico.
KAKA Apoyé la mano sobre la roca color de hueso. Mis cinco dedos se dibujaron sobre la roca áspera color de hueso. Brillaron al Sol moluscos fosilizados. Las conchas de moluscos, a través de mis dedos, dijeron una simple melodía.
Mi alma clamó. Runa waina. Qué ponder? Mis ojos miraban, ero nada veían; desde donde estaban no percibían la pulsación del ritmo. Runa wainal