22 Amauta El es bruto; ella consentida pensó el kolli Vienen juntos y, desde luego, caminan juntos; pero así como vinieron se irán.
Uno. Dos! Martincho, él; Malica, ella ¡Uf, pestilencia!
Pastores de cuchis se roban la miel de las abejas Acaso pronto regresen: Uno. Dos. Tres! Martincho, Malica, Martincho, Malica Por excelente que parezca el lenguaje del awicho, no lo entendieron Martincho y Malica. Martincho le arrancó de un tirón la rama más jovial de la fronda y el viejo se lamentó justamente herido.
Pero ya Malica estaba preñada!
Chiwá! Chiwá! Dando saltos acrobáticos sobre las piedras, el Chiwanco pitaba febril. Es alegre la vida decía porque se puede saltar con ella y se la puede cantar!
Mientras trituraba hojitas del renuevo el Achago pensaba. Hay alegría cuando hay abundancia!
De rama en rama cantaba el kalluncho de pecho encendido. La alegría es don de la inocencia! flores, animales y cosas, entonaban jarawis para la alegría de piés ágiles.
Esta es una de sus parábolas El toro bramaba ſmugi! ſmugi! La vaca respondía ſmúu!
jmúu!
LA MUERTE DEL CABECILLA Un largo camino le quedaba por hacer. la saliente del pueblo, morralla del Tiempo, el cerro dibujaba su cresta rebelde, y al fondo se desesperaba ciudad antiquísima lamentándose en las campanas de sus torrezuelas San Pedro de Juli! Vieja afición de frailes y gamonales. El salía destinado a tumbarla toda, desde sus cimientos! pulverizar la curpa de sus casas destartaladas. eso le mandaban los comunarios. Para eso viajó repetidas veces al Limas. Ya lo mismo salía esta vez, y saldría mil si fuese necesario. Nadie estaba a su lado, mientras sus ojos esperanzados contemplaban las hileras de casucas y los moginetes de jichu. Su mujer y sus hijos quedaban jesperando! en la chujlla junto al nevado ¿Qué te harás ahora, Emeterio Champilla. Ah. El kelkere! Es mañoso. el bribón, pero tú le conoces sus triquiñuelas; has aprendido a conocerlas; a puntapiés te enseñó a que las conocieras ¡No hay miedo! Engañarte ahora no es fácil, aunque a decir verdad tampoco sería raro si te echara tierra a los ojos. caminar, caminar acullicando la cuca de los tristes; alto, membrudo, de ojillos de vizcacha, al andar, se le ensanchaba el tórax y temblaba la musculatura de sus muslos de piedra.
Así llegó a la Prefectura, al Obispado. Así, reverente y macizo visitó al periodista, al abogado, al proindígena. Ante todos expuso la ferocidad con que se roba las tierras de comunidad; la brutalidad con que se trata a los miserables indios, peones y alcahuetes gratuitos del gamonal. Le dan oficios, le regalan promesas, una sonrisa una mirada de estupor. Ah, y si él no estuviera habituado a tanta basura! Pero, en fin. Al periódico! El periódico La publicación que abre esperanzas en el corazón del sunka. Ya le