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Amauta 15 na.
te abastecidos de oportunismo fassalliano y de elocuencia jauressiana.
Eliseo Reclus, había definido a Bélgica como el campo de experiencia de Eurpa. La democracia occidental sentía descansar su optimismo en este pequeño Estado en que parecían dulcificarse todos los antagonismos de clase y de partido. El proceso de la guerra quiso que en esta beata sede de la Ile Internacional, la política de la unión sagrada llevara a los socialistas al más exacerbado nacionalismo. Los líderes del internacionalismo, se convirtieron en excelentes ministros de la monarquía. De aquí proviene, evidentemente, en gran parte, la desilusión de Henri de Man respecto al internacionalismo de los socialistas.
Sus inmediatos puntos de referencia están en Bruselas, la capital donde Jaures pronunciara inútilmente dos días antes del desencadenamiento de la guerra, su última arenga internacionalista.
En su erección nacionalista, ante la invasión, Bélgica mostró mucha más grandeza y coraje que en su oficio pacifista e internacional ZZ de bureau del socialismo europeo. El sentimiento de la falta de heroismo afirma Piero Gobetti. nos debe explicar los improvisos gestos de dignidad y de altruismo en este pueblo utilitarista y calculador que, en 1830 como en 1924, en todos los grandes cruceros de su historia, sabe comportarse con desinterés señorial. Para Gobetti, a quien no se puede atribuir el mismo humor de polémica con Vandervelde que a Sorel, la vida normal de Bélgica sufre de la ausencia de lo sublime y de lo heroico. Gobetti completa la diagnosis sorellia La fuerza de Bélgica observa está en el equilibrio realizado entre agricultura, industria y comercio. Resulta de esto la feliz mediocridad de las tierras fértiles y cerradas. Las relaciones con el exterior son extremamente delicadas; ninguna audacia le es consentida impunemente; todas las crisis mundiales repercuten con gran sensibilidad en su comercio, en su capacidad de expansión, amenazando a cada rato constreñirlo en las posiciones seguras pero insoportables de su equilibrio casero. Bélgica es un pueblo de tipo casero y provincial, empujado por la situación absurda y afortunada, a jugar siempre un rol superior a sus fuerzos en la vida europeo. las consecuencias de la tradición y la mecánica de la vida belga, no podía escapar el movimiento obrero y socialista. La práctica de la lucha de clases agrega Gobetti no era consentida por las mismas exigencias idílicas de una industria experimental y de una agricultura que acerca y adapta a todas las clases. La mediocridad es enemiga hasta de la desesperación. Un país en el cual se experimenta, no puede dejar de cultivar la discreción de los gestos, la quietud modesta y optimista.
Además, aunque del 1848 al 1900, han desaparecido casi completamente en Bélgica los artesanos y la industria a domicilio, el instinto pequeño burgués ha subsistido en el operario de la gran industria, que a veces es contemporáneamente agricultor y obrero y siempre, habitando a treinta o cuarenta kilómetros de la fábrica, se sustrae a la vida y a la psicología de la ciudad, escuela de socialismo intransigente. juicio de Gobetti, los líderes del socialismo belga han conducido a los obreros de Bélgica a la vanguardia del cooperativismo y del ahorro, pero los han dejado sin un ideal de lucha. Después de treinta años de vida política se hallan de representantes naturales de un socialismo áulico y obligatorio, y continuador de las funciones conservadoras.