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2 Amauta su vocacomo limitada. Soberana e ilimitada por su naturaleza, ción en potencia y en cuanto a su objeto final en la historia; pero sin soberanía y limitada en cada una de sus realizaciones y en uno cualquiera de sus estados. Engels: La Moral y el Derecho. Verdades Eternas. Este pensamiento, en el dominio en que vosotros me demandáis considerar tal expresión particular, no puede sino oscilar entre la conciencia de su perfecta autonomía y la de su estrecha independencia. En nuestro tiempo la producción artística y literaria me parece sacrificada enteramente a las necesidades que este drama, al término de un siglo de poesía y filosofía verdaderamente desgarrantes (Hegel. Feuerbach, Marx, Leutreamont, Rimbaud, Jarry, Freud, Chaplin, Trotsky. tiene de desarrollarse. En estas condiciones decir que esta producción puede o debe ser reflejo de las grandes corrientes que determinan la evolución económica y social de la humanidad, sería formular un juicio bastante vulgar que implicaría el reconocimiento purumente circuntancial del pensamiento haciendo prescindencia de su naturaleza fundamental, a la vez incondicionada y condicionada, utópica y realista, que halla su fin en si misma y no aspira sino a servir, etc. No creo en la posibilidad actual de una literatura o de un arte que expresen las aspiraciones de la clase obrera. Si rehuso creerlo es porque en el período pre revolucionario el escritor o el artista, de formación necesariamente burguesa, es por definición inepto para traducirlas. No niego que pueda hacerse idea de ellas, y que, en condiciones morales que bastante excepcionalmente se presentan, sea capaz de concebir la relatividad de cada causa en función de la causa proletaria. Hago de esto, para él una cuestión de sensibilidad y de honradez. No escapará, por esto, a la duda remarcable, inherente a sus medios de expresión, que lo fuerza a considerar, en si mismo y para él solo, bajo un ángulo muy especial la obra que se propone cumplir. Esta obra para ser viable, exige ser situada en relación a ciertas obras ya existentes y debe abrir, a su turno, una vía.
Guardadas todas las proporciones, sería tan vano alzarse, contra la afirmación de un determinismo poético, cuyas leyes no son impromulgables, como contra la del materialismo histórico.
Lo afirmo, por mi parte, convencido de que los dos ordenes de evolución son rigurosamente parecidos y que tienen, además, esto de común que no perdonan. Lo mismo que las previsiones de Marx, en lo que concierne a casi todos los acontecimientos exteriores, sobrevenidos desde su muerte hasta nuestros días, se han mostrado justas, no veo lo que podría invalidar una sola palabra de Lautreamont tocante a los acontecimientos que no interesan sino al espíritu. Por el contrario, tan falso como toda empresa de explicación social distinta de la de Marx, es para mi todo ensayo de defensa y de ilustración de una literatura y de un arte llamados proletarios en una época en que nada sabría reclamarse de una cultura proletaria, por la excelente razón de que esta cultura no ha podido todavía ser realizada, ni aún en el régimen proletario. Las vagas teorías sobre la cultura proletaria, concebidas por analogía y por antítesis con la cultura burguesa, resultan de comparaciones entre el proletariado y la burguesía, a las cuales el espíritu crítico es completamente extraño. Es cierto que vendrá un momento en el desarrollo de la sociedad nueva en que la economía, la cultura, el arte, tendrán la más grande libertad de movimiento, de