Amauta 57 lo confundía, lo estrechaba y lo tundía hasta hacerlo a ratos enmudecer.
Mano de Plata tuvo al fin que declararse vencido, y entonces José Manuel cerró el contrapunteo con una décima llena de modestia y generosidad y tendiéndole al contrario su mano vencedora.
Entonces el jurado, imperturbable ante las vivas y ruidosas aclamaciones del victorioso, deliberó por breves instantes y, una vez acordes los tres maestros, el que los presidía, habló por última vez. Altos y nobilísimos señores: Después de haber escuchado concienzudamente a los muy meritorios maestros guitarristas José Manuel Sojo y Nicanor de los Santos Seminario por el espacio de tres horas de reñidísima lucha, nosotros, los llamados Juan de Peralta, José Mercedes Rentería y Jacinto Guaylupo, decimos, sostenemos y proclamamos, con toda imparcialidad inspirada en nuestro leal saber y entender, que el llamado José Manuel es el vencedor, y a quien, por insinuación de sus admiradores y especial acuerdo nuestro, confirmamos desde hoy y pro témpora, con el mote de Mano de Oro. este es nuestro fallo, que lo damos imparcialmente, como dejado dicho queda, y que dictamos desde este lugar y en presencia de lo más granado del piurano señorío, en uso de la confianza que los muy nobles y dignos señores don Juan Francisco de los Ríos y Zúñiga y Peñaoranda del Villar don Pardo y don Jerónimo Seminario y Jaime quisieron depisitar en nosotros.
Apenas terminada la proclamación, que todos recibieron con vivas demostraciones de júbilo y simpatia a José Manuel, el vencido ceñudo y trágico, se irguió y dirigiéndose a la mesa, frente a la cual los otros dos maestros permanecían sentados gravemente, afirmó sobre ella su diestra, desenvainó con la otra el machete, y con feroz resolución se la amputó de un tajo, a la vez que, cogiéndola y tirándola a los pies de su vencedor, después de haber envainado el sangriento puñal, decía. Matalaché, Nicanor sabe cumplir con lo que promete.
Ahí te va mi diestra, que ya no me sirve.
Una exclamación de horror brotó de todas las bocas, horror que se acresentó cuando el pobre vencido, mostrando el rojo muñón al jurado, disparó contra él un copioso chorro de sangre.
Han sido ustedes justos, maestros. como ya he dejado de ser Mano de Plata. pues mejor sin élla que con ella.
José Manuel, que, aun no repuesto de la sorpresa, veía que su leal competidor se tambaleaba como un ebrio, amenazando caerse, corrió a auxiliarlo, y cogiéndole por la cintura, lo levantó en peso y partió con él a la enfermería, mientras los señores se dedicaban a atender a las damas, gran parte de ellas desmaya das a causa de la brutal conmoción.