Amauta 55 De estas reflexiones vino a sacarlo la voz implacable del presidente del tribunal, que decía. Aceptado el reto en la forma propuesta por Nicanor de los Santos Seminario, va a entrarse de lleno en el torneo musical, para apreciar el repertorio de los contrincantes, cerrándose después con el contrapunteo, para el cual se les dejará el tema libre.
Nicanor de los Santos volvió a empuñar la guitarra, y por espacio de una hora tuvo en suspenso a la concurrencia con sus canciones y tristes. Confiado todavía en el poder y destreza de su mano, de aquella mano que la admiración pública había bautizado con el honroso y expresivo mote de Mano de Plata, esforzábase por superarse, por sacar del instrumento el triunfo, que sentía irsele, y de su voz, opacada por el temor de la derrota, la salvación de esa diestra que, tan jactanciosamente, había arriesdo. lo consiguió en gran parte. Los oyentes arrastrados por el entusiasmo del momento, aplaudianlo y vitoreábanlo al final de cada pieza, yendo alguno de ellos hasta decir que tocar mejor era imposible. El jurado, emboscado en su impasibilidad de esfinge, parecía no escuchar el ruido de la bulliciosas manifestaciones. Diríase que dormitaba en espera del silencio definitivo para fallar y salir de tan embarazoso compromiso.
Las handejas de refrescos, pastas y mistelas volvieron a circular profusamente, haciéndose una gran pausa, durante la cual los convidados, divididos entre seminaristas y sojistas, discutian prematuramente la victoria; unos, dudosos, otros, intransigentes, nientras los anos de los duelistas, inás firmes que nunca en su opinión, cambiaban amables cumplidos con una cortesía de floretistas de academia. Qué le parece a usted lo de la mano? preguntó don Miguel Jerónimo al de los Ríos. Mi negro es capaz de no perdonársela al suyo. No tengo yo esa opinión del mío. El mío, si triunfa, que triunfará, porque todo lo que ha tocado Nicanor es cosa vieja y resobada, no seria capaz de ir a ese salvajismo. Ya lo he dicho: Para qué habría de querer José Manuel la mano de otro, teniendo él una tan buena e invencible como la suya? Todo eso de su negro no es sino bravuconería, farfulla, mi señor don Jerónimo, por lo mismo que él dice que no lo es, con el fin de asustar a José Manuel y quitarle el aplomo y la confianza en sí mismo. Pero ya ha visto que mi moreno no se asusta. Bueno, bueno, bueno. Poco falta para «verlo.
Alrededor de María Luz los comentarios eran muy otros, aunque también apasionados. La mayoría de las damas, confiaba ostensiblemente en el triunfo de José Manuel. Después de lo que habían oido tocar, tan fino y emocionante, lo que vendría tenía que ser definitivo. Los caballeros que las escuchaban sonreían obsequiosamente, haciendo con ellas partidas y aprovechando de la ocasión para deslizarles alguna frase intencionada.
Un nuevo preludio impusoles silencio a todos, y de la guitarra de José Manuel principió a brotar un raudal de cristalina