52 Amauta Me han dicho, José Manuel, que así como tocas cantas, y que donde vos te plantas no hay quien te quite el laurel.
Aunque leído yo no soy y mi mollera es muy ruda a Dios le he pedido ayuda pa vencerte y aqui estoy.
Vamos, pues, de güeno a güeno a probar cuál es mejor, a quién le darán la flor, o a quien le pondrán el freno.
Si pierdo, juro, y no en vano, que no volveré a tocar, pues me cortaré la mano, y te la daré a guardar; y de mi vigüela haré astillas pa la candela. Pa qué quiero yo vigüela si vences, Matalaché?
Sabe, pues, por esta muestra, y lo digo sin farfulla: si pierdo te doy mi diestra; si gano, me das la tuya.
Mano de Plata terminó su valiente y salvaje reto con un rasgueo culebreante, como si así hubiese querido demostrar que lo que acababa de decir lo rubricaba con su diestra, mientras el público, alborozado y más vibrante que el instrumento que acababa de oír, atronaba el patio con su aplauso unánime y alentador.
Don Miguel Jerónimo, repantigado en su sillón, en olímpica actitud, recibía, sonriente el homenaje, agradeciendo, con rendidos movimientos de cabeza, los cumplidos que le dirigían sus amigos y parciales. Bah. No es para tanto! Aquello es nada todavía gritaba más confiado que nunca en el triunfo de su esclavo. Eso no vale la pena!. Cuando entre en juego verán ustedes lo que es canela y flor de romero.
María Luz, demudada por la dolorosa emoción que le causaHan los aplausos y, más que todo, por la intención brutal del reto, que ponía a los contendores no sólo en la alternativa de perder amo y fama, sino de personalizar el duelo, pues conociendo el orgullo de José Manuel, mejor que nadie, sabía hasta dónde era capaz de ir, luchaba por ocultar su pensamiento, y mientras interiormente se enfrentaba a su tragedia, por fuera, representaba con máscara de sonrisa, la comedia del disimulo.