Amauta 47 sea peor es que en esto, a pesar de habérseles dicho que se fueran con la música a otra parte, Rivadavia ha insistido hasta dos veces. Qué se cree usted, amigo don Juan Francisco, que aquí, por ser este un triste rincón del mundo, no sabemos lo que piensan y hacen por allá abajo los corifeos de la Revolución. Pero usted no cree, don Joaquín, que todo eso no más que ardides de la diplomacia. exclamó medio desconcertado el de los Ríos. o una invención de los realistas, para desacreditar la obra de esos hombres. Suponga usted lo que le parezca. Lo cierto es que con la derrota de Viluma, hay que dar por vencida a la Revolución del Río de la Plata, y, por ende, terminada la insurrección de la América, afirmó Helguero enfáticamente. Oiga usted, señor mío dijo, en calidad de refuerzo inesperado don Manuel Diez de Florencia, que hasta ese momento se había limitado a escuchar, aunque impacientem; la insurrección de las colonias no puede terminar sino con la libertad de todas éllas. La insurrección no es obra solamente de los hombres sino también de Dios, y contra Dios nada pueden los señores ni los déspotas. Ha llegado el momento en que los siervos se conviertan en hombres libres, de que la usurpación le ceda el paso al derecho, y nada podrá detener este designio providencial. Hasta cuándo cree usted que vamos a estar sumidos en esta esclavitud, padeciendo de desigualdades, menosprecios y postergaciones irritantes. Basta de tutela y explotación inicua. Estamos ya bastante crecidos para saber mejor que los de la península lo que nos conviene y lo que debemos hacer. No lo parece repuso Seminario y Jaime, el de la barbilla voluntariosa. si no, ahí está el terremoto del año antepasado. Qué hemos hecho frente a esa calamidad? Tontear, llorar, rezar y disputar. Todo se ha ido en papel y tinta y peticiones a Trujillo, pero en efectivo, nada. Los templos y demás edificios públicos, se quedarán como están; unos en el suelo: otros a medio caer. no se diga que por falta de dinero. Ustedes han visto que el Corpus de este año se está celebrando ca. Se derrocha el dinero en otras cosas, pero en el servicio de nuestra arruinada ciudad. Bien, bien; en eso estamos de acuerdo, señor de Helguero exclamó Dieguez de Florencia. para que el sermón no se repita ni menos en lugares como éste, inicie usted, señor mío, una suscripción pública, encabezándola usted, por supuesto, y a la cual me adhiero desde ahora, con quinientos pesos. Qué ocurrencia! Eso sería arrogarme yo un papel que no me corresponde. Para eso está el señor Subdelegado, o el Cabildo, o la gente de la Iglesia. Pues la inicio y la encabezo yo. Con cuánto se inscribe usted, señor don Joaquín. Hombre, con lo mismo que usted se ha inscrito, aunque desconfío del entusiasmo de este momento.
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