46 Amauta No, mi señor hermano. replicó tranquilo don Miguel Jerónimo no se trata de cambiar de amor sino de sistema, de darnos un gobierno que garantice la libertad y el trabajo de todos, criollos y mestizos, indios y libertos; que nos reparta una justicia más equitativa y no se la dé al que mejor le pague. Sobre todo, de la libertad de comerciar con quien querramos añadió el señor de los Ríos y Zúñiga. Basta de trabas e imposiciones. Es por eso también que han combatido los de Buenos Aires hasta independizarse de la corona. usted cree, mi don Juan Francisco, que esa independencia está ya asegurada. interrogó don Joaquín de Helguero, mirando de reojo al sitio en que se hallaba el subdelegado, departiendo con el alcalde y otras personas del oficialismo. Yo, como usted sabe, estoy, por razón de mis negocios, en continua relación con gente de Chile y sé que eso está perdido. La derrota de Rancahua ha sido un golpe mortal. El gobierno de Buenos Aires es una merienda de negros. Todos quieren mandar y nadie.
obedecer. Hay por ahí un Artigas que es, valga la comparación, un toro sin beta, que emhiste y arrasa pueblos cuando se le antoja. como todos se temen, y se recelan, y se envidian, unos se han decidido por un amo extranjero, y otros andan pidiéndole protección al inglés. No es para reir. No es para reir, mi querido amigo repuso el señor de La Tina, que como persona vuelta de allá, hacía apenas un año, se creyó llamado a contestar y desvanecer ciertas especies deshonrosas para los hombres de la Revolución. Una cosa es juzgar desde aquí los acontecimientos y otra, juzgarlos desde allá.
Yo no dudo que la independencia de Buenos Aires está ya asegurada. Lo que usted, señor de Helguero, considera gobierno y mala inteligencia no es más que desorientación y tanteos. Es natural. Aquel pueblo está aun ofuscado con los resplandores de la Jibertad. No es envidia la que sus hombres se tienen, sino emulación, afán de ser cada uno el primero en el servicio de la patria. Pero que se intente amenazarlos en su libertad y los volverá usted a ver a todos unidos. Yo conozco a Belgrano, a Castelli, a Paso, a French, a Beruti, Vieytes y otros más, por haber asis. tido a la fábrica de este último y a la quinta de Rodríguez Peña, y sé todo lo que esos hombres pensaban en materia de gobierno. uno de sus pensamientos era el de formar un gobierno propio en el Río de la Plata, libre de toda intervención europea. No me parece muy exacto, y usted perdone, señor don Juan Francisco, lo que se refiere a Belgrano replicó Helguero, que quería a todo trance destruir el efecto producido por la verba ilustrativa y convincente del que acaba de hablar. pues es sabido ya por muchos a qué fué con Rivadavia a Londres. Qué no? Pues fué; ni más ni menos, que a negociar, por medio del inglés, con Fernando VII, para que les enviara un príncipe español. Aunque algunos aseguran que a pedir el protectorado de Inglaterra. todo esto za cambio de qué? cambio de la libertad de comerciar. Santa libertad la invocada por esos señores! lo