Amauta 45. Posiblemente, pero eso sería por haber tenido usted allá una magnífica defensa en su curso de leyes, que no le dejaría tiempo para nada. Con las leyes. quién se atreve, mi señor. No lo orea usted. Las mujeres se atreven con todo y todo lo pueden replicó el joven estudiante de derecho. tienen un poder que todo lo trastorna, añadió, interviniendo don Francisco Escudero, un señor de una fealdad singular y que por su franqueza, parecía corroborar a gritos el mote sine dolo de su escudo.
Perdóneme el señor Escudero contestó María Luz que le pregunte ¿cómo sabe que nosotros trastornamos todo cuando aun no ha tenido tiempo de comprobarlo. Es haciendo vida de soltero como se saben estas cosas. No, no, niña Luz; no hay saber sin experiencia. en esto tiene usted razón. Pero como nunca falta quien experimente por cuenta propia, pues éstos son los que sacan las consecuencias para los demás. Ah sí. Entonces no es usted el de la experiencia? Pues no se aventure usted por ese camino, que hay experiencias peligrosas.
Pierde usted el tiempo, María Luz dijo desde la fila delantera en que se encontraba el atildado don Pedro de Leónen hacerle semejante recomendación a Escudero. Si hasta hoy no se ha decidido a llevar compañera a su casa no ha sido por culpa suya, sino por la de la que él quisiera honrar como señora de sus pensamientos. Todas, todas las que yo me sé no han vacilado en decirle. Perdone, hermano. Lo encuentro demasiado ascético.
Mientras se sostenía esta conversación en torno de María Luz, algunos personajes, de los más o menos graves, departian con cierto enfatismo alrededor de los hermanos Seminario Jaime, cuyas ideas políticas comenzaban ya a revelarse, aunque en abierta oposición. Don Fernando, para quien todo el que no fuera realista tenía. que ser un infeliz y un traidor, miraba a su hermano compasivamente, pues creíale envenenado por los miasmas aportados por los vientos de la revolución granadina y bonaerense, hasta el punto de hacerle delirar y decir palabras tan fuera de sentido. Lamento, mi señor hermano, tener que decirle en este lugar y en este momento, ya que usted ha querido mover el punto, qu nosotros, menos que nadie, tenemos razón para quejarnos de la corona. Fernando VII será todo lo falso que usted quiera, pero, al fin y al cabo, es el rey de España, y como tal, rey, el señor y amo de estas tierras. Qué es lo que pretenden ustedes con ese canoer que se llama la república. Poner al frente de la colonia al primer mulato que se atreva a alzar cabeza? Pero eso no seria sino cambiar un amo por otro. El hombre que nos trajera la revolución, tendría naturalmente que erigirse en amo, y si ha de ser así, bien se está con el que ya tenemos.