Cheka

44 Amauta Carrasco y Merino; don Joaquin de Helguero, con doña Josefa Carrión e Iglesia; el regidor don José Antonio López con doña Manuela Torres Palacios; el alcalde don Pedro León y Valdez con doña Rosa Bustamante e Irrazábal; don Baltazar Rejón de Meneses con doña Juana María Trelles y Tinoco; don José María León y Valdivieso con doña Rafaela Seminario y Ubillús; don Juan José Vegas y Alvarez con doña Manuela Seminario y Castillo; don Manuel Valdivieso y Carrión con doña Francisca Váscones; don Miguel Dieguez de Florencia con doña María López Merino; don Juan Gonzáles Tizón con doña Mercedes Seminario. entre este linajudo señorío, lo más granado de la soltería masculina, como don Félix Castro Huerta, don Nicolás Dieguez de Florencia, don Francisco Escudero, don Tomás Cortés y Castillo, don José de Lama, don Manuel Rejón, don José Frías, don José Manuel Checa, don Gaspar Carrasco y cien más, todos los cuales comenzaron a mariposear en torno del brillante y seductor mujerío. entre esa constelación de doncellas, la más radiante, sin duda alguna, era María Luz. Su belleza, desconocida hasta entonces por la mayor parte de los concurrentes, fué como un descubrimiento feliz. Ya algunos habían oído hablar de ella en las tertulias de la ciudad, y los que conocieron a su madre, al verla.
no vacilaron en decir que esta belleza era más pura y más avasa lladora que la otra. Ahí estaba a la vista para quien se había negado a creerlo, nimbada por áurea cabellera e iluminada la fay.
por el brillo de unos ojos límpidos y suavemente azules. Para todos tenía una frase halagadora y una sonrisa dulce, tan dulce y comunicativa que todos fueron sintiéndose aprisionados por su encanto.
Pero tras esta sonrisa un sicólogo habría descubierto una tristeza, que nada podia disipar y que, más bien, a medida que el tiempo transcurría; aumentaba hasta desgarrarle el corazón María Luz. Toda la alegría y efervescencia de los invitados no eran suficientes para aturdirla o distraerla. La fiesta no podia ser para ella un placer, como lo era para los demás, sino desde el momento en que José Manuel triunfara y el público lo aclamase como vencedor. a pesar de esto tenia por fuerza que agradar, atender y.
sobre todo, sonreir para no desentonar en el conjunto, para hacerle a unos más soportable la impaciencia y a otros más efusiva la alegría. Lo cree usted? deciale, componiéndole los bucles que le acariciaban las mejillas, al de Castro Huerta, quien desde el primer momento había principiado a asediarla. Eso lo dice usted por no desmentir su reconocida gentileza. No, yo no creo que las morenas son más peligrosas, señor don Félix. Pues yo vengo de Lima, donde las morenas abundan, y la verdad, nunca me he sentido más en peligro que ahora que estoy al lado suyo.
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