CapitalismDemocracyMarxismSocialism

Amauta 11 ca rismo se desacredite, por la comprobación de que determina en el obrero consecuencias psicológicas de tal modo desfavorables a la productividad que no pueden hallarse compensadas con la economía de trabajo y de salarios teóricamente probable. Más, en esta como en otras especulaciones, su razonamiento es de psicólogo y nó de economista. La industria se atiene, por ahora, al juicio de Ford mucho más que al los socialistas belgas. El método capitalista de racionalización del trabajo ignora radicalmente a Henri de Man. Su objeto es el abaratamiento del costo mediante el máximo empleo de máquinas y obreros no calificados. La racionalización tiene, entre otras consecuencias, la de mantener, con un ejército permanente de desocupados, un nivel bajo de salarios. Esos desocupados provienen, en buena parte, de la descalificación del trabajo por el régimen taylorista, que tan prematura y optimistamente De Man supone condenado.
De Man acepta la colaboración de los obreros en el trabajo de reconstrucción de la economía capitalista. La práctica reformista obtiene absolutamente su sufragio. Ayudando al restablecimiento de la producción capitalista y a la conservación del estado actual, afirmalos partidos obreros realizan una labor preliminar de todo progreso ulterior. Poca fatiga debía costarle, entonces, comprobar que entre los medios de esta reconstrucción, se cuenta en primera línea el esfuerzo por racionalizar el trabajo perfeccionando los equipos industriales, aumentando el trabajo mecánico y reduciendo el empleo de mano de obra calificada.
Su mejor experiencia moderna, la ha sacado, sin embargo, de Nor teamérica tierra de promisión cuya vitalidad capitalista lo ha hecho pensar que el socialismo europeo en realidad, no ha nacido, tanto de la oposición contra el capitalismo como entidad económica como de la lucha contra ciertas circunstancias que han acompañado al nacimiento del capitalismo europeo; tales como la pauperización de los trabajadores, la subordinación de clases sancionada por las leyes, los usos y costumbres, la ausencia de democracia política, la militarización de los Estados, etc. En los Estados Unidos el capitalismo se ha desarrollado libre de residuos feudales y monárquicos. pesar de ser ese un país capitalista por excelencia, no hay un socialismo americano que podamos considerar como expresión del descontento de las masas obreras. El socialismo, en conclusión, viene a ser algo así como el resultado de una serie de taras europeas, que Norteamérica no conoce.
De Man no formula explícitamente este concepto, porque entonces quedaría liquidado no solo el marxismo sino el propio socialismo ético que, a pesar de sus muchas decepciones, se obstina en confesar.
Mas he aquí una de las cosas que el lector podría sacar en claro de su alegato. Para un estudioso serio y objetivo no hablemos ya de un socialista habría sido fácil reconocer en Norte América una economía capitalista vigorosa que debe una parte de su plenitud e impulso a las condiciones excepcionales de libertad en que le ha tocado nacer y crecer, pero que no se sustrae, por esta gracia original, al sino de toda economía capitalista. El obrero ngrte americano es poco dócil al taylorismo. Más aún, Ford constata su arraigada voluntad de ascención.
Pero la industria yanqui dispone de obreros extranjeros que se adaptan