DemocracyMarxMarxismSocialism

10 Amauta nomía contemporánea. Parece conformarse, a este respecto, con las conclusiones a que arrivó Vandervelde en 1898, cuando declaró caducas las tres siguientes proposiciones de Marx: ley de bronce de los salarios, ley de la concentración del capital y ley de la correlación entre la potencia económica y la política. Desde Vandervelde, que como agudamente observaba Sorel no se consuela. ni aún con las satisfac ciones de su gloriola internacional. de la desgracia de haber nacido en un país demasiado chico para su genio, hasta Antonio Graziadei, que pretendió independizar la teoría del provecho de la teoría del valor; y desde Bernstein, líder del revisionismo alemán, hasta Hilferding, autor del Finanzkapital. la bibliografía económica socialista encierra una especulación teórica, a la cual el novísimo y espontáneo albacea de la testamentaría marxista no agrega nada de nuevo. Henri de Man se entretiene en chicanear acerca del grado diver so en que se han cumplido las previsiones de Marx sobre la descalificación del trabajo a consecuencia del desarrollo del maquinismo. La maquinisu megamización de la producció de califictie nepabaidary at produceret localitia tendencias opuestas: una que descalifica el trabajo y otra que lo recalifica. Este hecho es obvio. Lo que importa es saber la proporción en que la segunda tendencia compensa la primera. a este respecto De Man no tiene ningún dato que darnos. Unicamente se siente en grado de afirmar que por regla general las tendencias descalificadoras adquieren carácter al principio del maquinismo del maquinismo, mientras que las recalificadoras son peculiares de un estado más avanzado del progreso técnico. No cree De Man que el taylorismo, que corresponde enteramente a las tendencias inherentes a la técnica de la producción capitalista, como forma de producción que rinda todo lo más posible con ayuda de las máquinas y la mayor economía posible de la mano de obra. imponga sus leyes a la industria. En apayo de esta conclusión afirma que en Norteamérica, donde nació el taylorismo, no hay una sola empresa importante en que la aplicación completa del sistema no haya fracasado a causa de la imposibilidad psicológica de reducir a los seres humanos al estado del gorila. Esta puede ser otra ilusión de teorizante belga, muy satisfecho de que a su alrededor sigan hormigueando tenderos y artesanos; pero dista mucho de ser una aserción corroborada por los hechos. Es fácil comprobar que los hechos desmienten a De Man. El sistema industrial de Ford, del cual esperan los intelectuales de la democracia toda suerte de milagros, se basa como es notorio en la aplicación de los principios tayloristas.
Ford, en su libro Mi Vida y mi Obra. no ahorra esfuerzos por justificar la organización taylorista del trabajo. Su libro es, a este respecto, una defensa absoluta del maquinismo, contra las teorías de psicólogos y filántropos. El trabajo que consiste en hacer sin cesar la misma cosa y siempre de la misma manera constituye una perspectiva terrificante para ciertas organizaciones intelectuales. Lo sería para mi. Me sería imposible hacer la misma cosa de un extremo del día al otro; pero he debido darme cuenta de que para otros espíritus, talvez para la mayoría, este género de trabajo no tiene nada de aterranPara ciertas inteligencias, al contrario, lo temible es pensar. Para estas, la ocupación ideal aquella en que el espíritu de iniciativa no tiene necesidad de manifestarse. De Man confía en que el taylote.