BourgeoisieMarxMarxismRussian RevolutionSocialism

FK Amauta estabiliza ción capitaZ lista Sept. 1928 favor los tópicos de psicología, religión, teosofía, etc. He aquí otra reacción del más específico tipo psicológico intelectual. Henri de Man probablemente siente la nostalgia de tiempos como los del proceso Dreyffus, en que un socialismo gaseoso y abstracto, administrado en dosis inocuas a la neurosis de una burguesía blanda y linfática, o de una aristocracia esnobista, lograba las más impresionantes victorias mundanas. El entusiasmo por Jean Jaurés, que colora de delicado galicismo su lassalliana y no marxista educación social democrática, depende sin duda de una estimación excesiva y tout a fait intelectual de los sufragios obtenidos en el gran mundo de su época por el idealismo humanista del gran tribuno. la observación misma, que motiva estas nostalgias, no es exacta. No hay duda que la reacción fascista primero y la estabilización capitalista y democrática después, han hecho estragos remarcables en el humor político de literatos y universitarios. Pero la revolución rusa, que es la expresión culminante del marxismo teórico y práctico, conserva intacto su interés para los estudiosos. Lo prueban los libros de Duhamel y Durtain, recibidos y comentados por el público con el mismo interés que, en los primeros años del experimento soviético, los de Wells y Bertrand Russell. La más inquieta y valiosa falanje vanguardista de la literatura francesa el suprarrealismo se ha sentido espontáneamente empujada a solicitar del marxismo una concepción de la revolución que les esclareciera política e históricamente el sentido de su protesta. la misma tendencia asoma en otras corrientes artísticas e intelectuales de vanguardia, así de Europa como de América. En el Japón, el estudio del marxismo ha nacido en la universidad; en la China se repite este fenómeno. Poco significa que el socialismo no consiga la misma clientela que en un público versátil hallan el espiritismo, la metapsíquica y Rodolfo Valentino.
La investigación psicológica de Henri de Man, por otra parte, lo mismo que su indagación doctrinal, han tenido como sujeto el reformismo. El cuadro sintomático que nos ofrece en su libro del estado afectivo de la obrera industrial corresponde a su experiencia individual en los sindicatos belgas. Henri de Man conoce el campo de la Reforma; ignora el campo de la Revolución. Su desencanto no tiene nada que ver con ésta. puede decirse que en la obra de este reformista decepcionado se reconoce, en general, el ánima pequeño burguesa de un país tampón, prisionero de la Europa capitalista, al cual sus límites prohiben toda autonomía de movimiento histórico. Hay aquí otro complejo y otra represión por esclarecer. Pero no será Henri de Man quien la esclarezca. O se concibe una revisión y menos todavía una liquida ción del marxismo que no intente, ante todo, una rectificación documentada y original de la economía marxista.
Henri de Man, sin embargo, se contenta en este terreno con: chirigotas como la de preguntarse por qué Marx no hizo derivar la evolución social de la evolución geológica o cosmológica. en vez de hacerla depender, en último análisis, de las causas económicas. De Man no nos ofrece ni una crítica ni una concepción de la eco