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Amauta cia. que pretende entender y explicar los fenómenos de la democracia latino americana sin el auxilio de la ciencia económica, puede ser citado entre estas víctimas. Es obvio recordar que esta adaptación de una técnica científica a temas que escapan a su objeto, constituye un signo, de diletantismo intelectual. Cada ciencia tiene su método propio y las ciencias sociales se cuenta entre las que reivindican con mayor derecho esta autonomía.
Henri de Man representa, en la crítica socialista, la moda de la psicología y del psico análisis. La razón más poderosa de que el marxismo le parezca una concepción retrasada y ochocentista, reside sin duda en su disgusto de sentirlo anterior y extraño a los descubrimientos de Freud, Yung, Adler, Ferenczi, etc. En esta inclinación se trasluce también su experiencia individual. El proceso de su reacción antimarxista es, ante todo, un proceso psicológico. Sería fácil explicar toda la génesis de Más allá del Marxismo psico analíticamente. Para esto, no urge internarse en las últimas etapas de la biografía del autor. Basta seguir, paso a paso, su propio análisis, en el cual se encuentra invariablemente en conflicto su desencanto de la práctica reformista y su recalcitrante y apriorística negativa a aceptar la concepción revolucionaria, no obstante la lógica de sus conclusiones acerca de la degeneración de los móviles de aquella. En la subconsciencia de Más allá del Marxismo actúa un complejo. De otra suerte, no sería posible explicarse la línea dramáticamente contradictoria, retorcida, arbitraria, de su pensamiento.
Esto no es un motivo para que el estudid de los elementos psíquicos de la política obrera no constituya la parte más positiva y original del libro, que contiene a este respecto, observaciones muy sagaces y buídas. Henri de Man emplea con fortuna en este terreno la ciencia psicológica, aunque extreme demasiado el resultado de sus inquisiciones cuando encuentra el resorte principal de la lucha anti capitalista en un complejo de inferioridad social. Contra lo que de Man presupone, su psico análisis no obtiene ningún esclarecimiento contrario a las premisas esenciales del marxismo. Así, por ejemplo, cuando sostiene que el resentimiento contra la burguesía obedece, más a que a su riqueza, a su poder no dice nada que contradiga la praxis marxista que propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza. El error que se atribuye a Marx al extraer de sus reivindicaciones sociales y económicas una tesis política y Henri de Man se cuenta entre los que usan este argumento no existe absolutamente. Marx colocaba la captura del poder en la cima de su programa, nó porque subestimase la acción sindical, sino porque consideraba la victoria sobre la burguesía como hecho político. Igualmente inocua es esta otra aserción: Lo que impulsó a los obreros de la fábrica a la lucha defensiva, no fué tanto una disminución de salario como de independencia social, de alegría en el trabajo, de la seguridad en el vivir; era una tensión creciente entre las necesidades rápidamente multiplicadas y un salario que aumentaba muy lentamente y era, en fin, la sensación de una contradicción entre las bases morales y jurídicas del nuevo sistema de trabajo y las tradiciones del antiguo. Ninguna de esta comprobaciones disminuye la validez del