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Amauta La verdadera revisión del marxismo, en el sentido de renovación y continuación de la obra de Marx, ha sido realizada, en la teoría y en la práctica, por otra categoría de intelectuales revolucionarios. Georges Sorel, en estudios que separan y distinguen lo que en Marx es esencial y sustantivo de lo que es formal y contingente, representó en los dos primeros decenios del siglo actual, más acaso que la reacción del sentimiento clasista de los sindicatos, contra la degeneración evolucionista y parlamentaria del socialismo, el retorno a la concepción dinámica y revolucionaria de Marx y su inserción en la nueva realidad intelectual y orgánica. través de Sorel, el marxismo asimila los elementos y adquisiciones sustanciales de las corrientes filosóficas posteriores a Marx. Superando las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época, Sorel encuentra en Bergson y en los pragmatistas ideas que vigorizan el pensamiento socialista, restituyéndolo a la misión revolucionaria de la cual lo había gradualmente alejado el aburguesamiento intelectual y espiritual de los partidos y de sus parlamentarios, que se satisfacían, en el campo filosófico, con el historicismo más chato y el evolucionismo más pávido. La teoría de los mitos revolucionarios, que aplica al movimiento socialista la experiencia de los movimientos religiosos, establece las bases de una filosofía de la revolución, profundamente impregnada de realismo psicológico y sociológico, a la vez que se anticipa a las conclusiones del relativismo contemporáneo, tan caras a Henri de Man. La reivindicación del sindicato, como factor primordial de una conciencia genuinamente socialista y como institución característica de un nuevo orden económico y político, señala el renacimiento de la idea clasista sojuzgada por las ilusiones democráticas del período de apogeo del sufragio universal en que retumbó magnífica la elocuencia de Jaurés. Sorel, esclareciendo el rol histórico de la violencia, es el continuador más vigoroso de Marx en ese período de parlamentarismo social democrático, cuyo efecto más evidente fué, en la crisis revolucionaria post bélica, la resistencia psicológica e intelectual de los leaders obreros a la toma del poder a que los empujaban las masas.
Las Reflexiones sobre la violencia parecen haber influído decisivamente en la formación mental de dos caudillos tan antagónicos como Lenin y Mussolini. Lenin aparece, incontestablemente, nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista, cualesquiera que sean las dudas que a este respecto desgarren al desilusionado autor de Más allá del Marxismo. La revolución rusa constituye, aceptenlo o nó los reformistas, el acontecimiento dominante del socialismo contemporáneo. Es en ese acontecimiento, cuyo alcance histórico no se puede aún medir, donde hay que ir a buscar la nueva etapa marxista.
En Más Allá del Marxismo. Henri de Man, por una suerte de imposibilidad espiritual de aceptar y comprender la revolución, prefiere recoger los malos humores y las desiluciones de post guerra, del proletariado occidental, como expresión del estado presente del sentimiento y la mentalidad socialistas. Henri de Man es un reformista desengañado. El mismo cuenta, en el prólogo de su libro, cómo las decepciones de la guerra destrozaron su fé socialista. El origen de su libro, est sin duda, en el abismo, cada vez más profundo, que lo separaba de sus antiguos correligionarios marxistas convertidos al bolcheen