Working Class

36 Amauta argentinos por sus respectivas universidades, pero para ilustración basta el ejemplo citado.
Nuestra gran empresa de universitarios tal vez nuestra única empresa es vivir la cultura. Basta ya de bagazo erudito que no sirve ni para mejorarnos ni para mejorar nuestra patria. Necesitamos estudiar la calidad de nuestra América y crear nuestro propio pensamiento, nuestra propia política, nuestra propia economía, nuestra propia estética, nuestra propia historia. Los textos europeos mal aplicados y mal comprendidos no sirven sino para desorientarnos ya lo hemos estado 400 años y para fatigar con gárrulas palabras nuestros cerebros y nuestra vida. Necesitamos maestros americanos que nos enseñen a conocer y amar nuestra América, maestros que vivan junto con nosotros la infinita y heroica voluptuosidad de crear un nuevo continente intelectual, maestros de una raza por cuya boca hablará el espíritu. para esta empresa debemos juntarnos todos, maestros y discípulos en un solidario y fervoroso anhelo común que cada cual aporte lo que pueda y lo que tenga. No hay otro camino. Para reforzar estas palabras vuelvo a citar al gran maestro argentino, doctor Sánchez Viamonte. Sin renunciar del todo a la reforma de las universidades oficiales, inyectándoles siempre que podamos la sabia efervescente de la vida nueva, deberíamos crear la nueva universidad, o mejor dicho, restaurar la más antigua universidad libre, orientada y dirigida por verdaderos maestros no profesores que sólo tengan en vista la renta y en la que vuelva a haber discípulos no alumnos ansiosos de obtener un título profesional. Alguna vez he pensado que si reapareciese en este siglo y entre nosotros un discípulo de Pitágoras y de Platón, se quedaría sin comprender ese nuestro empeño de convertir las escuelas profesionales del Estado en emporios de cultura superior, y se preguntaría estupefacto por qué aceptamos la imposición de profesores 0ficiales del escalafón administrativo domesticados y trabados por el corral de los intereses creados, cuando podríamos escoger libremente, a los que enseñaran con desinterés y nobleza sin someter su verdad fecunda y alta, al control presuntuoso de graves académicos conservadores, parapetados en la rígida comicidad de su solemne gesto magistral. Mi experiencia de alumno y de profesor me autoriza a declarar que el 90 por ciento de los estudiantes sólo se interesan por la obtención del título profesional, sin adquirir más que un simple barniz de cultura, indispensable para el mantenimiento del decoro universitario, como así mismo ei diez por ciento restante tingue y se destaca luego por lo que ha estudiado y aprendido fuera de la Universidad. Si la Universidad oficial no es capaz de reformarse fijémosle de una vez por todas, su papel de organismo burocrático, expedidor de diplomas, y su función de impartir el conocimiento técnico necesario para ejercer profesiones u oficios, y creemos otro organismo expontáneo y desinteresado que reciba el calor de nuestra sangre joven, que lleve el sello de nuestra espiritualidad y que ponga a prueba en esta hora histórica la verdadera eficacia de nuestro dinamismo renovador y constructivo. El esfuerzo popular espontaneamente concertado tonifica, depura y fortalece la conciencia social y debemos buscar en él la influencia saludable que nos haga abandonar definitivamente la tradicional obstinación también hereditaria de pedir todo al gobierno, de esperarlo todo del gobierno, de echar al gobierno la culpa de todo. Dejemos librada a las universidades oficiales la tarea de formar ingenieros, médicos, abogados, etc. más disputémosle de frente la misión de formar hombres, de formar grandes hombres. Dejemos a las universidades oficiales la tarea pedestre y exigua de enseñar la ley; más disputémosle la misión de rectificarla en nombre de la justicia sin contemplar los particulares intereses creados que traban el libre juego de la voluntad social. Dejemos a las universidades oficiales el triste privilegio de enseñar la moral en los libros, más disputémosle la misión de enseñarla en la vida, en el amplio escenario de la vida.
Altas palabras estas que sirven para orientar la acción futura de la juventud. Asi habla uno de los más eminentes catedráticos de América. Cuando tendremos así una voz entre nuestros maestros que nos señale nuestros supremos deberes de hombres y de universitarios?
El Ateneo Universitario de Trujillo ha tenido una intuición maravillosa del pensamiento del maestro argentino y se prepara, dentro de las escasas fuerzas del ambiente, a realizar una labor de cultura universitaria al lado de la enseñanza de la universidad oficial.
Creando una cultura viva, matando el texto, la letra muerta y salvando el espíritu, es la única manera de crear una verdadera nacionalidad. Ya lo sabemos esto, jóvenes, por una larga y dolorosa experiencia. Desde hace cien años estamos atestados de profesionales en los cuales no ha despertado ni se ha formado el hombre. Criaturas enclenques que han marchado por la vida gobiados por su título, por su oficio y por su lucro. Criaturas sin responsabilidad moral que lo mismo les daba vivir con sus ideas, con la justicia o contra la justicia, con la verdad o sin ella. Qué podemos esperar y exigir de criaturas irresponsables.
Las nuevas generaciones no nos podemos resignar a semejante degradación. Tal vez nuestro apasionamiento y nuestra sed de vida nos lleve a extraviarnos alguna vez, pero nuestro objetivo es el más sagrado objetivo del hombre. El que no se sienta con voluntad ni con capacidad de crear que se quede en casa a dormir la fatiga que no ha sufrido y a descansar el trabajo que no ha hecho, pero ¡por los dioses inmortales! que no obstaculice el camino de los que vamos, entre tropiezos y desgarrones, hacia el alumbramiento de una nueva vida.
Crear una nueva vida, he aquí nuestra suprema responsabilidad. Para, crearla es preciso vivir la cultura. Así lo han hecho todos los grandes pueblos de la historia. para vivir la cultura. ya lo he dicho es preciso que la Universidad se proyecte hacia el pueblo y que el pueblo se incorpore en la Universidad. No puede haber una cultura de clase o de casta porque a la postre se esteriliza y se corrompe. El cerebro rige el cuerpo y el cuerpo vivifica y tonifica el cerebro. Sístole depuradora y diástole vitalizadora; absorción y aireación que presiden toda grande obra humana. Universidad y pueblo son dos vasos comunicantes cuyo nivel superior o inferior lo determinan la mayor o menor mentalidad y moralidad de ambos. Son si se quiere dos factores intercambiables que presiden todo proceso histórico.
Felizmente para el Perú las últimas generaciones universitarias han iniciado el acercamiento de la Universidad al pueblo y del pueblo a la Universidad. La tarea no está más que empezada, es necesario acrecerla e intensificarla. Tengo la esperanza de que por este camino hemos de lograr la realización de la cultura en la vida y en la patria y no solamente en los libros y en las cátedras.
Cabalmente recordamos hoy el primer abrazo grandioso entre el pueblo y la universidad. Ya sabemos cómo quedó sellado para siempre este abrazo. Por primera vez en el Perú se produce un gesto de cultura viva en oposición al texto frío y a la letra muerta.
Jóvenes, vivamos la cultura y entonces amanecerá el gran día del Perú y la América. se disEn esta misma sección, reservada al pensamiento de vanguardia, publicaremos en el próximo número una conferencia de Carlos Alberto Espinoza Bravo sobre la Cultura Artística del Proletariado.