Zinoviev

Amauta 31 Canto dionisiaco sobre la tumba de un amigo POR JOSE ANTONIO FERNANDEZ DE CASTRO la momoria do Otilio Gonzá.
los, muorto por las armas de la Revolución Mexicana el día do Octubre de 1927. Especial para AMAUTA)
DEDICATORIA QUIEN MEJOR QUE TI, indio mexicano, yori yaqui Bojórquez de tan gran corazón como eneregia, de tan gran amor como entendimiento, voy a dedicar estas palabras de tristeza y rebeldía, de consuelo y altivez, mencionando tu nombre al principio de este mi moderno canto de dolor, a la memoria de Otilio, aquél espíritu reidor y viril, que era tu amigo y por serlo fué mío. quién mejor que al Ingeniero Bojórquez, como él te llamaba, voy a decir mis angustias de hombre y mi resolución de hombre? Tú, quizás más que ninguno, Indio Juan de Dios, comprenderás mis palabras y verás claro mis designios. tí, yori yaqui, viril y delicado como tu raza y tu tierra, van dirigidas. Acojelas.
mentario, que dirían los de hoy, mi tierra que te acogió, sin darse por completo, que tú no tenías doblez suficiente para adueñartela, fuí tu confidente, tu famigo!
Con aquél fino gesto, tan gentil y fraterno me abriste tu corazón! Aquéllos modales tuyos tan señoriles, aquéllos tus cantos: una paloma me dijo así Currui cuicui que triste estoy, y el otro por esta calle vive la que a mí me abandono. y tus fraternas dádivas de todo lo que tenías, igeneroso no sólo el que dá y esto me lo enseñaste tú sino el que pide!
Como recuerdo tus evocaciones de tu tierra provinciana: Saltillo! Cómo veo a tu madre, ansiosa de su hijo el Diputado ¡Y cómo te sigo luego envelesado en tu Avontura!
Supe de tu compañera, generosa, como lo son siempre las mujeres cuando son dignas de ese nombre, que dice de madre y de amada, de hermana y de amiga. más tarde el hijo! tu tierra toda de México. Cómo la querías. cómo la evocabas!
ESTROFA TERCERA ESTROFA PRIMERA Hermano Otilio! cómo rememoro ahora tu voz sonora y grave, voz de hombre mexicano, y tu gesto altivo y fraterno tan criollo, al darme tu libro de versos, pobres, pobres versos bucólicos!
al escribir esas palabras, tu hermano Otilio!
Hermano! cuando abracé tu cuerpo sano y fuerte la última vez, en tu ciudad de Los cios, tenía el hondo presentimiento de que nunca más había de estrecharte entre mis brazos. es que había observado tu gesto entre los tuyos, al regreso a tu tierra de México, que veías verde como tu frágil esperanza de abrirte camino en otros muchos que no fuese la roja lucha política, en la que ya una vez, y eras noble y justo en reconocerlo así, te habían vencido con razón, no enarbolaste en gesto de resignación la blanca bandera de la paz. Recogiste tu enseñanza, y plegado sobre tí, felino y ágil, como emigrado de Coblenza, pulido y cortés, mirabas a tus antiguos compañeros, tan frágiles como tú, tan imágenes tuyas como tu mismo, acechando el momento de tu revancha ingente.
No te detenías a pensar, hermano! que atrás de aquél, tan tú como tú mismo, estaba el indio campesino, estaba el pálido chafirete de la urbe, el dueño de esa tierra: el único que tiene todos los derechos.
Parte del afecto que supe inspirarte, radicaba en ese amor tuyo, entrañable a tu tierra. Cómo yo la quería, cómo yo conocía su historia y sentía en mi espíritu sus problemas, como yo indignado con honda curiosidad de amor sobre tu México, palpitaba de pasión ante tus relatos. Tú me diste con tu amistad algo de esa tierra que veías tan tuya que sentías tan integrada al charro, al jaripeo, al sombrero jarano, al sarape de Saltillo, a la india bonita, al botón de plata de tu traje rico de señorito de hacienda!
Si tus ojos se humedecian al referirme la ación homérica de los cadetes de Veracruz cuando Wilson el hipócrita, quiso volar sus costas, tus gestos todos te revelaban al marcarme los hechos de armas de otro jefe cualquiera. del indio Zapata, Hermano Otilio, no me hablásie nunca!
ESTROFA CUARTA Cuando, más en ti mismo, referías tu vida de revolucionario según tú, y contabas lo que hizo un charro que iba con ustedes o el oficial de tal regimiento. todo tú temblabas y parecías un aprendiz de guerrillero mexicano, narrando, la gesta del indto soldado o partidario que moría sin chistar, que no sabía decir una sóla frase, y que al caer o al vencer, no hablaba Hermano. es que tu espíritu viril, tu gesto señorial, tu verbo sonoro y tu intelecto todo respondía al doble del girondino emigrado, que va a emigrar ya de la Francia, enorme y bronco del 71 y 93. Tú sabías que a tí y a los tuyos les robaban derechos, cuyo origen no intentabas indagar siquiera. No veías al indio, el dueño de la Tierra!
ESTROFA SEGUNDA Aquí en mi tierra, suave como la brisa, como decían los poetas de antes, cálida como un horno y venal como un político parlaESTROFA QUINTA Zinovief ha dicho. Hasta los mismos fonómenos naturales están a nuestro lado: los rayos rojos son. los que sostienen la vida. Los azules, la matan. El rojo osol color de nuestra bandora.
Los ojos se me saltan dolorosamente, dilatados por el asombro de una nueva perspectiva.
Ricardo Martínoz de la Torre. luego en el barco, que nos conducía, bajo la égida del Amigo grande, a tí al seno de los tuyos, a mí a sentir en mí la realidad entrevista de mi sueño de México, me habláste de tus versos, me leiste tus prosas!
Tus versos son muy viriles! te dije el señor de la Hacienda, que ordena y dispone el trabajo de los otros, justicieramente pero a su modo. Tú Juan, esta vaquita, y tú Jacinta, este ternero, y tú viejo Manuel, éstos haces de leña luego la mujer, animalito de Shakespeare o india bonita. en tus versos no había inquietud de estos tiempos, no había, sino el gesto con que tú los acompañabas al decirlos, con tu voz varonil y alegre, tu voz de guerrillero de caminos. de Pantaleón el de Guadalupe la chinaca. cuando aquellos mucha olistas de México, cantaban sus cantos, un poco bárbaros, un poco menos armoniosos que los tuyos, te callabas altivamente y ponías cara de no entender.