26 Amauta E A lejana Galope azul de los astros sobre la pista de la vía láctea.
El poema de la única ciudad otra vez giramos cabalgando en la mañana; envolviéndonos los ojos en las crines del sol caballito carrousselero donde aprendimos a ser niños. hemos desnudado la emoción del silencis para estuchar la juguetería de los besos: y hemos deletreado el cansancio. en un nuevo alfabeto de cariño. la noche izaba su bandera fría sobre el campanario ascensorista del silencio.
Todo está en nosotros. poema antiguo y triste de aquella estrella que se dormía siempre en la costa del cielo sin saber nada de sí misma con las mejillas blancas de alumbrar y los ojos cansados de no encontrar la noche. una vez creció tu voz como una planta y la mañana goteando se acostó entre sus ramas.
de aili salió vclando una mariposa de colores manchados de sol y agua de mar.
yo tenía entre las manos la trenza fuerte y tropical de un río donde ella se prendió como una cinta. entonces llegamos hasta las orillas de la mañana y mojamos de nuevo nuestra voz en las grutas sonoras de las nubes donde había estrellas rojas recién despiertas y caracoles blancos germinadores de lluvia.
Hasta la sonrisa de tres años de tu hijo que aletea en la luz de tu garganta como esas cintas blancas que decoran ias nubes. ha nacido así una ciudad nueva donde las mariposas no se marchitan con la noche, donde el aire que es ciego arranca una canción como una fruta en la guitarra viva de cada árbol.
Esa es la única ciudad lejana: ciudad donde las estrellas anidaron en las flores. esta ciudad tiene un poema que yo he conquistado para ti. tus dedos jugaban con las algas del cielo y nuestros ojos alegres anclaron en el horizonte que estaba lleno de tí porque mi mariposa de colores se había extraviado entre las manos de ios.
Cuando vuelva tu infancia habrá nuevo silencio para que tú te duermas.
CESAR ALFREDO MIRÓ QUESADA.
Buenos Aires, 1928. todos los días eran iguales en tus árboles en el fondo de la noche donde rezaba el invierno sonaba el aire vírgen de senderos.
8: la luna estaba enferma de ser luna y su tristeza proyectaba un camino sobre el mar. LA NIEVE DE LOS ASTROS HA CONGELADO LAS LAGUNAS DEL CIELO.
POEM AS TI TIK KA laud de tus manos en el meridiano azuloso niña de bronce que desmenuzas las nubes por aquí vino el viento pampero con sus geranios ya tienen sabor de campo tus trenzas nocturnas aire titikaka vela púrpura claveteada de totorales con húmeda carne en que hincas tus dientes indígenas los días que embarcas la aurora en la balsa amarilla balsera de los jubilos rurales pecho al viento entre la buena canción lacustre de Kapachika CESAR Miró QUESADA.
Buenos Aires, 1928.
aquí bajan los cerros a mojar su corazón ardido cobíjalos oh copa azul de lágrimas sin sal de qué ojos remotos caídos del cielo o qué sangre azul de la tierra logró truncar. Venezuela está próxima al trance heroico de liquidar un pasado de injusticia y feudalidad que ha venido durando algunas décadas. La futura Revolución venezolana, sagrada e inevitable como la que se desencadenó en México, después de la caída de Porfirio Díaz, se iniciará tratando de resolver todos los problemas sociales y políticos que desde el coloniaje español, hasta el despotismo de Juan Vicente Gómez, han sido mantenidos y agravados por frecuentes y prolongadas dictaduras reaccionarias, a despecho de la obra esporádica de algunos de sus mejores gobiernos.
En las protestas universitarias de Caracas y en la sangre de los mártires que han caído luchando por la libertad de esa nación, debemos ver, con sentimientos solidarios de esperanza, el espíritu inconforme y victorioso de la Revolución que se anuncia y que presiente venir, iracundo y medroso, el sátrapa de Venezuela, encastillado en su estancia de Maracay con su lacayos y cortesanos y sus escoltas de esbirros y pretorianos.
Jauja, 1928.
han venido zurciendo el río las gaviotas de tu orilla en pos de tus ojos lechera de los ayllus eglogales trepemos la roca vertical del día dame la mano amarrado al golfo del cielo registra sus timbales de plata el titikaka ORILLA DE MADURA EMOCION DANZANDO AL (VIENTO QUE LEJOS ABREN LAS ROCAS SU GRITO HERI(DO DE ZAMPONAS MO ASTILLAN LA LUZ LOS DEDOS CRISPADOS (DE LOS KOLLIS LUIS DE RODRIGO.
Abelardo SOLIS.