Amauta 21 Por otra parte, señores, al otorgar la ciudadanía. que cosa es lo que damos nosotros y qué cosa es lo que a nosotros se nos dá? Hemos puesto dentro de nuestra Constitución determinadas reserva para los nacionales, quienes son nacionales en la América, precisamente nacionales, para quienes pudiéramos conservar estas reservas para los nacionales, quienes son nacionales en la América, para otorgarles esas libertades que nos reservamos? Creo que en el orden político todavía podrían aparecer determinadas confusiones; pero en el orden civil no encuentro alguna. Es extraño por qué América no se ha puesto de acuerdo para entender que todo lo que se habla en ella, es en español. La política es una cosa muy aparte; tal como se entiende y como trataríamos nosotros de no entenderla para lo futuro en los países iberoamericanos; la política, vendría a ser en nosotros una especie de pacto especial, de tratamiento nuevo, con la Ibero América. La cuestión civil se entendería libremente, tal como se entienden las relaciones entre lo tuyo y lo mío.
El otro punto político que sí podría tener determinada resonancia para todos los que hablamos el español, podría ser reglamentado para evitar los choques dolorosos a que pudiéramos que dar expuestos.
Vean ustedes, señores, en qué forma siento, en qué forma entiendo la iniciativa del General Alvarez. Claro que es un poco difícil, yendo por el filo de una espada, demarcar cuidadosamente el equilibrio necesario para hacer una ampliación a la iniciativa; pero no sería por amenguar o disminuir su trascendencia y noble fin; sino por el contrario, por la dificultad de ampliar una cosa de suyo grande. Bien, señores, es tan uniforme el ánimo de la Asamblea y tan grande la simpatía que flota en este ambiente en favor del proyecto, que no habrá ya para qué apoyarlo si no es con el sentimiento, con el corazón, con el aplauso digno de conquistar algo para todos los que en la América tenemos la misma forma de hablar, de sentir, de orar, de trabajar, de anhelar, de escribir versos; veces de cantar; para todo este cuerpo enorme de la humanidad que tiene derecho a entenderse y a constituir una gran pirámide homogénea que se destaque, como se destaca una montaña en una llanura, entre todas las demás razas que pueblan el planeta. Aplausos nutridos. EL CARPIO: Pido la palabra, señor Presidente.
EL PRESIDENTE: Tiene la palabra el senador Carpio.
EL CARPIO: Señores senadores: La primera cosa que podría extrañaros en este momento, al oirme hablar las pocas palabras que os quiero dirigir, sería ¿por qué no voy a hablar en portugués? Vengo todavía con el corazón henchido de aquellas palabras que resonaron en mis oídos cuando estuve en Río de Janeiro. México, muy bello; oh, gran nación mexicana. Todavía traigo en mis oídos y en mi corazón, el eco grandioso de un pueblo que me recibió, que me hizo los grandes honores, que sólo se dispensa a los grandes mensajeros; y era porque yo llevaba al Brasil la representación más genuina y más alta del parlamento mexicano. Por eso vengo a decir unas cuantas palabras en loor de esta idea que ha flotado siempre, que se encuentra invívita en el alma de todos los ciudadanos de América que hablamos la lengua española.
Los distingos serían verdaderamente trascendentales: los pue blos latinoamericanos son pueblos de combate espiritual; tenemos el choque de nosotros mismos dentro de nuestros problemas psicológicos; somos entidades vivientes del alma dispersa de Hispania; somos vida en conflicto del gran problema de la vida moderna, que es el problema económico. Vamos marchando sobre una senda de espinas, vamos sangrando nuestras plantas en la rocambre de los grandes problemas de la vida, que son los problemas del pan. Los pueblos de la América Latina, compañeros, son pueblos que están perplejos ante los grandes movimientos de la producción, del consumo y de la gran distribución; y, sin embargo, los pueblos de la América Latina se olvidan de estos grandes problemas de la vida económica, y no pueden borrar de sus almas la visión eterna, el anhelo infinito de los ideales de la alta moral, de la alta devoción, de los altos trascendentalismos del espíritu, y en esto todos somos iguales; en eso, lo mismo el guatemalteco que el mexicano, y que el argentino; pero no olvidemos el problema económico continental, ni suprimamos nuestra actuación en el campo de la mecánica, en el campo de los descubrimientos, y llevemos ese prisma dorado, ese reflejo de iris que nuestro corazón hace y ofrece en sus plegarias y en sus ideas, para unirnos todos, para ser todos una sola persona en este vasto continente. Está bien que todos los ciudadanos de la América española sean un sólo ciudadano, que todos los ciudadanos del continente que hablan español, tengan los mismos derechos en el Brasil, en Chile, en México, en el Perú.
Vengo, pues, a aplaudir la iniciativa y a pedir a los compañeros que no sólo aprobemos esa moción, sino que individualmente hagamos una propaganda entre estas naciones todos los que tenemos alguna conexión con ellas, para que cuanto antes sea una realidad esta ciudadanía latinoamericana. No estoy conforme con el distingo que los compañeros han hecho en su dictámen. En el Brasil se habla el portugués; yo tuve una experiencia práctica al tratar de hablar en español, que es fácilmente comprensible en el Brasil. El brasileño tiene a orgullo de que se le hable en portugués; el brasileño no se considera un hispanoamericano, se considera un latinoamericano.
Debemos, por lo tanto, ser consecuentes con esta tendencia y no incidir en darle importancia a este distingo que la Comisión ha establecido. Yo creo que debemos suplicar a la Comisión, que únicamente haga esa variante en su dictámen, diciendo latinoamericano. porque, efectivamente, el brasileño es celoso de su lengua; hagamos que se establezca en el dictámen esta distinción.
Los ciudadanos de la América Latina no tenemos otra fuerza que oponer a las corrientes modernas; iremos más despacio o más aprisa a incorporarnos al movimiento material. El movimiento material impulsa al mundo, no podemos desconocer la fuerza del capital, porque sin capital, no hay comunicaciones.
El Embajador Ortiz Rubio me manifestó que es urgente el establecimiento de líneas de comunicación con la América Latina.
Nosotros no hemos podido resolver este problema, y acaso este método de acercamiento espiritual venga a servirnos y a impulsarnos, para acercarnos más, para conocernos más. En estos momentos estamos imposibilitados para mejorar nuestras comunicaciones con la América Latina y yo desearía que al mismo tiempo que se apruebe este dictámen, se nombre una Comisión en el seno de la Representación Nacional para que estudie algún proyecto que venga a dar impulso al que ya inició el señor Embajador Ortiz Rubio en el Brasil, a efecto de establecer una línea de comunicaciones aérea entre estos países. Debo dar a ustedes, señores senadores, la grata noticia de que ya el señor Embajador Ortiz Rubio, organizó una excursión de hombres de negocios del Brasil que vendrá a nuestro país, encabezado por el alto político señor Mello Vianna, Vice presidente de aquella República, y que en febrero o marzo próximos llegará a nuestro país.
Deseo, pues, terminar felicitando afusivamente al iniciador, General Alvarez, de esta brillante iniciativa; al compañero Castillo Torre, por la elevada forma con que la ha sostenido, y al compañero Aguayo, que vino a corroborarla con su hábil palabra. Aplausos. EL SECRETARIO VELADEZ RAMIREZ: En votación económica se pregunta si se considera suficientemente discutido. Sí se considera.
En votación económica se pregunta si se aprueba.
EL AGUAYO: Pido votación nominal, si hay senadores que me apoyen.
EL SECRETARIO VELADEZ RAMIREZ: Habiendo suficiente número de senadores que apoyan al senador Aguayo, se procede a recoger la votación nominal que solicita. Por la afirmativa.
EL PROSECRETARIO ESPINOSA BAVARA: Por la negativa. Se recogió la votación. EL SECRETARIO VALADEZ RAMIREZ: Votaron por la afirmativa los ciudadanos senadores siguientes: Acosta Manuel Aguayo José Aguilar José María. Alvarez Higinio. Apango Rafael. Belaunzarán Pedro. Bermúdez Juan Cal y Mayor Benigno. Camarillo Lauro. Carpio Manuel. Castelazo Juan Castillo Torre José. Cruz José Carrillo Puerto Heraclio. Espinosa Bávara Juan. Estrada Luis Esther. Fernández Ruiz Tiburcio. Galeano Sierra Adalberto. Gutiérrez de Velasco Manuel Gómez Rodrigo. Heredia José. Hernández Lamberto. Margalli Homero Méndez Muñoz Manuel. Montoya Manuel. Neri Eduardo. Ortega Miguel Ortiz Rodríguez José. Pedrero Demófilo. Prieto Manuel Reynoso José Rivera José. Robledo Juan de Dios.
Rouaix Pastor. Roiz Prudencio. Salcedo Ezequiel. Tena Ventura Valadez Ramírez Antonio. Aprobado por unanimidad de cuarenta votos. Aplausos ensordecedores y vivas al senador Alvarez, autor de la iniciativa, a México y a la América Latina)