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4 Amauta tas que no esté de perfecto acuerdo con el apoyo financiero que garantiza su existencia y con ella la de sus redactores. Progresivamente, el capital se puso a controlar el pensamiento. según un proceso tanto más temible cuanto que, en la mayoría de los casos, no se opera a posteriori sobre el producto del pensamiento, la expresión. el escrito sometido a una verdadera censura sino en la consciencia misma del escritor que se pone a pensar en esclavo, voluntariamente.
El desarrollo de la prensa causaba el desarrollo del poder de la opinión y, al mismo tiempo, permitía el control de esta opinión. ésta se hacía tanto más potente cuanto era más controlada, tanto más controlada cuanto era más ávida. Esta gran fuerza conjunta de la prensa y la opinión ha realizado desde hace un siglo una transformación fundamental de la libertad de pensamiento. Las divergencias que se distinguen en ella no son sino las modalidades de un mismo hecho, el enfeudamiento del espíritu al capital, y denuncian nó una libertad verdadera sino la competencia de los grandes negocios enemigos.
Al lado de la prensa, los monopolios estatales o religiosos de la enseñanza, el funcionarismo, el salariado, las diversas formas de la propaganda social, de la literatura y del arte modelables, hasta la filantropía de los millonarios, he ahí otras tantas vías de la opresión intelectual. Existen más. Todas conducen a un mismo hecho: la creación de monopolios intelectuales ligados a los monopolios económicos y controlados por estos, el entropamiento de los espíritus. No se podría dar mejor ejemplo de esta movilización intelectual que la de que Francia se ha enorgullecido durante toda la guerra de 1914 1918.
Desde este instante se podía concebir una especie de capitalismo intelectual. Después, la situación no ha hecho más que agravarse. Sostenidas por la opinión, se han formado ligas que, explotando conceptos sentimentales con al apoyo de la fuerza capitalista, pretenden someter a su control, a sus criterios arbitrarios, las manifestaciones del espíritu. Tales son las ligas de escritores veteranos de guerra, que, en el nombre de los servicios prestados a la Patria, entienden reservar a sus miembros ventajas tales que nadie puede elevar la voz contra esta patria que es el fundamento de sus privilegios. Tales son los consorcios literarios, políticos y religiosos que, bajo la egida de la buena literatura, entienden mantener en el límite de las experiencias permitidas por sus accionistas a los espíritus jóvenes que se hacen la especialidad de descubrir.
Hoy los teatros están entre las manos de los banqueros.
No se escribe sino considerando vida burguesa y el bienestar burgués. Las ciencias políticas, la filosofía, la ciencia, no escapan a este control sospechoso. Los negocios comerciales sostienen los laboratorios y les prohiben todo trabajo des teresado. Lo que asegura a estos se ñores el solo derecho de vida, el espíritu, no es más que una máquina, un poco más complicada que las demás y que, como todos los otros medios de producción, es en el mundo la propiedad de algunos hombres que le trazan límites en nombre de un poder exterior a este espiritu.
Frente a semejante dominación, sería extraño que no se alzara nada. En ningúna parte nos es dado el ejemplo de una parecida sumisión. Los rebeldes, lo más frecuentemente, resbalan en el partido de la opresión. Otros son quebrantados. Asistimos a un espectáculo que se aproxima singularmente a una lucha de clases. Qué cosa es este cisma del espíritu. Se produce, verdaderamente, un cisma en el espíritu? Lo que nace de esta manera.
lo que vemos nacer, es una idea nueva que se agranda.
Se forma insensiblemente un proletariado del espíritu.
Está todavia disperso, tiene mal la conciencia de si mismo, está a remolque de sus enemigos, se engaña, yerra.
Pero ya, por varios signos, se le reconoce.
Es, en verdad, un proletariado. El ejercicio de un trabajo, del trabajo que le es propio, es el pensam ento, y no es sino por la traición del pensamiento que él puepe en la sociedad capitalista asegurar su existencia. Lo que distingue esencialmente a los burgueses de los proletarios es el poder, que les viene de sus lazos con el capital, de almacenar su trabajo, de cesar de trabajar, para convertirse directa o indirectamente (por la posesión de acciones) en patrones explotadores. Para los intelectuales como para los demás, solo tales lazos hacen esto posible. Fuera de ellos todo es traición: el pensamiento, no se expresa fuera del dinero. He aquí la famosa libertad de que se habla. De esta suerte, el desarrollo de un pensamiento, si no está conforme a las miras de un poder que en nada es espiritual, causa la condena de aquel que tiene la audacia de seguirlo. Si tal pensamiento llega a expresarse, se le ahoga. El silencio es la palabra de orden de la burguesía. Esta no tolera lo que considera como una dinamita intelectual sino para reservarse el monopolio.
Es así que los libros peligrosos para el pueblo. cuyos autores son ignominiosamente tratados por los tribunales y la opinión, son publicados a todo gasto por quienes pueden pagarse sus ediciones clandestinas. Igualmente, bajo la cubierta de instituciones democráticas que son consentidas solo para guardar las formas la burguesía mantiene las más altas especulaciones del espíritu fuera del alcance de les asalariados que, para la paz de sus amos, saben bastante con las cuatro operaciones y un poco de historia y geografía.
Resulta de esto que el ejercicio puro del pensamiento no.
puede hacerse sino en provecho de un pequeño número, que compra barato este pensamiento aburguesándoloSi se rebela, se le cortan los víveres. Sin duda es la uti lidad la que valoriza un producto del espíritu, pero hace falta entenderse sobre esta palabra. En la sociedad capitalista, es útil lo que permite el desenvolvimiento y el reforzamiento del capitalismo. Por ende, el pensamiento es facilmente sospechoso de inutilidad y aún parece peligroso. Sė le trata como no se osaría con ningún otro producto humano. Se le juzga digno de medidas de excepción La opinión secunda de buen grado semejantes maniobras.
Condena a un hombre con más facilidad por un delito ietelectual que por un homicidio. Practicamente se tiene derecho de disparar sobre los obreros para defender su propiedad. No se tiene el de hacer la apologia de un hecho calificado como crimen.
La sociedad capitalista, no contenta de rehusar a los que no esclavizan su pensamiento las condiciones materiales de desarrollo de este pensamiento, los acosa desde que lo expresan. Hace falta simular para evitar la miseria y la prisión y unicamente por medio de perpetuos compromisos es que raros intelectuales conservan todavía en nuestros días una dignidad que hace sonreir. Cuál es la diferencia entre tales hombres y los proletarios? No hay ninguna. Una simple ilusión hace, sinembargo, que parezca que hay una. El nuevo proletariado se recluta un poco en todas partes: en los rangos del proletariado mismo, en los rangos de la burguesía. Los prejuicios burgueses son fuertes, se ha impregnado profundamente de ellos al proletariado y éste rehusa reconocer por suyas gentes que son sospechosas a la clase misma que él combate. En este error entra mucho de falta de los que son sus víctimas.
También ellos, muy frecuentemente, se niegan a confesar como suya su verdadera clase. Sea que salidos de esta clase, tengan la tonta ambición de elevarse por encima de ella.
Sea que nacidos de la burguesía hayan guardado sus hábitos. Es tiempo que comprendan, en fin, en qué borde están; que no se engañen más sobre su situacion verdadera; y que no contentos de reconocerse entre ellos, reconozcan finalmente la unidad de su causa y la del proletariado; que habiendo concebido la idea de que constituyen un proletariado del espíritu, conciban que por esto pertenecen al proletariado.
Es particularmente a los que se creen todavía en los rangos de la burguesía a los que se debe conminar. Que verifiquen que son proletarios. Sin varias pantallas les impiden percibir esta realidad. Ante todo, su formación intelectual. Sometidos desde la infancia a un sistema de mentiras y de calumnias tanto más pérfidas cuanto