Amauta 32 no cabe duda que en arte, los mejores frutos son los del Arbol Genealógico. así se ve a la pintura de América tomar posesión de sí misma, verdadera conciencia de sér, de fuerza, y ya esa orientación, que debe ser definitiva, es un gran triunfo para nuestros Primitivos. en la labor de desasnar la pintura americana que nacía muerta por el oropel, por el pintoresco, cursi literatura, hojarasca que seducía a los pocos pintores sin técnica ninguna, sin sentimiento indígena, desastrosamente afrancesados o italianizantes; pintores que se reducían a pintar símbolos superficiales: chinas poblanas, etc. la pandereta, el pierrot de la pintura americana Carlos Mérida fué quien emprendiera la difícil tarea de orientarlos por el cauce actual, elevando a valores significativos, depurando, hasta lograr iniciar la plástica americana. Pocos, entonces, llevaban o simpatizaban por el camino que abría Mérida, rodeado de indiferencia. yo creo que ningún otro pintor americano ha encauzado esa revalorización con una hermandad más perfecta, con el genio mismo de la raza, sabiendo darle un impulso ampliamente moderno y de una liberalidad total. Dos o tres pintores más de América han logrado realizaciones más acabadas que Carlos Mérida; pero es necesario no olvidar que el fué el principal iniciador de esos trabajos. He aquí la afirmación rotunda del mismo Diego Rivera: Carlos Mérida ha realizado, de algunos años a esta parte, una labor de americanismo extremadamente interesante: él fué el primero en hacer entrar dentro la verdadera pintura, el pintoresco americano.
México, el país que tiene más entidad, fué la tierra que fecundara los nuevos impulsos. Fenómeno natural por la alta calidad racial. La pintura americana, cuando no existía, era algo inexplicable.
Saint Simon asegura que el arte de un pueblo es una resultante social y racial: México tiene arte propio. claro!
No es, desde luego, el asunto tratado lo que es regional, lo que es nuestro. El público piensa que un pintor que hace cuadros anecdóticos con indios comerciando telas, etc. o que pinta naturalezas muertas con nuestros frutos, un sombrero charro, algún tiesto indígena, etc. está ya trabajando en arte americano.
Algo semejante pasa en música, en arquitectura, en letras.
El empleo de cierto léxico criollo no asegura una emoción autóctona. como pensar que el espíritu moderno consiste en hacer odas a los automóviles. La esencia de las cosas es la que nos interesa. El automóvil es, además, en la conciencia del mundo, más ofímero que el claro de luna.
El alma de un arte no está propiamente en el asunto que trata. Sobre el tema trabaja el sentimiento. Sobre el tema se hace la interpretación. Deben hacer transposiciones totales del artista digestión y, con las reacciones autóctonas, devolver una esencia indígena de la anécdota indígena, del paisaje, del folklore, de todo lo pintoresco que embarranca a tanto principiante porque, sin estilo, sin ese baño en las corrientes más hondas de la raza, no pueden tener ningún valor universal. hasta entonces, lógicamente, aparece la plástica americana.
La plástica es un valor universal, porque es netamente poética en el más amplio sentido de la palabra. Nace de ver las cosas por adentro. La plástica es la parte esperanto de la pintura, la cualidad que la hace regional en todas partes.
Mientras la pintura americana no había logrado esa cristalización que hasta hoy empieza a obtener, carecía de un elemento esencial y universal. Hay muchas plásticas, siendo, fundamentalmente, una, así como la poesía: sensación inefable, elevación, redención divina del hombre.
Un kodak en manos de an inglés, de un español, ruso o francés, tomará, invariablemente, las escenas que le pongan enfrente.
La pintura pintoresca de tantos americanos indios fotogénicos, flores, volcanes es tan anodina como las postales de un kodak en manos extranjeras que no sepan ni seleccionar. Carece del elemento fundamental de la pintura: la plástica.
Se necesita ser muy americano para poder pintar a nuestra América. Aparte de tantas otras cosas!
Nuestra pintura actual tiene una orientación clásica: espíritu constante de revolución.
Ser americano medularmente. Veo ya a la Pavlowa bailando nuestro Rabinal Achí con reminiscencias de la Muerte del Cisne!
Corte del Rey Sol, Rubén Darío en Versalles, siglo XVIII, Marqués de Fiestas Galantes Verlaine. es, verdaderamente, un prodigio a fuerza de su genio. Sin embargo.
Diego Rivera, pintor de la Revolución, menosprecia a los intelectuales mexicanos y, probablemente, a todos. Asegura que su obra sólo el pueblo puede comprenderla, porque es del pueblo, por el pueblo, para el pueblo. Pintura barbussista, comentara Morand. Unica frase un poco acertada en la disparatada prosa sobre el gran pintor. Morand, como que no tiene mucha sensibilidad para esas cosas.
Carlos Mérida tiene la terrible y grande aspiración de ser únicamente pintor americano. Igual a Chagall, que es ruso siempre, imprescindiblemente de una gloriosa manera automática, como el timbre de la voz o la faz pura o el color de la piel, ancestralmente, Carlos Mérida desea ser americano. El gran pintor ruso, hasta en un ramo de flores tropicales, posee no sé qué inefable desolación de las estepas.
Yo pienso que los camaradas, al verse en los frescos de Diego Rivera, no comprendiendo gran cosa de su admirable obra, no podrá agradarles encontrarse con rasgos caricaturescos y manos demasiado robustas. La misma Virgen si viera los trozos de alguna vírgenes flamencas enteramente mongólicas las creaciones de Giotto por ejemplo vírgenes tan bellas que se arrepintieron súbitamente de ser caricaturas, tal vez sólo sonreiria.
Hacia la magnifica sutileza de expresión de un Chagall, tienden todos los vigores del joven maestro guatemalteco. Chagall logra, tanto como el alemán George Grosz, ser de su tierra, medularmente. Hasta en esa pintura que tiene la gracia angélica, repentina, de los cuadros de niños, de locos o los retablos de nuestras iglesias, pintura en donde todo es felizmente inesperado, en los propios límites de la ingenuidad y de la fantasía, Chagall logra dejar sus huellas digitales marcadas con sangre eslava.
La juventud de Mérida, pasada en la naturaleza milagrosa de la Cordillera, en los departamentos occidentales de Guatemala, a orillas del Lago de Atitlán o en tierras de México, ha absorbido, casi por Ósmosis, su color incomparable. Ha vuelto a Europa, nuevamente, para aumentar sus capacidades, para continuar el difícil aprendizaje pictórico de saber mirar. Con la vieja cultura mediterránea, que sólo a la exasperación generosa de Diego Rivera toleramos no tenerla en cuenta. se vuelve a la patria viendo mejor, con una mirada más clara y sintética, más mesurada, más flna y analítica, hasta lograr fijar las modalidades de nuestra tierra pródiga. Bien se ve que ustedes son tropicales nos dicen a menudo, hasta en Madrid, cuando nos derramamos por necesidad, a veces en vanos alardes. Quién sabe por qué causa los españoles están más lejos de nuestra sensibilidad que los franceses, a pesar de raza, idioma, religión, etc. Cultura nórdica, alemana, Ortega y Gasset. Hay un fuerte chauvinismo en la corriente actual del arte americano, síntoma natural que es halagüeño. Volviendo de Europa, en la extrema juventud, yo creo que se llevan ojos nuevos que saben mejor pesar y medir. Sobre todas las playas del mar latino se oye el coro de las musas moderatrices invocadas por Claudél. El mismo Diego Rivera vino a Europa a aprender las disciplinas clásicas que fueron robusta semilla en su tierra potente: a su obra gigantesca de las más duraderas y grandes de este cuarto del siglo XX toda esa ciencia le sirvió de punto de apoyo, de trampolín para su musa indígena.
Tengo, en mi conciencia, en sitio aparte, la obra de Diego Rivera y la obra de Clemente Orozco.
Hay jóvenes pintores que creen venir a sorprender a Europa con lo que ellos entienden por arte americano, trayendo sólo el aspecto pintoresco, escenas típicas, pero sin resolver ningún problema, sin interpretación, sin ningún sentimiento autóctono, sin ninguna idea de plástica aborigen. tales obras no pertenecen a la pintura americana ni a ninguna clase de pintura. La corriente del sentimiento americano, la verdadera esencia, corre profunda y pocos la logran porque pocos tienen erudición y sensibilidad para llegar a mil ternuras de hondo.
El viaje a México, en donde hay un interesante movimiento pictórico, organizaciones más o menos técnicas y modernas, servirá de muchísimo a la joven pintura americana.
Para un joven artista nuestro es peligrosísima la venida a Europa. Numerosas corrientes, que sólo tienen afinidades lejanas con la propia, accionan sobre la sensibilidad casi virgen. Es como un linchamiento del alma, lucha angustiosa que yo sufrí y que siento aún. Los veinte años de un tropical suelto en la vida ten