16 Amauta consigna era no contrariarla, y si bien su instrucción no fué des Altiplano para uso de turistas cuidada enteramente, ésta limitose a cosas de catecismo y libros religiosos, quedando lo relativo a ética y moral lastimosamente olvidado.
Las palabras son estaciones en este altiplano mío.
Mientras tanto los tíos, a ratos complacientes y a ratos regaDos chozas en el poniente fuman pipas de silencio ñones creían cumplir su delicada misión satisfaciendo todas las eximientras el viento arrastra pájaros y trinos.
gencias de su sobrina y pasándole al padre religiosamente unas cuentas que jamás reparaba; llevándola de tarde en tarde a la coCon la nieve de los Andes se hacen Polos cercanos media y a oir algún sermón; obligándola a asistir al rosario nocen cuyas ciudades frágiles sueñan las llamas románticas.
turno; haciéndola aprender, más teórica que prácticamente, las reLlamas de ojos minerales.
glas del bordado y de la repostería, y exhibiéndola, entrada ya en Yo tengo una alma triste de pastor aimara la pubertad, no sin humos de protección, como una curiosidad procomo poncho morado, vinciana digna de figurar en los etiqueteros días de recibimiento.
María de la Luz no tuvo en aquella época ningún afecto efuy una llama en cuyo cuerpo danzan las albas elásticas.
sivo o sincero, fuera del de su criada, la cual, por instinto, había Altiplano inmensurable como un recuerdo, logrado llegar hasta su corazón. Más bien lo que despertó, a medida que iba creciendo, fué una envidia sorda en sus dos primas, capaz por sí solo de llenar la geografía; unas señoritinas ocho o diez años mayores que ella, medias entecas piel de culebra que han secado los inviernos, y cloróticas y algo enhiestas y frías, como aves de museo. La be que ocupan en tu inemoria las cuatro estaciones del año.
lleza y lozanía de esta flor de trópico las ofendía y exaltaba hasta el deseo de hacerlas sentir deseos homicidas. De buena gana la Altiplano rayado de caminos y de tristeza habrían ahogado o despedido; pero el cdio pesaba en ellas menos como la palma de mi mano.
que los beneficios que recibían por su causa.
Superavión siniestro en los alcoholes de la Revolución: Contentáronse las primas con tratarla friamente, con excluír en el charango brumoso de los hilos del telégrafo la de sus paseos y tertulias y destruir todas las tentativas de no cuelga el indio su infortunio desairado de pájaros, viazgo hechas en torno de ella y toda sospecha de amoríos. Una y en tus ruidos nigrománticos hay un tambor chiriguano.
vida así, de contrariedad y asechanza, de asedio constante, exaltole su temperamento nervioso, agriándole el carácter, ahogando tem De la paja brava emergen pranamente sus expansiones e inclinándola al disimulo, a la vez con una luna en la rueca de un horizonte azulado que le templaba la voluntad. Aprendió así a bastarse a sí misma, a pastoras de wicuñas hurañas y de nubes, tener iniciativas y seguirlas según su inspiración y a desconfiar de que desnudan los crepúsculos y hondean relámpagos incautos.
la sinceridad y desinterés de las gentes. quién sabe adonde habría llegado María de la Luz, bajo la En Tihwanacu las lluvias cantan con los monolitos.
disciplina de este tutelaje frío y espantosamente seco, si a su pa Monolitos que inauguran actitudes antiguas dre no se le hubiese ocurrido en una hora de hastío y añoranza, donde el tiempo afila sus taladros tornar al suelo patrio, y a sus tutores, devolverla, bajo el pretexto cuando el agua se oscurece en el fondo de los lagos.
de un temor tal vez no sentido.
Pero el más impresionado y trasformado por la influencia de La soledad avanza sobre las piedras muertas: esta mujer fué José Manuel. Su inteligencia creció de golpe, como llena la tarde de longitudes, aclimata ecos fantásticos.
a la mágica voz de un ensalmo. La obscuridad del pobre mundo el frío enciende sus látigos blancos.
en que viviera sumido desde que nació, comenzó a desvanecerse y a dejarse entrever horizontes de luz y de vida ignorados por él hasOSCAR CERRUTO ta entonces. Tuvo la intuición repentina del sentido de la dignidad, el cual fué ensanchándosele hasta hacerle comprender toda la vileza y degradación en que vivía. Se vió realmente como era: un prendió que entre el amor y la mujer había algo más que el contachombre como todos los demás. como todos esos que iban y venían to material de los cuerpos, choque fugaz, que, al desaparecer, solo libremente sobre la tierra, dueños de su voluntad y su destino. deja resabios de tristeza.
principio a meditar sobre los agravios de la suerte y los crueles de El recuerdo de estas uniones pasajeras y bestiales le avergonsignios de la justicia humana y divina. En su cerebro de mesti zó. Cierto que esas uniones no eran obra de su voluntad, de su zo, de semiprimitivo, el pensamiento libró rudos combates contra el elección, de la poseída siquiera, sino del acatamiento de órdenes dicpequeño mundo de sus ideas embrionarias, remachadas en él por tadas por un bajo interés y de las que él no venía a ser más que un la mano de los siglos y sostenidas por el prejuicio y la sordidez del simple instrumento de reproducción, tal como el hechor de una yeblanco. de esa lucha, apenas si llegó a sacar triunfante el sen guada. hasta en medio de esas uniones seguía siendo esclavo.
timiento de su yó, vacilante, débil, quebradizo, pero sentimiento al El ingreso a la habitación nefanda se le permitía solo en la noche, fin.
a la cual entraba y salía con puntualidad humillante, con prohibiY su corazón empezó a sentir la necesidad del acoplamiento ción de escarceos eróticos, de pláticas inútiles, que pudieran retarespiritual, que solo por intuición había descubierto ser más fuerte dar la yogada, o despertar en la hembra sentimientos de afecto y y digno que aquellos otros de que había gozado hasta entonces por fidelidad hacia su poseedor que echaran a perder el fruto concecausa del sórdido interés de los amos. Amar como los blancos, eli bido. al primer indicio de preñez, la separación brutal, inexogiendo y excluyendo a voluntad, era también una ley de los negros. rable, muchas veces para siempre, de las que apenas le quedaba Su corazón se la había descubierto primero vagamente, en esa no el recuerdo de alguna frase dulce o el sabor de algún beso rabioche que encerrado con una mujer supo ésta, llena de pudor y rebel so, dado en un instante de inconsciente anhelo de liberación. el día, contenerle y dominarle con solo un mirada y una frase. La fruto de estas uniones sólo venía a ser un guarismo más en el cafrase la escuchó como un mandato y la mirada le mató de un gol pital del amo. El derecho de la paternidad estaba supeditado por pe su pujante rijosidad, sumiéndole en la suave caricia de la con ese otro, odioso y ultrajante, de la accesión. Se engendraba para el templación y haciéndole respetar por primera vez el cuerpo de una amo de la hembra esclava, no para esta ni para el engendrador. Los esclava entregada a su albedrío. tuvo que respetarla porque al derechos de la paternidad quedaban ahogados, muertos con el nago, que él no podía explicarse, le decía que ese cuerpo, así indefen cimiento del hijo, sin poder desarrollar ninguno de los sentimien90 y débil, tenía una fuerza que él no podía quebrantar, y esa era tos dignificadores del deber y la responsabilidad y menos los del la del querer o no querer, es decir, la de la voluntad.
amor.
Con la llegada de María Luz, esa ley fué revelada ya más cla De todas estas cosas José Manuel no podía percatarse clara ramente. La distancia infinita que a ambos separaba, por lo mis mente. Su mediana instrucción no le permitía ahondar en ellas.
mo que él la tenía por insalvable, engendró en su mente el senti Fué necesario que una luz, venida de lejos y traída en el rostro de miento de idealidad del amor imposible, de la delectación del una mujer, le abriera los ojos del alma y le hiciera ver los tesoros amor secreto, de otra esclavitud más fuerte todavía que la del hom y bellezas que pueden salir de ella, por muy negra y humilde que bre por el hombre; pero no odiosa ni humillante ni envilecedora sea su envoltura.
como ésta sino, por el contrario, ennoblecedora y dulcísima. Com a María Luz le tocó hacer este milagro.