Bourgeoisie

8 Amauta FIRM C O E La esperanza desfallece, sangra, agoniza en el alma popular.
Pero nunca muere del todo. Aún en los pueblos transitoriamenta convertidos en piara.
En la política de nuestros pueblos son muchos los Balaames a quienes les falta la burra que les aconseje a tiempo.
Como el hierro se endurece y cobra contornos definitivos a golpe de martillo, así los pueblos, si son de hierro, toman su temple verdadero a golpes de infortunio.
La más absoluta lealtad, la más pura, consiste en sor leal consigo mismo Las vilezas que vemos y las condenamos, no son vilezas en nosotros. o tenemos las razones suficientes para exculpárnoslas.
Todos somos, en este sentido, proxenetas de nosotros mismos. Algunos lo son también de los demás.
Muchos jóvenes hablan de dislocar el curso de la historia, do revolucionar el mundo y darle vuelta de guante. Pero se apaciguan pronto, hasta la hipotermia, con cualquer puesto público.
El sueldo fiscal es la quinina infalible para la fiebre revolucionaria.
Juventud sin ideales, sin rebeldía, fofa, con solo apetitos, puede flotar como las calabazas vacías. Pero no sigue un rumbo definido ni puede, mucho menos, abrirlo. Ni para el bien ni para el mal. Flota, y nada más, como los excrementos en los puertos.
La librea en el cuerpo es siempre grotesca y conmiserable. En el espíritu es repugnante.
Miguel Urquieta.
aficiones burocráticas le alejaban de los campos y de las industrias por juzgarlas ocupaciones de esclavos y villanos.
La mayor parte de los conquistadores y descubridores del siglo XVI, eran gente desvalida; pero no les inspiraba el móvil de encontrar una tierra libre y rica para prosperar en ella con su esfuerzo paciente: guiábalos solo la codicia de riquezas fáciles y fabulosas y el espíritu de aventura para alcanzar gloria y poderío. si al lado de esta masa ignoránte y aventurera, venían algunos hombres de mayor cultura y valía, impulsaba a estos la fé religiosa y el propósito de catequizar a los naturales (6)
El espíritu religioso en sí, a mi juicio, no fué un obstá.
culo para la organización económica de las colonias. Más espiritu religioso hubo en los puritanos de la Nueva Inglaterra. De él sacó precisamente Norte América la savia espiritual de su engrandecimiento económico. En cuanto a religiosidad, la colonización española no pecó de exceso.
11 La República que heredó del Virreinato, esto es de un régimen feudal y aristocrático, sus instituciones y métodos de instrucción públiéa buscó en Francia los modelos de la reforma de la enseñanza tan luego como, esbozada la organización de una economía y una clase capitalistas, la gestión del nuevo Estado adquirió cierto impulso progresista y cierta aptitud ordenadora.
De este modo, a los vicios originales de la herencia española se añadieron los defectos de la influencia francesa que, en vez de venir a atenuar y corregir el concepto literario y retórico de la enseñanza trasmitido a la República por el Virreinato, vino más bien a acentuarlo y complicarlo.
La civilización capitalista 11o ha logrado en Francia, como en Inglaterra, Alemania y Estados, un cabal desarrollo entre otras razones por lo inadecuado del sistema educacio.
nal francès. Todavía no se ha resuelto en esa nación de la cual hemos copiado anacrónicamente tantas cosas, problemas fundamentales como el de la escuela única primaria y el de la enseñanza técnica.
Estudiando detenidamente esta cuestión en su obra Crear Herriot hace las siguientes constataciones: En verdad, conscientemente o no, hemos pernianecido fieles a ese gusto de la cultura universal que parecía a nuestros padres el mejor medio de alcanzar la distinción del espiritu. El francés ama la idea general sin saber siempre lo que enticnde por ese término. Nuestra prensa, nuestra elocuencia, se nutren de lugares comunes. En pleno siglo XX no tenemos aún un plan de educación nacional. Las experiencias políticas a las que hemos estado condenados han reaccionado cada una a su manera sobre la enseñanza. Si se le mira desde un poco de altura, la mediocridad del esfuerzo tentado aparece lamentable. 7)
Y, más adelante, después de recordar que Renán atribuía en parte la responsabilidad de las desventuras de 1870 a una instrucción pública cerrada a todo progreso, convencida de haber dejado que el espíritu de Francia se malograse en la nulidad, Herriot agrega: Los hombres de 1847 habían conseguido para nuestro país un programa de instrucción que no ha sido jamás ejecutado y ni siquiera comprendido. Nuestro maestro Constantino Pecqueur, lamentaba que la instrucción pública no fuese aún organizada socialmente, que el privilegio de nacimiento se prolongase en la educación de los niños. 8)
Herriot cuya ponderación democrática no puede ser contestada, suscribe a este respecto juicios sustentados por los Compagnons de Université Novulle y otros propugnadores de una radical reforma de la enseñanza. Conforme a su esquema de la Historia de la Instrucción Publica de Francia, la revolucción tuvo un amplio y nuevo ideario educacional. Con un vigor y una decision de espíritu remarcables. Condorcet reclamaba para todos los ciudadanos todas las posibilidades de instrucción, la gratuidad de todos los grados, la triple cultura de las facultades físicas, intelectuales y morales. Pero después de Condorcet, vino Napoleón. La obra de 1808, escribe Herriot, es la antitesis del esfuerzo de 1892. Én adelante los dos principios antagónicos no cesarán de luchar. Los encontraremos, así al uno como al otro, en la base de nuestras instituciones tan mal coordinadas todavía. Napoleón se ocupó sobre todo de la enseñanza secundaria que debía darle a sus funcionarios y oficiales. Nosotros lo estimamos en gran parte responsable de la larga ignorancia de nuestro pueblo en el curso del siglo XIX. Los hombres de 1793 habian tenido otras esperanzas. Hasta en los colegios y los liceos, nada que pueda despertar la libertad de la inteligencia; hasta en la enseñanza superior, ninguna parte para el culto desinteresado de la ciencia o las letras. La tercera república ha podido desprender a las universidades de esta tutela y volver a la tradición de los pretendidos sectarios que crearon la Escuela Normal, el Conservatorio de Artes y Oficios o el Instituto. Pero no ha podido romper completamente con la concepción estrecha tendiente a aislar la cooperación universitaria del resto de la nación. Ha consérvado del Imperio una afición exagerada a los grados, un respeto excesivo por los procedimientos que habían constituído la fuerza, pero también el peligro de la educación de los jesuitas. 9)
Esta es, según un estadista demo liberal de la burguesía francesa, la situación de la enseñanza en la nación de la cual, con desorientación deplorable hemos importado métodos y textos durante largos años. Le debemos este desacierto a la aristocracia virreinal que, disfrazada de burguesía republicana, ha mantenido en la República los fueros y los principios de orden colonial. Esta clase quiso para sus hijos ya que no la educación acremente dogmática de los colegios reales de la Metrópoli, la educación elegantemente conservadora de los colegios jesuitas de Francia de la restauración. CONCLUIRA)