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Amauta 27 LA LLEGADA MOSCU POR CARMEN SAOO Niegoreloge, frontera rusa polaca. Son las once de la noche.
Estoy en el país de los Soviets. Bajo con mi pequeño equipaje para el registro de la Aduana, y para cambiar de tren, pues los trenes rusos son distintos de los del centro de Europa: son altísimos de techo, como casas de dos pisos. El registro de aduanas es severo. Caras agestadas y manos expertas y justas. Todo queda en orden y me dejan pasar, aunque llevo en mi maletín zapatos nuevos, lencería fina de París y mi reloj Longines tres estrellas.
Pero no puedo subir a los vagones rusos. Hay algo que me falta, y no sé que es. Un guardián inflexible en la puerta no me deja subir aunque le muestro mi billete comprado en París para Moscú. Entonces trato de adivinar, regreso a las salas, entro y salgo.
Me angustio, porque ya solo faltan siete minutos para que salga el tren, ya suben los pasajeros y yo desesperada pensando que puedo tener que quedarme en una estación en donde nadie comprende lo que yo hablo. Al fin veo cerca de una ventanilla a algunas personas que presentan su billete y pagan. Ya estoy salvada, corro a la ventanilla, presento mi billete y pago por señas haciendo los números con los dedos. Me dan una contraseña, la muestro al guardián y me deja subir al vagón. No sabía yo que había que pagar un suplemento, porque los trenes rusos no llevan sino vagon lits, es decir, vagones cama. Cada contraseña tiene el número de la cama que le corresponde a uno. No hay ni primera, ni segunda, ni tercera clase. Todos son iguales. Estamos en el país de la igualdad. Me acuesto, tengo para mí un gran espacio disponible. En los compartimentos altos se instala un matrimonio italiano. Vá el marido contratado a Moscú. Frente a mi una campesina desata sus atados. Un poco más lejos dos guardias rojos nos custodian. Yo me incorporo y trato de indagar en la oscuridad el paisaje de las estepas. No lo consigo; pero la cer. La Iglesia de San Lázaro tiembla en la decrepitud de sus viejos muros.
Proletarios de todos los palsos, unlos En los cristales de la nave el humo del incienso se solidifica de estupor. Rusia es la bandera de insurrección de los trabajadores Los cantos de la muchedumbre penetran como bayonetazos de todos los países en las puertas cerradas.
Jesús crucificado se fuga hacia la gloria de los himnos humildes.
En el altar se escucha la polilla roer los mantos de las vír. Agredidos.
Nunca agresores genes y los rostros de madera de los mártires profanados por el culto espectacular de los sacerdotes.
En el Palacio de Gobierno relucen las ametralladoras semejantes a reductos decisivos.
Las olas del mar suburbano se desenroscan dentro de la ciuLas hocacalles erizadas de sables se disparan sobre las pupi dad, en múltiples rías invadidas por la alta marea.
las dilatadas de los obreros, para amedrentarlos.
Las encarnadas banderas proletarias parecen cosidas como Los girones rojos se estiran erguidos, en el viento cargado condecoraciones en la solapa del cielo.
de relámpagos.
Por encima de nosotros, el sol, alto, va a caer semejante a El asfalto yankee dificulta la improvisación de barricadas ca una bomba anarquista, para redimirnos.
llejeras.
Es la muchedumbre na muchedumbre!
Es la serpiente viva, movible, sobre la boa petrificada de la Los hombres han de traer, desde lejos, las piedras libertarias rua metropolitana.
en las cartucheras de sus overoles.
Es la multitud ¡la multitud!
Racimos apretados de cabezas revueltas, sólidos biceps, cueDel suburbio, junto al mitin, las casas corren en hileras hacia llos robustos, manos moldeadoras del progreso.
la Plaza de Armas.
Es el sueño de Marx, las palabras de Marx, las letras de Marx Desde las afueras de la población, hacia el centro mismo, en movimiento, escapadas de los libros.
apretándose por los flancos.
Es Marx mismo que avanza entre vacilantes collares de preLas iglesias petrificadas, miran con las ventanas de sus totorianos.
rres el tropel de navíos embanderados de rojo y la muchedumbre Energía del trabajo.
de los soldados ciegos, Fuerza de la muchedumbre sin armas, que arremete con sus Los templos sienten estremecerse las lenguas de sus campaclaras pupilas inocentes.
nas.
Yo la veo!
La proximidad de la tragedia les cierra el bronce de los labios. Yo la escucho!
Yo la siento!
Por el otro lado de la capital, la barriada de La Victoria emAvanza como el mar, brama como el mar, envuelve como el puja con el mismo ímpetu cívico sus soldados fabriles.
mar, triunfa como el mar.
De la carretera de la Magdalena, las arcas textiles de la Fá Ella trae en sus banderas todas las horas, ella trae en sus banbrica Nacional de Tejidos del Pacífico, desborda igualmente obuses deras todas las luces, ella trae en sus banderas todas las posibiliproletarios.
dades.
Canta la sirena de la huelga con el rumor de un moscón me Es la muchedumbre ila muchedumbre!
tálico.
La tierra se estremece, el abismo se estremece, la altura se estremece.
Del puerto del Callao caen los obreros marítimos.
Es una idea en marcha, es mi idea en marcha.
Los cuerpos nutridos de salitre.
Yo voy con la multitud en marcha, yo soy la multitud en marLas frentes fraganciosas de algas marinas y del beso de los cha.
crepúsculos enredados en las antenas de los transatlánticos.
Pasión.
Odio.
La milicia de Vitarte corre su reguero de pólvora ardiente, arrastrando su cabeza angulada, esféricas inscripciones revolucio. Bendito seas al servicio de los encadenados!
RICARDO MARTINEZ DE LA TORRE.
narias.