Amauta 15 O С С POR ESTUARDO NUÑEZ Un sol amarillento y nauseabundo se esparcia en el horizonte. Los cuatro estiraron los cuellos para mirar desde la calle. por una ventana. Era una ventana provinciana, casi sin vidrios, insumisa enemiga del viento. Los cuatró volvieron a mirar. Las gentes se preguntaban què cosa eran los cuatro. Si eran hombres, nadie tenía seguridad de que lo fuesen. Tenían apenas, los vestidos y las facciones. Nadie sabía tampoco sus edades. No se contaba siquiera un viejo que los hubiera visto nacer: Las apariencios nos pintaban edades diversas. Miento! Las gentes no se preguntaban nada. Los únicos que se lo preguntaban todo eran los cuatro. despecho del sol, ellos quisieron mirar de nuevo.
Pero por tercera vez se encontraron cara a cara con el sol.
El segundo quiso cargárselo en el pecho, mientras los otros tres miraban; pero fué en vano. No tuvieron más remedio que cargarlo en las espaldas simultáneamente, y entonces mirar. Dentro estaba el quinto, sentado ante su mesa entre, viejos papelotes que releia y entre viejos libros que chapoteaba. Aquellos eran sus cartas, sus amadas epístolas escritas a amadas epistolares.
Era su única forma de amor, ante mujeres que nunca había visto. que con conocerlo habrían tenido bastante y demasiado. Sús libros eran un tomo de obras completas de Petrarca y La Divina Comedia del Dante. Relegados habia un Manual del Perfumista, una Colección del Cancionero de Lima con anotaciones. Le obsesionaba grandemente la figura inmortal, aunque vaga. decía él de Laura.
Pero las páginas de Petrarca como las de la Divina Comedia, le eran, casi del todo, incomprensibles. cavilaba y su cavilación terminaba en sueño. Se dominaba, al fin, y proseguía sus infructuosas incursiones por los maestros italianos.
Miraron los cuatro y se confrontaron las caras. EL crepúsculo los invitó al paseo. Se encaminaron paso a paso a la taberná.
Era indudablemente día de inspiración del quinto. Días de inspiración eran aquellos que seguían a noches de juerga, a noches alcohólicas. Regresaba del club y no se acostaba, ni siquiera dormía un momento. Aprovechaba todos los partos de su imaginación calenturienta. Al fin del día se encontraba con un hacinamiento inusitado de producciones.
Entonces y sólo entonces se echaba a dormir apaciblemente. su sueño duraba todo el día siguiente. Al fin y al cabo era económico: ese día no comía. Un consuelo le daba Edison: el hombre que trabaja intelectualmente no necesita comer mucho ni dormir. Én lo del sueño se le oponía. Dormir era para él un placer. De este modo practicaba a Nietzche sin haberlo leído. Día de inspiración era aquel. Días famosos para él.
Fruto de ellos eran dos volúmenes que no encontraba donde editar. Pero había una causa más poderosa: no sabía qué titulos ponerles. El quinto profesaba un odio a muerte a todo lo que fuera títulos. Llamar a mi obra por lo que es decía basta. Pero no encontraba lo que era su obraSoñaba editarla en la imprenta El Puma. Todo arre glado, menos el dinero, menos los titulos.
Otra cosa menos. Me acuerdo ahora que le faltaba el talento. se me había olvidado esto, porque los cuatro decían que el talento era poca cosa. Mínima cosa. El pensaba lo contrario. Por eso no era amigo de ellos. Encontrabe su negación. Era lo más que podía encontrar. Eso les pasa a los grandes hombres La eterna incomprensión de los imbéciles Imbéciles eran los cuatro. Pero él seguía siendo amigo de ellos, apesar de todo. Apesar de que reían de él; apesar que lo espiaban por la ventana; apesar de que lo dejaban en paz; apesar de que lo respetaban como al imbécil mayor; apesar de todo. Encontraba su negación.
El quinto se preguntaba muchas veces porqué para llegar a la capital había que caminar veinticuatro horas a mula, durmiendo en una taberna. Bien podría cerrarse los ojos por un minuto, desear ardientemenie estar en Lima y al abrirlos encontrarse en la plazuela de Cocharcas. por donde entró Piérola. en su Colección del Cancionero ha bía encontrado una copla que le daba el dato. Pero pensar o desear era muy poco. Era menester querer. Elinismo proberbio lo decía. Pensó que esforzándose con toda su voluntad podía hallarse en Lima. Pero ni pensando ni queriendo vislumbró pronto conseguir su propósito.
No se explicaba porqué. Porqué era necesario que viviera en una ciudad provinciana. Porqué en Lima se desdeñaba al provinciano. Porqué no podría imprimir sus libros. Porqué no había nacido rico. Porqué Dios había puesto de impresor a un viejo maldito que le rechazaba sus obras. Porqué. Se sintió atormentado por tantos porqué.
Los cuatro por su parte eran incapaces de hacerlo. Cúándo mucho se habrían reido a carcajadas. No. Con los cua tro bien se podría conversar de otras cosas. De otras cosas más prácticas.
Era el coleccionista de crepúsculos.
Tenía casi un centenar de descripciones de crepúsculos diferentes. Todos diferentes. Tuvo el buen cuidado de eliminar los iguales. Pero no se contentaba con ésto. Su labor verdaderà era la de coleccionista de descripciones de distintos autores. Y, ante todo, de investigar si un mismo autor tenía varias. Si tuviera la Biblioteca Nacional a su disposición! Los crepúsculos son un libro abierto para los hombres.
Amaneció un día más temprano que nunca. Era un día extraño y no como los plomizos de costumbre. El quinto estaba tan habituado a ellos que enseguida le llamo la atención Pero no enseguida de que amaneciera el día, sino en seguida de que abriera sus ventanas, a las 10. Como de costumbre pensó muchas cosas. Un día como este tenía secretos muy grandes. Es como un baúl que nos mandan de fuera. Lo abrimos y se nos uparecen una cantidad insospechada de no vedades. Sacamos contenidamente cosa por cosa, porque bien quisieramos volcarlo y verlo todo de una vez. Pero como iba a volver el día, preferible era armarse de paciencia y ir viendo todo gradualmente. Sacar cosa por cosa del baul. Que una sorpresa venga tras otra y que tras esta venga ilna nueva. El baul era muy grande. a él se le antojaba el día muy largo y así como había sorpresas habría muchas cosas comunes. Conforme se acercaba al fondo sus esfuerzos eran mayores. sentía dolor en los riñones ¡Qué estaría en el fondo? El ya se lo imaginaba. Le interesaba conocer el estado en que lo encontraría. El baul era tan grande que por momentos pensaba encontrar el fondo pero a su vista surgían cosas nuevas, algunas nunca vistas. Eran las cuatro de la tarde) más cosas y mas cosas. De pronto sintió una cosa blanda, húmeda, elastica, y más abajo, el fondo.
Habia encontrado el crepúsculo: ESTUARDO NUÑEZ Trim