Amauta superficialmente las aguas de esta quieta palude intelectual.
La generación arbitrariamente llamada futurista debió ser, cronológicamente, la que iniciara la renovación de los métodos y el espíritu de la Universidad. ella pertenecían los estudiantes, catedráticos luego. que representaron al Perú en el congreso estudiantil de Montevideo y que organizaron el Centro Universitario, echando las bases de una solidaridad que en la lucha por la Reforma había de concretar sus formas y sus fines. Mas la dirección de Riva Agiiero. por boca de quien habló explícitamente el espíritu colonialista en su tesis sobre literatura peruana. orientaba en un sentido conservador y tradicionalista a esa generación universitaria que, de otro lado, por sus orígenes y vinculaciones, aparecía con la misión de marcar una reacción contra el movimiento literario gonzáles pradista y de restablecer la hegemonía intelectual del civilismo, atacada, particularmente en provincias, por la espontánea popularidad de la literatura radical.
IV REFORMA REACCCIÓN El movimiento estudiantil peruano de 1919 recibió sus estímulos ideológicos de la victoriosa insurrección de los estudiantes de Córdova y de la elocuente admonición del profesor Alfredo Palacios. Pero, en su origen, constituyó principalmente un amotinamiento de los estudiantes contra algunos catedráticos de calificada y ostensible incapacidad. Los que extendían y elevaban los objetivos de esta agitación. transformando en repudio del viejo espíritu de la Universidad el que, en un principio, había sido solo repudio de los malos profesores y de la disciplina arcaica. estaban en minoría en el estudiando. El movimiento contaba con el apoyo de estudiantes de espíritu ortodoxamente civilista quienes seguían a los propugnadores de la Reforma tanto porque convenían en la evidente ineptitud de los maestros fachados como porque crelan participar en una algarada escolar más o menos inocua.
Esto revela que si la oligarquía docente, mostrándose celosa de su prestigio intelectual, hubiera realizado a tiempo en la Universidad el míninum de mejoramiento y modernización de la enseñanza necesario para no correr el riesgo de una situación de escandalosa insolvencia, habría logrado mantener fácilmente la intangibilidad de sus posiciones por algunos años más.
La crisis que tan desairadamente afrontó en 1919, fué precipitada por el prolongamiento irritante de un estado de visible desequilibrio entre el nivel de la cátedra y el avance general de nuestra cultura en más de un aspecto. Este desequilibrio se hacía particularmente detonante en el plano literario y artístico. La generación futurista que, reaccionando contra la generación radical romántica y extrauniversitaria, trabajaba por reforzar el poder espiritual de la Universidad, concentrando en sus aulas todas las fuerzas de dirección de la cultura nacional, no supo, no quiso o no pudo reemplazar oportunamente en la docencia de la Facultad de Letras, la más vulnerable, a los viejos catedráticos retrasados e incompetentes. El contraste entre la enseñanza de letras en esta Facultad y el progreso de la sensibilidad y la producción literarias del país, se tornó clamoroso cuando el surgimiento de una nueva generación, en abierta ruptura con el academicismo y el conservantismo de nuestros paradógicos futuristas. señaló un instante de florecimiento y renovación de la literatura nacional. La juventud que frecuentaba los cursos de letras de la Universidad, había adquirido fuera, espontáneamente, un gusto y una educación estéticas bastantes para advertir el atraso y la ineptitud de sus varios catedráti cos. Mientras está juventud, como vulgo, como público, había superado en sus lecturas la atención del modernismo. la cátedra universitaria estaba todavía prisionera del criterio y los preceptos de la primera mitad del Ochocientos español. La orientación historicista y literaria del grupo que presidió el movimiento de 1919 en San Marcos concurría a un procesamiento más severo y a una condena más indignada e inapelable de los catedráticos acusados de atrasados y anacrónicos.
De la Facultad de Letras, la revisión se propagó a las otras facultades, donde también el interés y la rutina oligárquicas mantenían profesores sin autoridad. Pero la primera brecha fué abierta en la Facultad de Letras; y, basta algún tiempo después, la lucha estuvo dirigida contra los malos profesores mrás bien que contra los malos métodos.
La ofensiva del estudiantado empezó con la formación de un cuadro de tachas, en el cual se omitieron cuidadosamente todas las que pudieran parecer sospechosas de parcialidad o apasionamiento. El criterio que infcrmó en esa época el movimiento de reforma fué un criterio de valoración de la idoneidad magistral, exento de móviles ideológicos.
La solidaridad del rector y el consejo con los profesores tachados constituyó una de las resistencias que abondaron el movimiento. El estudiantado insurgente comenzó a comprender que el carácter oligárquico de la docencia y la burocratización y estancamiento de la enseñanza, eran dos aspectos del mismo problema. Las reivindicaciones estudiantiles se ensancharon y precisaron.
El primer congreso nacional de estudiantes, reunido en el Cuzco, en marzo de 1920, indicó, sin embargo, que el movimiento pro reforma carecía aún de un programa bien orientado y definido. El voto de mayor trascendencia de ese congreso es el que dió vida a las universidades populares, destinadas a vincular a los estudiantes revolucionarios con el proletariado y a dar un vasto alcance a la agitación estudiantil.
Y, más tarde, en 1921, la actitud de los estudiantes ante el conflicto entre la Universidad y el Gobierno, demostró que reinaba todavía en la juventud universitaria una desorientación profunda. Más aún: el entusiasmo conque una parte de ella se constituía en claque de catedráticos reaccionarios, cautivada por una retórica oportunista y democrática, bajo la cual se trataba de hacer pasar el contrabando ideológico de las supersticiones y nosalgias del espíritu colonial. acusaba una recalcitrante reverencia de la mayoría a sus viejos dómines.
Era evidente, empero, que la derrota sufrida por el civilismo tradicional había colaborado al triunfo alcanzado en 1919 por las reivindicaciones estudiantiles con el decreto de 20 de setiembre que establecía las cátedras libres y la representación de los alumnos en el consejo universitario y con las leyes 4002 y 4004 en virtud da las cuales el gobierno aró cantes las cátedras ocupadas por los profesores tachados.
Reabierta la Universidad después de un período de receso que fortaleció los vínculos existentes entre la docencia y una parte de los estudiantes, las conquistas de la Reforma resultaron escamoteadas, en gran parte, por la nueva organización. Pero, en cambio, el nuevo espíritu tenía ya mayor arraigo en la masa estudiantil. en las nuevas jornadas de la juventnd iba a notarse menos confusionismo ideológico que en las anteriores a la clausura.
La reanudación de las labores universitarias en 1922, bajo el rectorado del doctor Villarán, significó, en primer lugar, el compromiso entre el gobierno y los profescres que ponía término al conflicto que el año anterior condujo al receso de la Universidad. La ley orgánica de enseñanza promulgada en 1920 por el Ejecutivo, en uso de la autorización que recibió del Congreso en Octubre de 1919, cuando este votó la ley No. 4004 sancionando el principio de la participación de los alumnos en el gobierno de la Universidad. sirvió de base al ávenimiento. Esta ley reconocía a la Universidad una autonomía que dejaba sa