34 Amauta EL PE R NEGR (Cuento Serrano)
POR SERAFIN DEL MAR El viento cepillaba de los cerros el canto de los gallos que se dencias. Las bestias se revolcaban en la plaza con los aparejos recostaban en el frío de la noche. Silbidos estremecidos desperta humeantes, mientras los hombres buscaban la casa del Estanco de ban estrellas que marcaban el tiempo. En el corral los mulos re la Sal. Uno o dos bebidos, dejaban escapar canciones indias, borralinchaban triturando el pasto con satisfacción burguesa.
chos de tristeza y alcohol. Ya deben ser las de la madrugada muchachos. Buenos La noche caía a pedazos de los techos. Los ojillos del pesadías compadre, buenos días taita, buenos días don Mateo. y pu dor de sal oscilaban como carbones encendidos. Al menor esfuersiéronse a masticar coca conversando en voz baja.
zo que hacía González le brotaba la sangre por entre el trapo su. Qué nos pasará? dice Mateo González, tengo la coca cio. Después de colocar las reatas cargadas a los mulos, González amarga. Bótelo, compadre, a ver le daré mi coquita de quintesse dirige a recoger la contestación de la oficina principal del Esy González fumaba su cigarrillo pero nerviosamente.
tanco. El jefe era don Simón Alva, aquel canalla subprefecto, En la plaza sonaban las pisadas del amo y gobernador. Abrién aquel hijo de. que hizo colgar a todo un pueblo, hijos y mudose la puerta con fuerza, apareció con su poncho de vicuña y bu jeres de las torres. los hombres arrancándoles primero la lengua, fanda de marino teñido de colores.
los amarraba a la cola de los caballos para desbarrancarlos. Por Buenos días, patrón!
que días antes habían saqueado el templo para tener que vender y Quienes van contigo, compadre Mateo. Juan, Nicanor y con qué comer. El hambre es la única fortura que poseen los puesu sobrino. Cómo. no vino el gago. No compadre, dice que blos. Tanta sana! Para qué? Para que denunciaran al cabeciila tiene a la mujer enferma. Canalla, arrastrado, me está debien y entregaran las joyas repartidas entre el pueblo! El gobierno modo soles, que se espere nomás, éstos abusan hasta que no se les vilizó tropas de infantería. Llegaron al pueblo, incendiaron las pometa a la Cárcel, grandísimo perro.
cas chozas, llevándose todo el ganado vacuno y caballar que queAl poco rato llegó el cuñado, alcalde del pueblo, con el bigote daba, después de que el párroco se había hecho arrear más de la escarchado, después de haber hecho el rodeo de sus haciendas, mitad. Los soldados custodiaban bien a sus amos, tumbando las que en extensión ocupan las dos terceras partes del caserío. En carabinas a los pocos hombres que miraban desde los picachos arder la plaza lamían la sal de las pircas de la Iglesia, donde los hombres su pueblo, reventando los pajonales verdes como gritos de balas, orinan en las fiestas, 63 vacas con sus terneras que habían sido con las aves que saltaban desesperadamente por entre el fuego. La arreadas de los pastos de la Hacienda. Los dueños, campesinos mi ciudad desolada ardió tres días. Los indios huídos se internaron serables, llegaban sudorosos a rescatar su ganado, algunos con mu a lo inaccesible de las montañas. Después se supo que merodeaban chas lágrimas en las manos. El gobernador le dió un abrazo de sa por los pueblos vecinos. Bandas de bandoleros que saqueaban las tisfacción al cuñado y llamó a los varayocs por medio de campana haciendas con encarnizamiento.
das ordenando que marcaran el ganado con el sello de la Hacien Este hombre chacal, don Felipe, como le decían en el pueblo, da. Atrás venían 103 borregos y 76 llamas del rodeo mensual.
había envejecido, con la vejez de las momias inkarias. Su voz exEmparcjadas las bestias, recibió González el dinero y la carta piadora de su crimen salía como de un sarcofago.
para la compra de sal en Izcuchaca. Con un palmazo en el hom. Pobrecito, tienes la herida verde. Creo que te está entranbro, le decía el alcalde a González: do la luna. Cuándo te mordió el perro? los 20 días si fué de No se han de tardar pues compadre, tenemos muy poca sal hidrofobia te volverás loco furioso, morderás y tendrán que amaen la tienda, felicidades don Mateo.
rrarte. Estas palabras se le zincograbaron en el cerebro con unas La mañana envuelta en la neblina retozaba en la yerba de la lágrimas que hicieron centinela. Trágica obsesión que día a día plaza.
le corroía como un cáncer.
Saltó la tristeza en la cara como una pedrada de honda. Los compañeros le miraban con desconfianza hablándose entre los Después de pasar los picachos nevados de Azapara, acamparon oídos.
en el valle. En las montañas llovía fuertemente, se sentía los lati Don Mateo no se ponga triste, mire, ya se viene el Santiagazos de los truenos en la cueva donde se hacia la merienda. lo go, agarraremos las mejores muchachas para usted, verdad don Malejos, unas cuantas chozas con luces que se alargaban. Los perros teo? le decía Juanico, jalándole del saco al compañero.
ladraban insistentemente y el eco rebotaba en todos los peñascos. González seguía inmutable como el tiempo, gravitando su penEsa noche durmieron tranquilos después de haberse deshilachado samiento en los 20 días. En medio camino un raro presentimiento en insultos contra el gobernador y el alcalde que les pagaban 30 lo detuvo. Entregó la carta para el gobernador y se marchó sólo a centavos diarios de jornal. Atravesaron la puna, Mateo quedóse su pueblo donde lo esperarían su mujer y sus hijos.
tras unas piedras a descansar mientras los mulos caminaban resba En su casa fué una fiesta inusitada. Los niños se le prendielándose a los bajíos donde el verde de los maizales y de la vege ron de las piernas, otros registraban el atado, la mujer púsose a dantación hacia saltar el corazón como un brinca monte. Mateo sonrió zar sobre los colores vivos de sus fustanes. Esa misma tarde lloviendo a sus compañeros a gran distancia y rodó cortando el ca raron sin consuelo, abrazados como niños. En la noche se amaron mino sobre la yerba que empezaba a levantarse en los barbechos. salvajemente hasta qeu la luna se derritió en el canto de los gallos.
De repente, de entre los magueyes saltó un perro negro con la boca Al amanecer se fué al bosque por leña, allí contó los hilos de los espumosa, atacado de furia salvaje. Sin darle tiempo a defenderse dedos, 19, mañana serán 20. Este número se le enredó en la garle rasgó la cara con un grito apocalíptico y corrió luego a la muerte. ganta como un lazo que le ahorcaba el corazón, escapándosele por Mateo no atinó sino a agarrarse la cara con las manos oscure las sienes. Cuando González regresó era otro. El mismo no era, se cidas de sudor y apretándose las heridas para que la sangre se con repetia la mujer. Le bailaban los ojos profundamente abiertos, el tuviera, apresúrose a llegar al lado de los compañeros que ganaban rechinar insistente de los dientes le rasgaba hendiduras en las meel camino curvado. Al llegar saltó uno de ellos sorpresivamente. jillas secas. Miró con asco a sus hijos pequeños que jugaban. El. Que te pasó compadre. Paqué te voy decir, ese perro árbol de su cuerpo se derrumbó a los pellejos sin lana. Alli solloparecia con mal de hielo, yo lo adiviné cuando pasó por nuestro zaba doblándose los dedos de falange en falange hasta dormirse lado. No es cierto Juanico. Sacaron una botella de aguardien con la lengua mordida. Serian las de la madrugada cuando se te y sopláronle duro con la boca, después de un trago fuerte que los incorporó dando un grito que hizo templar la tierra. Aullaba coalegro.
mo las fieras enfermas, con los ojos más desmesuradamente desorEl dia trascurrió envolviéndose en el paisaje. El sol dibujado bitados. Recorrió semidesnudo todo el pueblo. La fiebre le queen las caras se sonrojaba al proyectarse entre las piedras. En la maba el cuerpo moreno, que se metia en los charcos y acequias hasnoche llegaron a Izcuchaca fatigados por un día salpicado de inci ta grunir igual que los puercos.