Amauta 29 M R E IN DI POR ANTERO PERALTA Leyendo a los indianizantes. especialmente a los cuentistas pensarán los que no conocen la vida tahuantinsuyana que en los Andes abundan los don Juan y doña Inés, los Romeos y las Julietas, las Cleopatra y los Césares. Recordarán las leyendas de los machos cabríos y las hazañas de Amor flechador. con todos los requiebros y cuitas consiguientes. Imaginarán quizá los balcones románticos de las noches de luna o los cabarets color carne en desborde de sensualidad. no otra cosa conducen la falta de observación directa del medio y la fácil imaginación de los que escriben sobre indianismo en París, en Buenos Aires, en Ma.
drid, en Lima. base de datos históricos, más menos acomodados al modo de ser europeo, fantasean hasta la n:ajadería. Y, sin embargo, es muy otra la realidad.
El indio actual, de las sierras del Perú, es un enigma para el sicólogo occidentalista que trate de sorprender su temperamento erótico. Es frío, indiferente, inexpresivo en sus relaciones sexuales. Esto en lo que respecta a la manifestación exterior, que muy bien puede ser apariencial; pero observando con más cuidado esas relaciones se advierte, aunque imprecisamente, eierta tonalidad amorosa, rara, algo primitiva, esencialmente instintiva, casi animal. La famosa teoría del instinto de la especie parece cumplirse en el sentido de prolongación automática, diremos mejor biológica, de la raza. El indio concibe seguramente un tipo de amor de difícil comprensión para las mentalidades europeisantes. que concuerda con la proporcionalidad métrica, ingeniada por su raza, en lo somático, y, con su ideal simbólico de belleza en lo síquico. Esto último se advierte en su concepto de sumace asña (joven hermosa) de sus cuentos y leyendas. Pero esa doble concepción debe ser ingenua, sin refinamiento alguno que haga presumir la lubricidad y sin emotivid ad profunda que lleve hasta la pasión. Las canciones y narraciones amatorias que tenemos de la época incaica no autorizan para seguir aplicando los mismos motivos eróticos a los complejos sexuales del indio de hoy. La civilización incaica, en su apogeo determinaba, libre y poderosamente, las maneras propias de sus expansiones vitales; pero, desde que se descentró, se disgregó y fué arrollada por otras civilizaciones y desde que los hombres que la crearon fueron condenados a la servidumbre y la degeneración, no pudo ya actuar normalmente. Y, por ende, la sicología individual y colectiva se hubo de retraer, eprimir, decaer y hasta degenerar; presentando a la larga una caparazón de defensa contra las miradas escudriñadoras de los dominadores. Desde entonces las variantes de la actividad sicológica del indio se desenvuelven a puerta cerrada. El espíritu de la raza autóctona cuenta los siglos dentro de esa caparazón, que será vulnerada no precisamente por los indianizantes sino por los impulsos o explosiones de su propia sangre.
Da grima leer algunos cuentos andinistas en que se pinta al protagonista indio flirteando y besando a la manera de Rodolfo Valentino o en que se parodia los conflictos emocionales de na María de Jorge Isaacs. Cuando es cosa sabida que la boca del indio no desempeña más funciones que las de hablar, comer y picchar. y no besar y es también cosa sabida que él no hace uso de préambulos para la posesión de la hembra.
Así, a lo menos, he observado en los pocos indios de la provincia de Parinacochas (en Ayacucho. No obstante, reemplazan algunas veces el beso con la sonja. Consiste la sonja en frotar el indio con su menton la frente de la india, empleando el procedimiento de la fuerza.
Algunos pueblos asiáticos también proscriben el beso; pero, como sucede con los nipones, por ejemplo, las prescripciones higiénicas y religiosas determinan este modo negativo de proceder.
Más, el indígena, por desconocer los refinamientos eróticos, no sabe del placer de fusionar cuatro labios.
El léxico y la literatura mismos de nuestros indios son pobres tratándose de las modalidades amorosas. Las palabras castellanas AMOR y CORAZON, verbigracia, no tienen equivalentes, con el mismo significado, en el quechua. El vocablo soncco (corezón) no tiene otra significación que la anatómica. Respecto de la palabra munacui (querer) y de algunas otras sinónimas que consignan los diccionarios quechuas y que han caído en desuso, podemos afirmar que no corresponden las castellanas en su intención. Los autores de dichos diccionarios no han sabido interpretar el sentido de las palabras quechuas a que nos referimos: sólo han tratado de encontrar, a toda costa, las equivalentes de los vocablos españoles. Después de todo, el significado de las palabras varía con relación al tiempo, y, no se pierda de vista que me estoy ocupando del indio contemporaneo. La existencia, pues, de voces apropiadas que testimonien haberse conjurado el sentimiento amor hace pensar ya en la existencia del amor indio. Podría deducirse tal vez que el indio no ama o ha perdido la costumbre de amar. Pero, ya hemos dicho que ama y ama en estilo propio.
En cuanto a la literatura podemos decir que no existe como creación sino como herencia. El indio actual no crea una sola canción amatoria. rumia los cantares y leyendas de hace varios siglos o repite las pocas creaciones del neo indio (Llamo neo indio al cholo y al blanco nacidos en la sierra y también al indio paro que ha entrado en la danza cultural. De aquí que no pueda precisarse la naturaleza o clase de amor en el regnicola. Tan frío como es, no se toma siquiera, en la generalidad de los casos, la molestia de elegir su cara mitad.
En la misma provincia de Parinacochas he presenciado casos en que el indio encomienda al cura o al que va a ser su padrlno la tarea de buscarle una novia y casarse sin más trámite con aquella que aquellos le consiguen.
Es corriente en muchos pueblos de la sterra que el cura improvise matrimonios después de una misa, y en una fiesta, como la Navidad, por ejemplo, resultando de tal guisa los enlaces que los mozos y mozas que van cayendo en manos de los ayudantes del cura llegan a ser esposos sin haberlo pensado siquiera antes. lo más curioso de estos matrimonios, que podemos llamar colectivos, es que los flamantes esposos quedan tan contentos quizá resignados como si hubiesen sido novios.
En último análisis diré que el tipo de amor de los indios no cabe dentro de ninguna clasificación, a lo menos de las que conozco.
Podría asegurarse, empero, que se acerca a la forma de amor de los autistas graves (hombres fríos, reconcentrados o metidos en sí) de que habla Ernst Kretschmer. Pero autistas graves de men.
talidad un tanto primitiva y de temperamento erótico reducido a la necesidad biológica de la perpetuación de la raza.
Creo haber generalizado demasiado en mis conclusiones.
eso, para mejor entendimiento, quisiera conocer las opiniones de publicistas (como Enrique López Albújar, Luis Valcárcel, Uriel García, etc. al respecto, con el fin primordial de enmendar la fan.
tasía de los que explotan los motivos tahuantinsuyanos. Las cues.
tiones sicológicas, como la que nos ocupamos, son complejísimas; tan complejísimas como el decantado problema indígena. Varian enormemente de una localidad a otra de nuestra sierra. Genera lizar estudios al respecto equivale a háblar de paporreta.
costumbres, necesidades y maneras de vivir de las provincias de un mismo departamento no obedecen al mismo ritmo existencial. No todo es lomesmo.
Por Las Antero Peralta