Amauta EL PROBLEMA Requisitoria contra el DE LA gamonalismo TIERRA feudalidad POR JOSE CARLOS MARIATEGUI IX (1)
LA COMUNIDAD BAJO LA REPUBLICA Hemos visto ya cómo el liberalismo formal de la legislación republicana no se ha mostrado activo sino frente a la comunidad indígena. Puede decirse que el concepto de propiedad individual casi ha tenido una función anti social en la República a causa de su conflicto con la subsistencia de la comunidad. En efecto, si la disolución y expropiación de ésta hubiese sido decretada y realizada por un capitalismo en vigoroso y autónomo crecimiento, habría apare.
cido como una imposición del progreso económico. El indio entonces habría pasado de un régimen mixto de comunismo y servidumbre a un régimen de salario libre. Este cambio lo habría desnaturalizado un poco; pero lo habría puesto en grado de organizarse y emanciparse como clase, por la vía de los demás proletariados del mundo. En tanto, la expropiación y absorción graduales de la comunidad por el latifundismo, de un lado lo hundía más en la servidumbre y de otro destruía la institución económica y jurídica que salvaguardaba en parte el espíritu y la materia de su antigua civilización. 15)
Durante el período republicano, los escritores y legisladores nacionales han mostrado una tendencia más o menos uniforme a condenar la comunidad como un rezago de una sociedad primitiva o como una supervivencia de la organización colonial. Esta actitud ha respondido en unos casos al interés del gamonalismo terrateniente y en otros al pensamiento individualista y liberal que dominaba automáticamente una cultura demasiado verbalista y extática.
Un estudio del doctor Villarán, uno de los intelectuales que con más aptitud crítica y mayor coherencia doctrinal representa este pensamiento en nuestra primera centuria, señaló el principio de una revisión prudente de sus conclusiones respecto a la comunidad indígena. El doctor Villarán mantenia teóricamente su posición liberal, propugnando en principio la individualización de la propiedad, pero prácticamente aceptaba la protección de las comunidades contra el latifundismo, reconociéndoles una función a la que el Estado debía su tutela.
Más la primera defensa orgánica y documentada de la comunidad indígena tenía que inspirarse en el pensamiento socialista y reposar en un estudio concreto de su naturaleza, efectuado conforine a los métodos de investigación de la sociología y la economía modernas. El libro de Hildebrando Castro Pozo, Nuestra Comunidad Indigena. así lo comprueba. Castro Pozo, en este interesante estudio, se preSenta exento de preconceptos liberales. Esto le permite abordar el problema de la comunidad con una mente apta para valorarla y entenderla. Castro Pozo, no solo nos descubre que la comunidad indígena, malgrado los ataques del formalismo liberal puesto al servicio de un régimen de feudalidad, es todavía un organismo viviente, sino que, a pesar del medio hostil dentro del cual vegeta sofocada y deformada, manifiesta espontáneamente evidentes posibilidades de evolución y desarrollo.
Sostiene Castro Pozo, que el ayllu o comunidad, ha conservado su natural idiosincracia, su carácter de institución casi familiar en cuyo seno continuaron subsistentes, después de la conquista, sus principales factores constitutivos (16)
En esto se presenta, pues, de acuerdo con Valcárcel, cuyas proposiciones respecto del ayllu. parecen a algunos excesivamente dominadas por su ideal de resurgimiento indígena. Qué son y cómo funcionan las comunidades actualmente? Castro Pozo crée que se les puede distinguir conforme a la siguiente clasificación: Primero. Comunidades agrícolas; Segundo. Comunidades agrícolas ganaderas. Tercero. Comunidades de pastos y aguas y Cuarto. Comunidades de usufructuación. Debiendo tenerse en cuenta que en un país como el nuestro, donde una misma institución adquiere diversos caracteres, según el medio en que se ha desarrollado, ningún tipo de los que en esta clasificación se presume se encuentra en la realidad, tan preciso y distinto de los otros que, por sí solo, pudiera objetivarse en un modelo. Todo lo contrario, en el primer tipo de las comunidades agrícolas se encuentran caracteres correspondientes a los otros y en éstos, algunos concernientes a aquél; pero como el conjunto de factores externos ha impuesto a cada uno de estos grupos un determinado género de vida en sus costumbres, usos y género de trabajo, en sus propiedad e industrias, priman los caracteres agrícolas, ganaderos, ganaderos en pastos y aguas comunales o solo los dos últimos y los de falta absoluta o relativa de propiedad de las tierras y la usufructuación de éstas por el ayllu que, indudablemente, fué su úni.
co propietario (17)
Estas diferencias se han venido elaborando no por evolución o degeneración natural de la antigua comunidad sino al influjo de una legislación dirigida a la individualización de la propiedad y, sobre todo, por efecto de la expropiación de las tierras comunales en favor del latifundisino. Demuestran por ende la vitalidad del comunismo indigena que impulsa invariablemente a los aborígenes a variadas formas de cooperación y asociación. El indio, a pesar de las leyes de cien años de régimen republicano, no se ha hecho individualista. esto no proviene de que sea refractario al progreso como pretende el simplismo de sus interesados detractores. Depende, más bien, de que el individualismo, bajo un régimen feudal, no encuentra las condiciones necesarias para afirmarse y desarrollarse. El comunismo, en cambio, ha seguido siendo para el indio su única defensa. El individualismo no puede prosper r, y ni siquiera existe efectivamente, sino dentro de un régimen de libre concurrencia. el indio no se ha sentido nunca menos libre que cuando se ha sentido solo.
Por esto, en las aldeas indígenas donde se agrupan familias entre las cuales se han extinguido los vínculos del patrimonio y del trabajo comunitarios, subsisten aún, robustos y tenaces, hábitos de cooperación y solidaridad que son la expresión empírica de un espiritu comunista. La comunidad corresponde a este espíritu. Es su órgano. Cuando la expropiación y el reparto parecen liquidar la comunidad. el socialismo indígena encuentra siempre el medio de rehacerla, mantenerla o subrogarla. El trabajo y la propiedad en común son reemplazados por la cooperación en el trabajo individual. Como escribe Castro Pozo: la costumbre ha quedado reducida a las mingas o reuniones de todo el ayllu para hacer gratuitamente un trabajo en el cerco, acequia o casa de algún comunero, el cual quehacer efectúan al son de arpas y violines, consuiniendo algunas arrobas de aguardientes de caña, cajetillas de cigarros y mascadas de coca. Estas costumbres han llevado a los indígenas a la práctica incipiente y rudimentaria por supuesto del contrato colectivo de trabajo, más bien que del (1( Véase el No. 10 de Amauta